El economista Osvaldo Giordano fue el primer director de Anses del actual Gobierno, donde estuvo apenas dos meses, luego de que le pidieran la renuncia por motivos políticos. Tiene una vasta carrera en el sector público: fue parte del equipo económico durante el periodo de la convertibilidad y ministro de Economía de la provincia de Córdoba durante la gobernación de Juan Schiaretti. También fue consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Actualmente, preside el Ieral de la Fundación Mediterránea, un area de investigación de políticas económicas, que fundó el exministro de Economía Domingo Cavallo.
En una entrevista con LA NACION, el economista valoró la introducción del nuevo esquema cambiario, pero advirtió que la estabilización de la economía y la baja de la inflación pone en evidencia la falta de competitividad del país, que el Gobierno deberá atacar con reformas estructurales.
–¿Qué análisis hace del nuevo esquema cambiario que aplicó el Gobierno?
–El programa económico tiene dos grandes componentes, el plan de estabilización y las reformas estructurales. Lo que hace al plan de estabilización, los logros son significativos. La inflación bajó más rápido de lo que muchos pensábamos, y en términos de nivel de actividad económica y de ingreso, si bien hubo un golpe fuerte al inicio del plan, hubo una recuperación bastante rápida, más cerca de la “V”, mejor de lo que también muchos pensaban. El saldo es positivo. La siguiente etapa era la salida del cepo. Se puede discutir si era mejor hacerla antes o después, pero el argumento del Gobierno, sobre el cual no se puede opinar, es que era imprescindible el apoyo del FMI y no sabíamos cuándo el organismo estaba dispuesto a dar el financiamiento. A la vista de las primeras semanas, el resultado ha sido positivo, porque no hubo sobresalto, es decir, se tomó con bastante naturalidad, lo cual no es poco para una Argentina donde, en general, todo cambio en la política cambiaria generalmente significaba un salto brusco y eso impacta en los precios, en los salarios y en la situación social. Ahí creo que las cosas van bastante bien, pero esto genera mayor expectativa sobre las reformas estructurales.
–¿Por qué?
–Porque mientras mejor va la estabilización, más claros quedan los problemas que tiene la Argentina en términos de un entorno que no favorece la competitividad. Tenemos muchas ineficiencias en distintos aspectos, que se hacen mucho más visibles con la baja de la inflación. Es como una marea, cuando baja el agua, se empieza a ver la enorme cantidad de problemas. Dicho de otra manera, los problemas que teníamos antes del cambio siguen vigentes en la actualidad y siguen como temas pendientes.
–El Gobierno dice que las reformas pendientes las va a implementar después de las elecciones. ¿Hay tiempo para esperar?
–Creo que no hay tiempo y que hay un sobredimensionamiento de la importancia de las elecciones. El Gobierno, por las particularidades de ser un partido nuevo, tiene debilidades obvias en el Congreso y en las provincias, y por eso es muy importante ganar las elecciones, pero creo que se está sobredimensionando el después de octubre. Porque va a ser un Congreso donde se va a seguir necesitando acuerdos con la oposición, no es que, si le va bien al Gobierno, a partir de diciembre va a poder sacar la ley que quiera. Va a seguir necesitando apoyos, incluso porque mucho de lo que va a avanzar el Gobierno en términos de legisladores probablemente sea a costa de opositores dialoguistas, que hoy lo están apoyando. Con lo cual no creo que haya un cambio tan drástico en la constitución del Congreso. Y lo más importante es que la mayoría de las reformas, más que acuerdos con el Congreso, que sin dudas se necesitan, son con las provincias. Y después de octubre los gobernadores van a ser los mismos que hay ahora. Esto es porque la agenda de reformas ya está planteada y acordada con los gobernadores en el Pacto de Mayo del año pasado. Desde el punto de vista de la producción, los problemas de competitividad son de ahora.
–¿Cuáles son los más urgentes?
–Hay muchas dificultades para quienes quieren exportar, incluso en agro, que es un sector tremendamente competitivo, pero con esta estructura impositiva tiene dificultades. Ni qué hablar las industrias que compiten con las importaciones. Esas dificultades, en las que coincido con el Gobierno en que no las puede resolver la política cambiaria, hay que abordarlas. En la agenda del Pacto de Mayo está el tema impositivo, el de la legislación laboral, el de los incentivos que genera el régimen de coparticipación y el de integración en el mundo. Son los que habría que implementar ahora y no esperar a octubre.
