“La Julia” es una firma de la familia Mayorga que administra unas 5500 hectáreas en el partido de Pellegrini, al oeste de Buenos Aires. Estas se distribuyen en tres campos, uno de ellos – La Julia – donde se concentran los dos tambos de la empresa, que llegaron a ordeñar unas 700 vacas promedio durante 2024, con picos de más de 900 animales en producción.
El establecimiento mantiene un planteo agrícola rotativo por tercios, entre girasol, soja y maíz, al que se suma un 10% de superficie con cultivos de fina como cebada y trigo, especies destinadas a semilla, como centeno, vicia, triticale y avena. “El manejo agrícola apuesta fuerte a la diversificación con la inclusión de cultivos de servicios de centeno y vicia y al manejo por ambientes”, explica Juan Palazzo, asesor agropecuario de la empresa que es miembro de la Regional Aapresid Trenque Lauquen, en un informe de Aapresid para LA NACION.
“Las dos últimas campañas fueron realmente malas para la agricultura. Tuvimos promedios de menos de 1000 kg/ha en soja, rindes de fina muy bajos, y maíces que no alcanzaron los niveles históricos de la zona”, relata Palazzo en el reporte de Aapresid y agrega: “Con esos resultados y los precios de los granos en baja, el impacto económico fue muy fuerte. Si no hubiésemos tenido el tambo funcionando con eficiencia, no sé cómo habríamos hecho para sostenernos”.
Según el informe de Aapresid para LA NACION, los tambos de “La Julia” se destacan por un manejo intensivo y profesional. “Cada uno cuenta con 20 bajadas y se realizan tres ordeñes diarios. El año pasado, el sistema cerró con un promedio anual de 36 litros por vaca por día, llegando a picos de 43 litros y un piso mínimo de 26 litros, incluso en los meses más difíciles”, destaca el informe.
La producción se basa en una estructura pastoril con alta suplementación, especialmente con silos. “Hace más de ocho años que venimos afinando toda la estrategia de producción forrajera. Nos enfocamos en asegurar la base alimenticia con silos y en lograr una alta eficiencia en el aprovechamiento de pasturas y verdeos”, indica.
“Una de las estrategias fue la fertilización nitrogenada de los verdeos de gramíneas, lo que nos permitió duplicar su producción. También se trabajó en optimizar los momentos de consumo, que en el caso de la gramíneas se realiza cuando el cultivo tiene 3 hojas, y en el de pasturas de base alfalfa, cuando esta alcanza los 7 nudos”, agrega.
“Lo que no se llega a comer, va a reserva”, sentencia Palazzo. Los pastoreos de cada parcela se hacen con turnos diarios o de medio día, insulso entrando con dos rodeos: el primero de punta, que consume lo de mayor calidad, y el segundo con vacas secas o vaquillonas de recría.
“Estas prácticas aseguran una alta eficiencia de recolección y permiten reducir los costos de alimentación – los más importantes del tambo -, bajando la dependencia de compras externas”, explica Palazzo.
Estrategia
En los años secos, esa estrategia fue vital. “Destinamos los mejores lotes para silo, lo que nos permitió sostener la alimentación. Pero incluso así, este año llegamos al límite: tuvimos que adelantar el picado para no quedarnos sin pasto, y llegamos a encerrar el 100% del rodeo —vacas en producción, recría y secas—. También consumimos algunos lotes con cultivos de cobertura, que se picaron o pastorearon directamente para evitar desabastecimiento”.
De acuerdo con el informe, además del foco en la alimentación, el sistema tamboril se apoya en una eficiente gestión reproductiva y sanitaria. “El servicio se concentra entre el 15 de mayo y el 15 de febrero, evitando partos en los meses de mayor estrés térmico. Todo el rodeo es inseminado y la sanidad se aborda de manera integral, con prácticas como predipping, terapia de secado y protocolos estandarizados”, se precisa en el informe.
Se detalla que la guachera registró una mortandad interanual del 8%. Si bien cumple con el objetivo fijado para este año de no superar el 10%, aún se trabaja intensamente para alcanzar una meta más exigente: 6% de mortandad de los terneros, eslabón clave de la reposición, consigna.
“Esto representa un verdadero desafío, especialmente por tratarse de una guachera a campo”, explica Palazzo y agrega: “Para reducir muertes perinatales se construyó una sala de partos y se contrató a un partero que asiste las pariciones – en especial de vaquillonas – y el proceso de descalostrado de los terneros, una etapa crítica para asegurar su supervivencia. A esto se suma un plan de sanidad mejorado”.
También se invierte en tecnologías de bienestar animal: comederos y encierres móviles para evitar el barro, media-sombras móviles y sistemas de aspersión y ventilación en el tambo para reducir el impacto de las altas temperaturas.
“En La Julia, la diversificación es sinónimo de resiliencia, y la profesionalización del tambo motor de estabilidad económica, incluso frente a contextos adversos para la agricultura”, señala el reporte.
“En estos años fue el tambo el que nos dio aire. Tal vez no lo subsidió directamente, pero sí nos permitió sostener el sistema productivo y seguir adelante”, sostiene Palazzo y finaliza: “A su vez, la eficiencia y la diversificación son clave para sostener al tambo, que trabaja con márgenes muy finos, y donde cada mejora hace la diferencia”.