Ousmane Dembélé: de los consejos de Messi a su posición más cerca del gol para ser Balón de Oro

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Por una vez en 69 años de celebraciones, París, además de ser epicentro de la fiesta, también se quedó con los principales premios. Consagración local con proyección global. Todo gracias a la estupenda temporada 2024/25 de Paris Saint-Germain. Con Ousmane Dembélé entronizado con el Balón de Oro en la categoría futbolista, PSG arrasó con un póker al quedarse con las distinciones a mejor equipo (campeón de la Champions League, Ligue 1 y Copa de Francia), director técnico (Luis Enrique) y arquero (Gianluigi Donnarumma).

Dembélé se impuso a Lamine Yamal (Barcelona), que por segundo año consecutivo se llevó el Raymond Kopa, creado para el mejor jugador sub 21. A los 28 años, el delantero formado en Rennes y captado por Borussia Dortmund cuando tenía 19, convenció a la mayoría del jurado -100 periodistas, uno por cada país de los 100 primeros del ranking FIFA- con sus 35 goles y 16 asistencias en 53 encuentros para obtener cuatro títulos en la temporada pasada.

Siendo un muy buen delantero -integró el plantel de Francia campeón del mundo en 2018 y pasó inadvertido en la final de 2022 frente a la Argentina-, la carrera de Dembélé no parecía tener rumbo hacia un Balón de Oro. De hecho, nunca había quedado entre los 30 futbolistas finalistas. Y en su primera nominación se abrió paso hasta la cima.

En Francia hubo una oleada para promover la candidatura de Dembélé al Balón de Oro. Desde el cántico “Dembélé, Ballon D’or” en el estadio Philippe Chatrier de Roland Garros, al que visitó con la copa de la Champions League, hasta el reconocimiento público de sus dos entrenadores, Luis Enrique y Didier Deschamps, de que era el indiscutido merecedor del premio. Bajo ese ambiente, se constituyó en el primer francés en ganar el Balón de Oro en un equipo de su país, desde que Jean Pierre Papin lo consiguiera en 1991 con Olympique de Marsella. Y en el sexto francés en general de una lista que integran Raymond Kopa, Michel Platini (tres), Zinedine Zidane y Karim Benzema.

De sus condiciones y capacidades para gambetear en velocidad y abrir defensas nunca hubo dudas. Ya lo dijo hace muchos años Johan Cruyff: “No hay sistema táctico que aguante una gambeta”. Los interrogantes que despertaba estaban relacionados con su maduración profesional tardía y la discontinuidad a causa de las lesiones. Daba la sensación de potencial desaprovechado, de que desperdiciaba oportunidades para ser mejor de lo que insinuaba.

En sus seis años en Barcelona, que lo convirtió en su compra más alta de la historia con 105 millones de euros más 40 en variables, solo disputó el 54 por ciento de los partidos posibles. Sus músculos se rompían a cada rato. Y las causas había que buscarlas en su tiempo libre: comida chatarra, trasnoches de videojuegos en su casa en reuniones de amigos, mal descanso, llegadas tardes a los entrenamientos. Barcelona había invertido mucho dinero en él y se ocupó de encarrilarlo: le puso un cocinero, lo obligó a cumplir horarios y a llevar una vida de deportista de élite.

En esa reconversión, Dembélé valoró recientemente unos consejos de Lionel Messi, con quien compartió tres años en el plantel catalán. Y cercanía en el vestuario, con los casilleros para la indumentaria de cada uno contiguos. “Messi me dijo que debía ser más serio si quería alcanzar mis sueños. Desde entonces empecé a observarlo y a aprender de cada detalle de su juego. Desde el primer día tuve una gran conexión con él. Me dio muchas recomendaciones y siempre supo detectar qué necesitaba en cada momento. Para mí es el más grande, alguien único. Estoy feliz y orgulloso de haber jugado con él”, expresó quien es apodado Mosquito.

