Otra ideología, el mismo manual: de Chávez a Bukele, la senda del poder absoluto

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La diputada opositora Marcela Villatoro “viajó” al futuro la noche del jueves para advertir a los salvadoreños de su destino incierto, en otra semana para la historia del continente, de esas que dejan huella: “Esta noche la democracia en este país ha muerto”.

La reforma constitucional impuesta por el bloque gubernamental permitirá la reelección indefinida en el país centroamericano, además de estirar el periodo legislativo hasta seis años. Como si de un déjà-vu se tratara: la misma senda del poder absoluto iniciada en Venezuela por Hugo Chávez, y consolidada por Nicolás Maduro, que ahora transita Nayib Bukele con sus propias herramientas, mucho populismo y las redes sociales como motor imparable.

Otros, como el nicaragüense Daniel Ortega, también la hicieron suya tras regresar al poder en 2007. Y otros, como el boliviano Evo Morales, se quedaron a mitad de camino tras fracasar el fraude electoral de 2019, que lo llevó al exilio provisional y al cambio de gobierno.

Nayib Bukele en conferencia de prensa en San Salvador (Archivo)

En las Américas diluvia sobre mojado. Los tratados políticos desde la Independencia descubren héroes nacionales convertidos en caudillos, galopando en muchas ocasiones sobre el constitucionalismo democrático, inspirado en el ejemplo estadounidense para luego ser vulnerado.

“Pasamos de caudillos a dictaduras militares”, asegura vehemente el analista político venezolano César Báez. “La reelección se posicionó como contrapeso para proteger a la democracia. Sin embargo, en las últimas décadas eso ha venido cambiado, desde la izquierda y la derecha, basado en una interpretación electoralista de la democracia. ¿Tiene la Constitución poder suficiente para contradecir a la voluntad popular si la gente apoya a un mismo presidente por mucho tiempo? Ese es el dilema”, se pregunta.

Chávez abrió una senda que finalmente ha convertido a Venezuela en una dictadura sangrienta, apuntalada por la fuerza bruta de las armas y las alianzas internacionales. Bukele se ha lanzado por el mismo camino, pese a sus críticas constantes contra el chavismo.

Hugo Chávez y Daniel Ortega, en un auto en Managua, 12 de marzo de 2007

“Tanto Bukele como Chávez son dos clásicos prototipos de liderazgo populista: con carisma, llegaron por la vía democrática y paulatinamente, uno desde la izquierda y otro desde la indefinición que se puede catalogar de derecha por sus alianzas, transforman las instituciones, la cultura política y las prácticas. Ambos son líderes carismáticos, prototípicamente populistas, con personalización del poder y reelección ilimitada”, dice el historiador cubano Armando Chaguaceda.

El mismo recorrido

Se trata de un mismo recorrido con similitudes enormes. “Se confirma en tres categorías: la concentración y continuidad en el poder, el control sobre los otros poderes del Estado, y las violaciones a los derechos fundamentales. Bukele comenzó concentrando poder y capacidad de toma de decisiones en sí mismo, para lo que se auxilió mucho de las redes sociales y las tecnologías de la comunicación. Y luego avanzó por el camino del control de los demás poderes del Estado, incluso influyendo en gobiernos locales. Ahora vemos claramente cómo tiene la pretensión y avanzó en ella de continuar en el poder. Primero con la eliminación del candado constitucional con la reelección y luego con la extensión del periodo de ejercicio presidencial”, explica Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica.

El Cecot, la megacárcel salvadoreña para presuntos pandilleros

En 2007, Chávez desafío al país y a la tradición democrática de los venezolanos al plantear un referéndum para aprobar la reelección indefinida y un conjunto de leyes socialistas. Fue derrotado y calificó el logro de sus rivales como una “victoria de mierda”. Dos años después repitió, y ganó, el plebiscito de la reelección. Las leyes socialistas las impuso a golpe de decreto.

