Será otra semana crucial, de nuevo, a todo o nada, para que el gobierno de Javier Milei pueda detener la sangría política y financiera que padece desde hace tres semanas y llegar menos frágil a las elecciones legislativas que se harán dentro de 34 días.
Ahora sí, la Argentina recurrirá al prestamista de última-última instancia para que ayude a la administración mileísta a salir de la espiral descendente en la que se metió, después de que otra asistencia extraordinaria del Fondo Monetario Internacional hubiera resultado insuficiente. La pérdida de más de 1100 millones de dólares de las muy escasas reservas en solo tres días activó todos los airbags y paracaídas del artefacto mileísta.
Toda la expectativa está puesta en que de la primera reunión bilateral entre el presidente Milei y su admirado par estadounidense Donald Trump, por celebrarse el martes en Nueva York, surjan señales si no un anuncio formal, de que los Estados Unidos ayudarán financieramente a la Argentina de manera excepcional, a través del Fondo de Estabilización Cambiaria (Exchange Stabilization Fund, EFS).
Eso es en lo que confía y con lo que se contentaría el Gobierno sabedor de que un desembolso efectivo se demoraría bastante más. El auxilio del amigo americano es el ansiolítico que el Gobierno proveyó antes de la apertura de la actividad bursátil, después del ruinoso cierre del viernes, y que necesita confirmar en forma urgente para mantener su efecto tranquilizador. Sobre los mercados y sobre la ciudadanía, que transitan la recta final del calendario electoral.
Milei y el equipo económico se ilusionan con que la demanda de dólares se reduzca ante la expectativa de que las reservas serían blindadas por la promesa de garantía del aliado más poderoso. Un valor simbólico antes que efectivo. Aunque se admite que el “hasta el último dólar” que Luis Caputo dijo estar decidido a usar para frenar la vertiginosa corrida solo podrá salir, por ahora, de los escasos billetes verdes disponibles del Banco Central.
El Gobierno apuesta al gesto de Trump, mientras la Casa Blanca se ha mantenido hermética al respecto, para ponerle coto a la hemorragia y que desde hoy haya un impasse más o menos durable, dado que la mayoría de los expertos considera que la asistencia norteamericana de ninguna manera tendría por fin sostener el actual esquema cambiario, sino algo más de fondo. Y la quema de billetes verdes no es un espectáculo que guste en Washington y menos en Wall Street.
El principal objetivo de la ayuda excepcional, dicen fuentes con llegada a la administración norteamericana, sería garantizar el pago de las multimillonarias deudas que vencen a partir de enero próximo y para las cuales hay serias dudas sobre si el país contará con los recursos para afrontarlas. Sin desmerecer tranquilizadores efectos cambiarios en lo inmediato.
Lo extraordinario de esta petición agónica al presidente de los Estados Unidos para que habilite un préstamo excepcional del Tesoro a la Argentina no son solo todas estas circunstancias de por sí inusuales.
Lo más peculiar es que en estas horas solo es considerado viable el salvataje porque en medio están dos presidentes excéntricos, que suelen saltarse reglas, usos y costumbres, en un contexto mundial extraordinario. Eso lleva a numerosos expertos a concluir que están en juego situaciones estratégicas y de geopolítica tanto o más que las cuestiones meramente de índole económico-financiero que hoy sacuden a la Argentina, pero que carecen de impacto global.
En tano, no faltan voces escépticas, aún luego de confirmado el encuentro de Milei con Trump y con el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Las dudas se basan tanto en los muy escasos antecedentes de asistencias de este tipo como en una condición incluida en los mismos dichos atribuidos al propio Bessent que, paradójicamente, alimentan las esperanzas de los optimistas.
En primer lugar se señala que durante su rauda visita a Buenos Aires, en abril pasado, el funcionario no expresó públicamente la garantía de una asistencia, sino que fue una frase que se dejó trascender.
Sin embargo, lo más relevante de esos supuestos dichos es que Bessent habría condicionado la ayuda a “un shock externo”. Y “no es eso lo que está ocurriendo. Por el contrario, la situación hoy es más favorable a los países emergentes, tras la baja de tasa en EE.UU.”, señaló un economista y exfuncionario con sólidos vínculos en Washington.
Esa es la gran diferencia de lo que ocurre acá y ahora con lo que sucedía a mediados de los 90, cuando el Tesoro asistió por última vez de manera significativa a un país. Fue al México del efecto Tequila, que había puesto en crisis a ese país, pero también afectado a toda la región.
Al mismo tiempo, se destaca que esta sería la cuarta ayuda de Trump a la Argentina, dado que fue el artífice de dos préstamos del FMI, por montos sin precedentes al gobierno de Mauricio Macri y uno a Milei este año, al impulsar una asistencia superior a la que sugería el staff del Fondo. En todos los casos, los incumplimientos fueron tolerados por la presión de Washington.
Condiciones exigentes
Así, ante las singularidades de la Argentina actual y su nuevo pedido de salvataje surge la semi-certeza en ámbitos económicos y de las relaciones internacionales de que es necesario moderar expectativas sobre el monto que podría otorgarse. Y, quizá más importante, que la asistencia seguramente estará sujeta a condiciones muy relevantes a las que el país debería someterse, entre las que estarán en juego recursos y posicionamientos estratégicos.