Con Lionel Messi compartió tres años en Barcelona

Messi, agudo observador del juego, sabía que Dembélé podía ser un socio futbolístico importante para su obsesión de seguir ganando títulos. En los primeros días del francés en Barcelona lo observaba sentado sobre una pelota y charlaba con Jon Aspiazu, por esa época el segundo entrenador, sobre cuál era la mejor manera para aprovechar su velocidad. Intuía que ahí había un diamante a pulir, a corregirle sus distracciones y la toma equivocada de decisiones. Seguramente Messi todavía debe tener en la memoria la clara situación de gol que Dembélé desperdició para que Barcelona se pusiera 4-0 ante Liverpool por la Champions League. La victoria quedó en 3-0 y en Anfield Road sobrevino la debacle y eliminación.

Se fue de Barcelona a Paris Saint-Germain con una enseñanza: “Me volví más profesional en mi dieta, en la vida en general”. Hijo de inmigrantes de Senegal y Mauritania radicados en la Normandía, el día a día de Dembélé se disciplinó más a partir del casamiento de hace dos años en Marruecos -en absoluta reserva, en línea con su bajo perfil- y del nacimiento de un hijo. Javier Pietro Santos, editor de la revista So Foot, hizo una interpretación de los cambios que iba experimentando: “Fue padre, se dejó el bigote. Y no sé si fue coincidencia, pero maduró”.

Mac Allister cruza a Dembélé durante el partido entre Liverpool y Paris Saint Germain por los octavos de final de la Champions League

Con otra cabeza en lo personal, el estirón futbolístico lo terminó de dar con Luis Enrique. Dembélé fue un “beneficiario” de la salida de Kylian Mbappé a Real Madrid. Como pretendía el DT español, el sistema de juego dejó de orbitar sobre Mbappé para hacerse más colectivo con una variante posicional trascendente: Dembélé dejó la banda para ubicarse en el centro del ataque, como un falso centro-delantero, ya que por sus características nunca será una primera punta de área, si es que sigue existiendo este tipo de N° 9.

Los planetas se alinearon para dar a luz la mejor versión del Mosquito: se asumió como un futbolista con una vida sana y responsable, y se encontró con el entrenador que lo rodeó con el ecosistema adecuado, con Vitinha, João Neves y Fabián Ruiz por detrás, y con Kvaratskhelia y Doué o Barcola intercambiando posiciones en ataque, sin olvidar las dos turbinas que son Hakimi y Nuno Mendes en las proyecciones.

“Los esfuerzos de un N° 9 no son los mismos que en la banda. Muchas veces no hay más que finalizar, empujar a un toque. Cuando se recibe la pelota en el eje de la cancha solo hay que eliminar uno o dos jugadores antes de rematar o asistir. En la banda hay que superar al lateral que te marca, al pivote, al central… Cuando se llega al área ya no se tiene esa lucidez. En el medio es mucho más fácil. Sobre todo, cuando el equipo juega bien colectivamente y tus compañeros te ayudan”, fue el amplio análisis que hizo de su nueva función, en la que hizo ¡29! goles más que en la temporada anterior (23/24).

Dembélé junto a Vitinha y Luis Enrique, listo para levantar la copa de la Champions League

Cambiado en lo futbolístico, toda la pompa del Theatre du Châtelet de París no modificó la sencillez de cuna de Dembélé, que, a diferencia de otras celebridades futbolísticas enfundadas en esmoquin o traje, asistió con un saco y una camisa con cuello mao desabrochado. Sin levantar el tono de voz y con una emoción contenida, dio los agradecimientos habituales: a su familia, los compañeros, el club.

Este Balón de Oro despeja todos los enigmas que perseguían a Dembélé. Quizá solo quede uno, que lo acompañará hasta su retiro, y que tiene origen en la pregunta que le hizo un reportero cuando ya era una promesa en Rennes que controlaba la pelota con las dos piernas. ¿Cuál de las dos es la más hábil? “Soy zurdo, pero uso la pierna derecha porque me encanta”, respondió. En eso sigue siendo igual.

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