–Se habla de coparticipación inversa, donde la Nación le delega a las provincias la facultad de recaudar impuestos. ¿Lo ve factible?
–Por lo que escuché del Gobierno, si bien no ha sido muy preciso, y en el acuerdo con el Fondo también está mencionado, más que coparticipación inversa, hablan de correspondencia fiscal. Es decir, algo que en la teoría de las finanzas públicas se avala mucho y se plantea como algo muy positivo, que es que cada nivel de gobierno recaude los impuestos que necesita para financiar su gasto. Ese principio sería muy bueno introducirlo en la Argentina. Creo que es factible para la mayoría de los casos. Puede haber una parte del país, como las provincias del norte, donde fruto de estas malas políticas de tanto tiempo, la posibilidad de cobrar un impuesto en esas regiones, en una magnitud que permita financiar el gasto público, es imposible, por lo menos en el corto plazo. Ahí sí necesitaría algún esquema de redistribución de ingresos, pero para el grueso del país podría funcionar. Lo que nosotros planteamos en el Ieral de la Fundación Mediterránea es dejarles todo el IVA que se genera en la provincia y con eso tendría un financiamiento acorde al gasto.
–En tema inflación, se habla de que en abril sería en torno a 3,3%, menor a lo que se esperaba inicialmente con el cambio de régimen. ¿A qué se debe?
–Normalmente, estos cambios de política cambiaria implicaban saltos del tipo de cambio y aceleración de la inflación. Esta vez fue distinto fundamentalmente porque se dio en un entorno de equilibrio fiscal, que era algo que no ocurrió en el pasado. En el pasado era la devaluación, déficit fiscal, emisión y combustible para la inflación. En este caso no, y eso contribuyó mucho a que esta vez sea una salida mucho más natural. Esto nos permite encarar lo más importante y lo más difícil, que es ganar competitividad. Ya está claro que no va a ser vía tipo de cambio, entonces hay que aplicar la agenda de mayo. Solo en el sistema tributario, quien quiera exportar hoy en la Argentina, exporta impuestos. Dentro de sus costos tiene que poner Ingresos brutos, impuestos al cheque, sellos, tasa municipal y ni hablemos de los derechos de exportación, que es algo que los descoloca muchísimo porque los productores con los cuales compite en otros países no lo tienen. Y lo mismo para quien produce en la Argentina, que paga todos estos impuestos. Todo esto descoloca también como productor interno, respecto a un producto internacional. De ahí la enorme trascendencia de ir rápido a un ordenamiento tributario, además de las otras reformas.
–El Gobierno se puso como meta este año llegar al superávit de 1,6% del PBI. ¿Es posible?
–Este año hay una recuperación de la economía. Todavía no es crecimiento, porque estamos recuperando lo que se perdió el año pasado. La Argentina lleva 10 años de estancamiento. Pero eso va a contribuir a mejorar la recaudación, de manera que, si sigue la estricta autoridad en el gasto, es factible compensar la eliminación del impuesto PAIS y la pequeña reducción de los derechos de exportación. Seamos sinceros, esto no resuelve todos los problemas porque este equilibrio fiscal se logra con malísimos impuestos. Es muy importante el equilibrio fiscal, es no negociable, pero eso no quiere decir que en términos fiscales esté todo resuelto. Es fundamental la reforma tributaria, la del sistema previsional y cambiar la coparticipación para contribuir a generar un entorno más favorable a la producción. De lo contrario, podemos tener equilibrio fiscal, pero no vamos a lograr el crecimiento, el desarrollo y el progreso social, sobre todo en las zonas urbanas. Podemos tenerlo probablemente en Vaca Muerta, en la minería, pero las zonas urbanas necesitan un shock de competitividad; es decir, que se les genere unas condiciones más favorables para funcionar de manera más eficiente.
