Un grupo de científicos europeos ha encontrado un vínculo inesperado entre la piel y la mente. Según un estudio presentado en el Congreso del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (ECNP), en Ámsterdam, los pacientes que experimentan su primer episodio psicótico y presentan síntomas dermatológicos —como erupciones, picazón o sensibilidad a la luz— podrían tener un mayor riesgo de desarrollar depresión y pensamientos suicidas.
El hallazgo, liderado por el doctor Joaquín Galvañ, del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón, en Madrid, sugiere que los signos visibles en la piel podrían actuar como un marcador temprano de mal pronóstico psiquiátrico. “Después de cuatro semanas de seguimiento, los pacientes con un primer episodio de psicosis que presentaban afecciones cutáneas mostraron niveles más altos de depresión y riesgo de suicidio”, explicó Galvañ.
El equipo analizó a 481 personas que atravesaban su primera experiencia psicótica —un cuadro caracterizado por la pérdida de contacto con la realidad, alucinaciones y delirios—. De ellas, el 14,5 % presentaba síntomas dermatológicos al inicio del tratamiento (24 % de las mujeres y 9,8 % de los hombres). Todos recibieron medicación antipsicótica durante un mes y luego fueron evaluados en distintos parámetros de salud mental.
Los resultados fueron contundentes: solo el 7 % de quienes no tenían afecciones cutáneas reportaron pensamientos o intentos suicidas, frente a uno de cada cuatro pacientes que sí los presentaban. “Las condiciones iniciales de la piel también se asociaron con una mayor depresión y menor bienestar general en la evaluación posterior”, añadió Galvañ.
Un vínculo biológico entre piel y cerebro
El posible origen de esta conexión podría estar en las primeras etapas del desarrollo humano. Tanto el cerebro como la piel se forman a partir del mismo tejido embrionario, el ectodermo, lo que ha llevado a los investigadores a explorar los caminos biológicos comunes entre ambos sistemas.
“Ya se sabía que entre el 30 % y el 60 % de las personas con enfermedades dermatológicas presentan síntomas psiquiátricos”, señaló Galvañ. “Nosotros quisimos mirar desde el otro lado: si las personas con trastornos mentales muestran alteraciones cutáneas y, de ser así, qué información pueden darnos”.
El estudio plantea que los síntomas dermatológicos podrían reflejar una mayor severidad del trastorno y peores resultados clínicos en las fases iniciales de la psicosis. Si se confirma, este hallazgo podría servir para personalizar los tratamientos y detectar a tiempo a los pacientes más vulnerables.
“La razón de la conexión aún no está clara”, advirtió el investigador. “Nuestra hipótesis es que podría deberse a que los sistemas cutáneo y neurológico comparten orígenes y vías inflamatorias, pero esto debe comprobarse. Hasta donde sabemos, es el primer estudio que demuestra este vínculo en pacientes con psicosis, y necesitamos más investigaciones para entender si también aplica a otros trastornos psiquiátricos, como el bipolar, el TDAH, la ansiedad o la depresión”.
El hallazgo ha despertado interés en la comunidad científica. El profesor Eric Ruhe, experto en depresión resistente al tratamiento en la Universidad de Radboud (Países Bajos), quien no participó en el estudio, calificó la asociación como “interesante” y digna de investigación futura. “Estos resultados necesitan replicarse en diferentes grupos, pero podrían revelar un nuevo vínculo entre la piel y la psicopatología”, comentó.
Ruhe subrayó que la relación biológica entre ambos órganos merece explorarse no solo desde el diagnóstico, sino también desde la investigación celular: “Dado que la piel y el cerebro comparten origen embrionario, podríamos incluso cultivar células cutáneas para comprender qué tratamientos son más adecuados”.
Aunque preliminar, este trabajo abre una vía para integrar la dermatología en la práctica psiquiátrica y considerar la piel no solo como un espejo del cuerpo, sino también como una ventana a la mente.