“Pasos en la noche (2050)”: el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín viaja a un futuro distópico

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En unos años llegaremos a la mitad del Siglo XXI. Lo que para el compositor argentino Eduardo Rovira era un futuro lejano en 1962 ya está a la vuelta de la esquina.

El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín –dirigido por Andrea Chinetti y Diego Poblete– pondrá en escena un proyecto del bandoneonista que estaba pendiente desde su composición ad hoc. Rovira había creado para la compañía la suite para ballet Pasos en la noche y hasta hoy no se había podido concretar el proyecto. Primero Ana Itelman lo tuvo entre manos. Años después, Oscar Araiz. Hoy, con la excusa del centenario del nacimiento del compositor, se lograron alinear los planetas para ponerlo por fin sobre el escenario como una creación coreográfica y teatral.

Lis Estaras vuelve a trabajar con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín tras la experiencia de

Quien tomó la suite y la instaló en los cuerpos del Ballet Contemporáneo es Lisi Estaras, coreógrafa argentina residente en Bélgica, que ya trabajó con la compañía en SapiensRabia, en el 2018. “Conocía a la mitad de los bailarines y me parece muy linda la dinámica que generan las distintas edades, porque es algo que a mí me sirve mucho. Hace siete años tal vez no tenía experiencia de trabajar con un grupo tan numeroso -recuerda Estaras-, pero en este último tiempo hice más cosas con grupos grandes: es una obra para 24 bailarines. Es un montón. Y es hermoso”.

Las grabaciones de Rovira con su bandoneón y su agrupación de tango moderno circulan en las plataformas digitales y desde allí fueron retomadas por el quinteto Sonico, basado en Bruselas. Y esas nuevas grabaciones fueron, a su vez, intervenidas por el compositor Gabriel Chwojnik, que hilvanó las piezas de la suite junto a otra música original e incidental.

Este estreno largamente esperado, que tendrá siete únicas funciones en el Teatro Coliseo, plantea en 70 minutos una fuerte presencia del texto de las dramaturgistas Victoria Roland y Sara Vanderieck, literalmente en escena bajo la forma de carteles informativos que el público debe leer en simultáneo. Desde las alturas llueven frases que preguntan, a quien se sienta interrogado, sobre todos esos mandatos. “Es una voz que está en escena -señala Estaras-, pero no necesariamente una voz de la que los bailarines están conscientes”.

La música de Rovira genera un terreno inestable y desconocido que desarma el aislamiento y genera encuentros en la pista, que conserva el sentido de circulación, como en una milonga o una fiesta de cuarteto cordobés.

Cabe recordar que el trabajo que Estaras realizó en 2018 con esta compañía estaba sugerido para espectadores mayores de 13 años. Si bien ahora no hay una recomendación en ese sentido, contiene extensas escenas de innegable connotación sexual. “Para mí, es para todos los públicos. Yo tengo una hija adolescente, que ve cosas en esta índole. Y también más provocativas”, opina la coreógrafa.

Estaras trajo las ideas en la valija y trabajó cinco semanas para el montaje del conjunto. “Vine con un script bastante cerrado y a la vez bastante ambiguo. Como siempre, en mis coreografías hay lugar para la creatividad y para la discusión con los intérpretes, porque son obras que tienen que salir a defender en el escenario», observa.

Sobre la demanda interpretativa, Estaras señala:

En la suite de Rovira, hay un clima de celebración latente, que a veces encuentra momentos triunfales. Un clima que festeja no solo el centenario del compositor, sino también la existencia de una compañía de estas características en tiempos de zozobra. “Sentí que íbamos por el mismo camino y con muchas ganas. Son bailarines de un virtuosismo raro de encontrar. Y eso, combinado con este material, es fascinante para mí. Son muy generosos y muy distintos entre sí. Pero como grupo funcionan muy bien», subraya Estaras.

Con un lenguaje muy expresionista que puede remontarse atrás, tanto al cine mudo como a los primeros cancionistas de tango, y lógicamente hacia adelante, porque la obra se sitúa en el año 2050, este futuro distópico es, no obstante, optimista a los ojos de la coreógrafa. “Ojalá el año 2050 sea así -reflexiona-. Estaría bien porque creo que hay una lucha. Es un pueblo que tiene una bandera que está retornando a un lugar. Ojalá los pueblos retornen a su lugar y puedan festejarlo de esta manera”.

Para agendar

Pasos en la noche (2050), de Lisi Estaras, por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Del 3 al 7 de septiembre, y el 11 y 12 de septiembre, a las 20, Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). Entradas desde $12.000.

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