“Diría que, al contrario, los pasos más importantes Bukele los ha venido dando discretamente. Para Chávez fue fundamental copar todas las instituciones con partidarios leales, antes que con funcionarios competentes. Bukele consigue en su popularidad una justificación para todo esto. Ya pasó una modificación de los distritos electorales que le dio 57 de 60 escaños en el Parlamento. Antes de esto, la Asamblea Legislativa tenía 84 escaños. La reducción simplificó el porcentaje de representación, ampliándolo significativamente para el oficialismo. Esto le permitió remover a todos los jueces de la Corte Suprema e instalar oficialistas leales, que fueron los que le permitieron correr en su primera reelección a través de una interpretación de la Constitución. También conseguir un estado de excepción desde 2022 que sigue vigente. Además, aunque Chávez procuró reformas a la Constitución, Bukele sigue ese rumbo en un estilo menos dogmático-ideológico, más pragmático. Por eso el proceso de reforma que elimina los límites a la reelección indefinida se define en apenas unas horas”, constata Báez.

Noha Bullock, director de la ONG Cristosal, exiliado por la escalada represiva de Bukele

Según Chaguaceda, “en el caso de Ortega estamos ante un líder de origen revolucionario que regresa al poder por la misma vía que se fue, las elecciones, pero que no es un líder carismático, sino un hombre de aparato, un radical de izquierda que sí genera un culto y una propaganda, pero sin el carisma de los otros dos. En los tres casos el denominador común es la concentración del poder, pero Bukele creando de cero, alrededor de su persona, un movimiento muy nuevo que se convierte en partido. De manera que hay un grado de institucionalización mayor en el orteguismo, y después en el chavismo y en el bukelismo”.

Nuevos partidos

Bukele, alcalde capitalino por el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), no consiguió la candidatura presidencial por su antiguo partido, así que se lanzó a crear uno nuevo. Evo Morales, que también intentó perpetuarse en el poder con el apoyo entonces del Movimiento Al Socialismo (MAS) se maneja en la actualidad desde su movimiento Evo Pueblo, sin disimulos, para ser candidato en dos semanas, una tarea imposible.

Chávez intentó extender su socialismo del siglo XXI con la mezcla de carisma empujado por miles de millones de dólares de la bonanza petrolera. En cambio, Bukele ha conseguido ser el político más admirado de las Américas, hartas de corrupción y de inseguridad, sin gastar un dólar, pero a través de las redes sociales y de sus supuestos éxitos en las materias que tanto preocupan a los ciudadanos.

Nicolás Maduro heredó la estructura de poder construida por Hugo Chávez

“Chávez era un producto de las tradiciones del siglo XX: populismo y castrismo. Bukele es el primer mandatario del XXI”, sentencia Chaguaceda.

Los métodos de Bukele gustan en países como la Argentina y Ecuador, y además le salen replicantes por todas partes, dispuestos a conquistar a los electores con megacárceles, mucha mano dura, estados de excepción a la medida y gritos constantes contra la corrupción.

“Bukele estableció un modelo que vende como su marca personal de estilo de gobierno. Tiene una opinión dividida entre quienes están a favor de su gobierno y su proyecto político, apoyo capturado a través de supuestos resultados en el estado de excepción, lucha contra las maras y reducción de homicidios. En el exterior ven ese modelo como algo replicable para sus países, aunque por otro lado se denuncie un modelo nocivo en términos de democracia y derechos”, dice la exiliada nicaragüense Elvira Cuadra.

El dictador nicaragüense Daniel Ortega

Cuadra sabe de primera mano los peligros de esta vía al poder absoluto, en su caso con Daniel Ortega empeñado en construir una Corea del Norte en medio de Centroamérica.

Una vez impuesta la reelección, historiadores y politólogos repasan las maniobras en el pasado de Chávez y Maduro para avizorar cuáles serán los próximos pasos de Bukele.

César Báez lo tiene claro: “Lo siguiente debería ser un aumento en la persecución política, más presos políticos, más prensa independiente exiliada, mayor control gubernamental sobre la economía, distribución clientelar de cargos públicos, fusión entre el partido y el Estado y, finalmente, sumisión de la Fuerza Armada y de los órganos de seguridad, directamente vinculados al presidente”.

Una hoja de ruta que ya está implantada en Venezuela y Nicaragua, pese a que ninguno de los dictadores cuenta con el respaldo popular.

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