Pablo Matera, Santiago Carreras y Chocobares, los emblemas de una victoria colectiva que entró al álbum Puma

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En un triunfo el mérito siempre es colectivo. Sobre todo en un equipo tan solidario como los Pumas, en el que rige el lema “uno para todos y todos para uno”. Sobran las muestras sobre ese juramento tácito. Los veintitrés jugadores seleccionados para afrontar la revancha contra Nueva Zelanda, correspondiente a la segunda fecha del Rugby Championship, han mostrado la disposición, sin vacilaciones, de dejar la piel por el compañero y por la causa. No obstante, el primer éxito en la historia del seleccionado argentino en tierra propia contra los fenomenales All Blacks tiene símbolos salientes: Santiago Chocobares, Santiago Carreras y Pablo Matera.

El primero lo hizo jugando desde el comienzo, como centro; el segundo, sumándose desde el banco al cuarto de hora por una lesión del apertura titular, Tomás Albornoz —de gran comienzo en la conducción del equipo—, y el tercero, haciendo lo de siempre, con bravura y presencia.

La providencia puso a prueba a Santiago Carreras y el cordobés cumplió eficazmente. Redondeó un excelente rendimiento, tomando el papel de conductor y asumiendo también la responsabilidad de patear a los palos, función que cumplía su reemplazado. A Carreras, el fullback que por un par de años ofició de apertura, no le pesó el reto. No lo amilanó entrar con el partido en curso y por un hombre que pintaba como para ser la gran figura. Se mostró sobrio, seguro, incisivo y muy preciso en los remates a los palos. En el tramo final, cuando Nueva Zelanda se lanzó desbocado a remontar el tanteador y achicó la diferencia mediante un try de Samisoni Taukei’aho a menos de quince minutos de la chicharra, el hombre surgido en el club Los Pampas, de Rufino, frenó el entusiasmo de los hombres de camiseta negra y botines amarillos para asegurar la victoria.

El festejo del histórico triunfo de los Pumas ante los All Blacks: el primero en suelo argentino.

El marcador estaba 26-20 y los All Blacks habían olido sangre, y cuando huelen sangre… Un off-side grande como el estadio José Amalfitani le dio la oportunidad al número 22 de asegurar los cuatro puntos para la tabla de posiciones y de trascender hacia los libros de historia por acertar ese último penal, el que saldó la última deuda de los Pumas: vencer a los All Blacks en tierra argentina. Aquella hazaña que se le escapó al equipo del ’85, cuando un empuje repentino del scrum le arrebató la pelota de las manos a Ernesto Ure, octavo de CUBA, que ya se relamía junto al in-goal en la cancha de Ferro, fue por fin concretada, 40 años más tarde en la de Vélez.

Santiago Carreras, el resto del plantel y los 32.221 espectadores siguieron con la vista el tributo de la pelota atravesando la hache por el medio, y el back se largó al festejo. Ya no había mística, furia ni arrebato que posibilitara a los visitantes salvar la ropa.

Por su parte, Chocobares influyó con otra importante cuotaparte. Como Matera, otro incansable titán, al que, cuando se hizo de la pelota y tomó envión, no hubo dios que pudiera frenarlo. Su enjundia resultó determinante para uno de los tries. El tercera línea lideró al pack y fue un faro para el resto. Pero los quiebres, sobre todo en la etapa inicial, cuando mandaban los muchachos de negro en el tanteador, fueron de Chocobares.

Santiago Chocobares, la exuberancia física de los Pumas

En varias ocasiones, el santafesino partió al medio la sólida defensa neozelandesa. El potente centro de cabezal negro, botines amarillos fluorescentes y muñecas vendadas, tuvo la virtud de abrirse camino entre gigantes y poner el juego adelante. En el primer período debió dejar la cancha por diez minutos, en un cambio temporal, como consecuencia de un golpe. Pero al regreso siguió con ese ritmo y con la intención de cargarse a todos los tres cuartos que salieran a su paso.

El centro de Stade Toulousain no terminó el partido, porque unos minutos antes de que sonara la bocina lo reemplazó otro toro: Justo Piccardo, jugador de San Isidro Club. Y al finalizar el match, desde la línea del costado, Chocobares se hizo la señal de la cruz, levantó el brazo derecho y comenzó un sereno festejo, como sus compañeros.

Santiago Carreras anotó 13 puntos, todos con su pie derecho

Sucede que esta victoria, que tanto esperaba el rugby argentino, llegó por decantación. No sorprendió. Estaba al caer. Hubo saltos y cantos, claro, pero sin grandes alardes ni mucho menos desbordes. Porque los Pumas ya están como para cosas más grandes que éxitos circunstanciales sobre las máximas potencias. Eso, aun cuando ganarle a Nueva Zelanda en casa era una cuenta pendiente.

El párrafo final es para los vencidos. Respetuosos de sus vencedores, se quedaron en la cancha hasta que el último de los Pumas dejó de celebrar y rumbeó hacia el túnel. Eso es grandeza. El resultado, para ellos, es circunstancial.

El resumen del histórico triunfo de los Pumas

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