Sobre la cuantía del eventual desembolso, el exsubcretario adjunto del Tesoro Brad Setser advirtió ayer en su cuenta X que “En este momento circulan cifras descabelladas. Principalmente en la Argentina. El ESF solo cuenta con unos 22.000 millones de dólares en valores líquidos”, ante versiones de que el aporte podría ascender a los 30.000 millones de dólares.
En cuanto a las condiciones que figurarían en la letra chica aparece, en primer lugar, la relación con China por asuntos bastante más relevantes que su comercio bilateral con la Argentina y la región.
Los no a China
“Argentina es el único país de América latina y del G-20 que ha adoptado formalmente una política de reversión de la influencia de China. Hay una cercanía, que ya es una subordinación a lo que Washington solicita de sus ‘amigos’. Estados Unidos no quiere que se termine el comercio entre Argentina y China. Lo que quiere es más relevante estratégicamente”, señala el experto en relaciones internacionales Juan Gabriel Tokatlian.
“Estados Unidos y más aún Trump no quieren una relación estrecha militar y que esta sea una relación que involucre tecnología sensible. Y no quieren que China tenga acceso de manera significativa a recursos minerales, metales, tierras raras, gas y petróleo. Tampoco , que la expansión marítima china en el Atlántico Sur sea por vía de la Argentina. Lo mismo que el control del espacio exterior desde la base de Neuquén”, explica Tokatlian.
A eso el profesor de la Universidad Torcuato Di Tella agrega a que “Estados Unidos está buscando afanosamente en el mundo tierras raras y en este continente el que más tiene es Brasil, pero como con Brasil mantiene una relación hostil, Argentina es el mejor candidato. Por lo que no sería sorprendente una facilitación de acceso privilegiado a inversionistas estadounidenses en ese terreno. Lo mismo sucedería con el propósito de convertir a la Argentina en un epicentro del uso de energía nuclear para los centros de datos que demandan extraordinarios niveles de energía”.
En el plano económico-financiero, varios economistas coinciden en que el salvataje también tendría un propósito que excede las urgencias locales, los vínculos entre los presidentes y su afinidad ideológica.
En ese punto aparecería la intención de despejar muchas dudas que sobre la capacidad de pago de la Argentina de los aproximadamente 18 mil millones de dólares que vencen en 2026. Lo que sí tendría impacto fuera de las fronteras argentinas. Un posible default asusta a todos.
Ante esa referencia cobra relevancia el antecedente del aporte del Tesoro a México en 1995, ya que sucedió a la crisis que se desató en ese país tras la devaluación del peso mexicano y provocó lo que se conoció como el Efecto Tequila, que afectó a varios países de la región, incluida la Argentina. Algo similar no se avizora en el horizonte cercano, pero mejor prevenir.
El antecedente tiene otras aristas que adquieren significación ahora y se vincularían con las variables extrafinancieras antes mencionadas y las condicionalidades que podrían emanar del aporte.
“En otras circunstancias EE.UU. no otorgaría una ayuda así, pero con Milei y Trump es posible. De todas maneras, es difícil imaginar que van a aportar dólares para sostener el actual sistema cambiario de bandas. Lo más probable, es que sea para dejar flotar el dólar”, advierte el economista Martín Rapetti.
Como se sabe, eso han tratado de evitar Milei y el equipo de Luis Caputo, ya que, al menos de arranque, empujaría más hacía arriba la cotización del dólar. Por eso tampoco habría efectividades conducentes antes del 26-O. Sólo anuncios.
En línea con las probables exigencias mencionadas por Tokatlian, Rapetti recuerda que la ayuda a México se otorgó contra exportaciones de la empresa petrolera estatal Pemex. Para tener en cuenta. Difícil, que algo similar no sea parte de lo que se exija, pero más difícil será que si se acuerda que eso se conozca antes de las elecciones. Ahora solo es tiempo de dar buenas noticias.
En este punto, otro agudo observador se pregunta “si influirá hoy que no hay certezas que pueda dar Milei a los Estados Unidos de que podrán cumplirse las condiciones que le imponga a la Argentina. Tanto por la minoría agravada que tiene ahora en el Congreso como por la incertidumbre electoral tras la derrota en las elecciones bonaerenses y la corrida cambiaria”.
Los optimistas señalan que la relación entre Milei y Trump salvará esas prevenciones y mencionan un detalle clave “un préstamo del ESF no necesita de aprobación por parte del Congreso de los Estados Unidos”.
Así, la expectativa creada por lo que suceda en Nueva York en las próximas 72 horas obliga al Gobierno a poder hacer anuncios más que contundentes. Si los concreta, luego se planteara la disputa electoral entre dos narrativas.
La campaña del Gobierno se basará en que logró salir de otra encerrona para recrear la expectativa y darle sustento al nuevo lema proselitistas: “El esfuerzo valió la pena”, capaz de disimular un nuevo endeudamiento, que sería bastante más que financiero.
En este contexto frágil y volátil, la oposición (envalentonada, en general, y peligrosamente sobregirada, en el caso del kirchnerismo) buscará poner el foco en los efectos negativos del programa económico, y, también, en los nuevos compromisos asumidos que afectarían recursos nacionales y, según los más susceptibles hasta aspectos soberanos.
Pero eso llegará después. A Milei le urge que hoy mismo empiecen a calmarse todas las plazas. Será otra semana a todo o nada, esta vez, entregados al amigo americano.