–En general ese shock de competitividad a veces lleva tiempo…
–Todos los cambios son extremadamente complejos, requieren acuerdos políticos complejos. En temas laborales, por ejemplo, un problema muy serio actualmente es la litigiosidad en el sistema de riesgo del trabajo, que lo ha puesto realmente en una situación crítica. Ahora, si uno hace un anuncio concreto e instrumental en el acta de Mayo, algunas cosas van a demorar mucho, como el caso del sistema previsional, pero otras pueden ser mucho más rápidas, por ejemplo, bajar la litigiosidad o hacer algunos cambios en los impuestos que permitan mejorar la competitividad. Pero además se da una señal muy clara hacia dónde se va y eso genera expectativas, que permiten bajar el riesgo país, con lo cual, por ejemplo, el Estado no va a tener que necesitar, como hasta ahora, pagar toda su deuda, sino que va a poder renovarla. También así se baja la tasa de interés para el sector privado, con lo cual proyectos que hoy son inviables pasan a ser viables. No es menor mostrar la agenda completa. La decisión de hacerla, más allá de que algunos cambios demoren, ya es un cambio que tiene efecto inmediato.
–El Presidente le dijo al agro que se apuren a liquidar que a mitad de año vuelven a subir las retenciones. ¿Cree realmente vaya a tomar esa medida?
–Me parece que lo dijo para lograr que en el corto plazo, el cambio de régimen cambiario sea con los menores sobresaltos posibles. Esto implica que haya el menor efecto sobre la inflación. Además, sería un problema que el dólar rápidamente se pusiera al tope de la banda y que se usen las reservas que se establecieron por la transferencia del FMI. Este anuncio va en ese sentido, pero sería muy deseable que sea todo lo contrario, porque no solo que no habría que volver a aumentar las retenciones, sino que habría que eliminarlas. El agro tiene un enorme potencial como generador de valor agregado y, además es factible que, al bajar las retenciones, se compense la recaudación con otros impuestos. Nosotros hicimos con la Fundación Mediterránea un estudio analizando todos los proyectos de ley que hay en el Congreso sobre baja de retenciones y todos tienen la misma debilidad. Proponen bajar las retenciones, pero no dicen cómo compensar la pérdida fiscal, y creo que hay maneras, porque eliminando las retenciones aumenta la recaudación de otros impuestos. Con lo cual, estableciendo algunos mecanismos de transición, se podría hacer ese logro que sería significativo para la producción.
–¿Qué mecanismo de transición?
–Básicamente dos. Por un lado, cuando bajan las retenciones, más de la mitad de la pérdida se recupera con otros impuestos. El problema es que la recuperación de esos impuestos en gran parte va a las provincias; es decir, que no va a quién pierde los ingresos, que es la Nación [el derecho de exportación es un impuesto no coparticipable]. Se podría transitoriamente prever una asignación específica para que todo quede en la Nación y le permitiría compensar buena parte de la pérdida. El efecto más fuerte es en Ganancias, entonces se podría sacar una parte de este impuesto de la coparticipación. Esto sería neutral para las provincias, porque no perderían recaudación, porque aumenta la recaudación de Ganancias gracias a la eliminación de las retenciones, y se le hace menos gravoso el esfuerzo que tiene que hacer la Nación. El otro punto, que es un poco más polémico, es que hoy los inmuebles rurales están exentos de Bienes Personales. En general todos los bienes están gravados, menos los inmuebles rurales. Algo que se hizo porque existía retenciones, entonces se aplicó esta mala compensación. Eliminar esa exención permitiría también mejorar la recaudación con un impuesto que es mejor que las retenciones y eso también ayudaría a compensar a la Nación. Así sería compatible mi intención que todos apoyamos que el Gobierno mantenga el equilibrio fiscal con la eliminación de la retención.
–¿Le preocupa que haya un salto del tipo de cambio dentro de la banda cambiaria?
–Creo que la manera de atacar ese problema es con un shock de reformas; es decir, tomar la agenda de Mayo y pasar a la etapa de la implementación. Hay muchos economistas preocupados porque muchas veces la Argentina se terminó comiendo los dólares del Fondo para sostener un tipo de cambio que no era sostenible. Pero la solución no pasa por la política cambiaria, sino por resolver los problemas. Bajó la marea, tenemos estabilidad y aparecieron todos estos problemas: tenemos una mala legislación laboral, tenemos pésimos impuestos, tenemos una coparticipación que genera muy malos incentivos, tenemos problemas en el sistema educativo. Hay que resolver eso, que es la manera de ganar competitividad. Así el tipo de cambio pasa a ser viable porque mejoramos nuestra manera de producir.