“¿Dónde va a ser la reunión?”, preguntó alguien del grupo reunido en el lobby del edificio Donna Reggia, en el límite entre Caballito y Parque Chacabuco. “Allá”, respondió un arquitecto del estudio Azcuy mientras señalaba un punto ubicado a 25 metros de altura, en el patio interno, donde asomaban dos arandelas. Minutos después se encontraron allí un hombre y una mujer, que treparon pisando obras de arte como si fueran escalones: primero una de Raúl Lozza y después otras de Rhod Rothfuss, Gyula Kosice, Tomás Maldonado y Lidy Prati, hasta coincidir en la de Alfredo Hlito. Desde allí emprendieron otro tramo similar hasta llegar a los 43 metros, que incluía piezas de Diyi Laañ, Juan Melé y Carmelo Arden Quin.
Claro que no son las pinturas originales de estos maestros de la vanguardia constructivista de la década del cuarenta, sino las versiones tridimensionales creadas en fibra de vidrio laqueada por Fabián Bercic, ganador de la tercera edición del Premio Azcuy. La montaña concreta se titula esta intervención realizada en un edificio de viviendas, cuyos vecinos ven a diario desde los ascensores panorámicos. A través de una de esas placas de vidrio miraba hoy asombrado un niño a los escaladores que subían con destreza por el muro, como si se tratara de una aventura de la saga de Misión imposible o El Hombre araña.
“Me encanta la idea pero no puedo mirarlos, están demasiado alto, me da miedo que se caigan”, dijo en cambio Gabriela Alonso, vecina del piso 10 y una de las invitadas a presenciar la activación de la obra con escaladores profesionales. “Esto sólo había ocurrido una vez, cuando se inauguró hace dos años, porque requiere una organización especial por cuestiones de seguridad. No puede subir cualquiera en cualquier momento”, explicó a LA NACION Sol Juárez, cocreadora del Premio Azcuy, impulsado en alianza con el museo Moderno para fomentar la producción artística nacional y materializar proyectos artísticos a gran escala.
“Es la palestra indoors más alta de Buenos Aires, no suelen superar los 18 metros”, aseguró Martín Bordeu, arquitecto de la desarrolladora, que se sumó al grupo de diez escaladores que incluyó además a un vecino del edificio. “Van de a dos por turno –explicó-. Mientras uno trepa, el otro lo asegura con las cuerdas para que no se caiga”.
La idea surgió cuando Bercic visitó el edificio en construcción, en 2021, en la etapa previa a la presentación de los proyectos. “Era una cáscara de hormigón. Cuando subí a la terraza y me asomé el hueco era abismal, porque llegaba hasta el subsuelo y no se veía el fondo. Era un agujero negro. Ahí me di cuenta de este era el lugar –recordó el artista, que suele citar a las generaciones que lo precedieron-. Como las experiencias de esas vanguardias, me gusta la idea de alcanzar una nueva perspectiva”.
Eso es lo que parecen ganar no sólo quienes trepan por las catorce esculturas políedricas, sino también quienes no están habituados a convivir con arte contemporáneo. “En este límite entre Caballito, Parque Chacabuco y Flores, donde no hay museos ni galerías, estamos intentando integrar ambos mundos”, señaló Gerardo Azcuy, arquitecto y desarrollador con más de 30 años de trayectoria en Real Estate, que también inauguró en sus edificios intervenciones ganadoras de otras cuatro ediciones del premio. “Este encuentro revive la obra y le vuelve a dar protagonismo –agregó-, a la vez que despierta la curiosidad de la comunidad”.