El agua brota en pequeños chorros desde el centro de la fuente de cerámicas azules. A su alrededor, las sombras de la pérgola blanca se proyectan en franjas sobre los pisos rojizos, donde cada azulejo tiene un dibujo distinto. En el borde circular, entre flores amarillas y azules, se lee la inscripción que resume el espíritu de este espacio: “A la caballerosa y opulenta ciudad de Buenos Aires en testimonio de comunicación espiritual, Sevilla ofrece esta muestra de la industria de Triana, el barrio de los laboriosos alfareros y de los intrépidos navegantes”. Casi un siglo después de haber llegado en barco desde España, el Patio Andaluz del Rosedal de Palermo volvió a abrir este fin de semana restaurado, tras un proceso que buscó devolverle su esplendor sin alterar la huella del tiempo.
A pasos del lago y de los senderos cubiertos de rosas, la reapertura reunió a autoridades y especialistas que trabajaron en la obra y dialogaron con LA NACION. Ignacio Baistrocchi, ministro de Espacio Público e Higiene Urbana, lo definió como un rescate necesario: “Este es uno de esos lugares divinos que la gente no conoce tanto. Nos parecía importante que pudieran descubrirlo y mostrarlo. Lo pusimos en valor. Tiene casi cien años, fue traído desde España en 1929 y con el tiempo la estructura se había desgastado. Es una donación del Gobierno de Sevilla. Creíamos que valía mucho la pena restaurarlo y trabajamos en conjunto con la comuna, que se ocupará del mantenimiento posterior. Dejamos incluso un manual armado. Yo vi el cambio completo y el trabajo es espectacular. Es parte del patrimonio de la ciudad, algo que nos distingue en Sudamérica”.
El Patio Andaluz fue inaugurado el 13 de octubre de 1929, en una ceremonia que vistió al Rosedal con banderas argentinas y españolas. Su origen se remonta a 1923, cuando el intendente Carlos Noel convocó al paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier, de gran trayectoria en Sevilla, para asesorar sobre los parques porteños. Entre sus propuestas figuraba la creación de un “jardín español” en el acceso al Rosedal. Al mismo tiempo, el Círculo Andaluz de Buenos Aires impulsaba gestiones con el Ayuntamiento de Sevilla para concretar un espacio que evocara las raíces de la colectividad. El arquitecto Juan Talavera proyectó una glorieta inspirada en el patio-jardín del Asilo de los Venerables Sacerdotes, en la judería de Sevilla.
Los materiales comenzaron a llegar en 1926 a bordo del buque Mont Genèvre: columnas, herrajes, mosaicos y azulejos que, una vez desembarcados, fueron trasladados a Palermo. El nieto del célebre paisajista francés, Carlos León Thays (h), estuvo a cargo de la obra y debió adaptar el diseño a un terreno más reducido que el previsto originalmente. Para levantar el Patio hubo que demoler el Pabellón de los Lagos, una construcción de 1899 que funcionaba como salón de banquetes y eventos sociales, pero que ya estaba abandonada.
Desde entonces, la pieza sevillana se convirtió en un ícono del Parque 3 de Febrero. En sus cerámicas no solo quedaron representadas escenas del Quijote, sino también la propia historia de su llegada a Buenos Aires: dibujos muestran cómo se prepararon las cajas en España con la inscripción “Parque de Palermo” antes de embarcarlas hacia el Río de la Plata. Con el correr de las décadas, el Patio sufrió el impacto de la intemperie, las lluvias y las raíces de los árboles. Varias mayólicas se partieron, las olhambrillas se levantaron y el piso comenzó a hundirse en sectores. La pérgola, cubierta de vegetación, cargaba con el peso de las plantas y del agua acumulada.
“El Rosedal es uno de los lugares más emblemáticos que tenemos, no solo en Palermo, sino en toda la ciudad y la región. Desde 2012 conserva el Premio del Jardín de Excelencia, otorgado por la Federación Mundial de Rosas, y es el único en Latinoamérica que lo mantiene. Todos los años vienen a inspeccionarlo y destacan cómo mejora. Entre sus atractivos están el puente griego, el Jardín de los Poetas y, sin dudas, el Patio Andaluz. Era una lástima que se fuera deteriorando”, explicó Martín Cantera, presidente de la Comuna 14, para quien la obra tuvo un valor adicional: “Esta restauración no es solo puesta en valor, sino una protección del patrimonio de la ciudad”.
La recuperación del Patio Andaluz también se inscribió en un plan más amplio de conservación en el Parque 3 de Febrero. En ese contexto, Jorge Macri, jefe de Gobierno porteño, expresó: “Cuidamos nuestro patrimonio cultural porque es fundamental para la Ciudad. Ya restauramos completamente el Patio Andaluz y, muy cerca, también en el Parque 3 de Febrero, estamos avanzando con la ampliación del taller del MOA, Monumentos y Obras de Arte, un espacio de la Ciudad donde se recuperan las esculturas del enorme museo a cielo abierto que es Buenos Aires”.
El Subsecretario de Paisaje Urbano, Juan Vacas, repasó los problemas detectados al iniciar la intervención: “Todo un sector hubo que desmontarlo porque la loza había cedido y debajo había aire. Se rehizo por completo. También el techo tuvo problemas grandes por el peso de las plantas y el agua retenida. Se cambió el sistema de iluminación, que mantuvo el diseño original pero pasó a LED cálido. El gran trabajo fue sobre los elementos cerámicos: en los casos donde teníamos documentación se repuso el dibujo, y donde no había información, se dejó la laguna. No hubo interpretaciones nuevas. Fue una restauración respetuosa de lo que llegó hasta hoy”.
Silvia Sánchez, arquitecta a cargo de la obra, explicó que muchas piezas tenían intervenciones anteriores realizadas con materiales plásticos que fue necesario retirar cuidadosamente con bisturí. Después se reforzaron las uniones entre las piezas, se repusieron ladrillos y se corrigieron las bases. “En algunos casos hicimos réplicas con tecnología actual, en otros consolidamos piezas gastadas para que sigan estando. El desafío fue encontrar el equilibrio entre lo que se reemplaza y lo que se mantiene”.
Ese criterio se aplicó a todo el conjunto. Juan Vacas detalló que “se relevó todo el piso, pieza por pieza, y se guardó una original de cada modelo en el MOA, Monumentos y Obras de Arte, para asegurar reposiciones futuras”. Sánchez completó: “En las cuatro esquinas se diferenciaron piezas nuevas de las viejas, pero sobre una base sólida. La búsqueda fue siempre un equilibrio: dejar piezas gastadas, pero consolidadas, y reponer solo las que estaban irrecuperables”.
El equipo descartó cualquier invención. “Donde no había documentos o fotos, dejamos las lagunas. No podíamos replicar algo sin respaldo histórico”, enfatizó Vacas. Sánchez coincidió: “No inventamos nada. Lo importante era conservar con respeto lo que nos llegó”. Entre los hallazgos, los especialistas notaron que los sapos de bronce que ornamentaban la fuente estaban desaparecidos. “Se hicieron réplicas con una pátina adecuada y ahora hay ejemplares de repuesto”, dijo la arquitecta. En cuanto a los colores, el azul de los azulejos fue motivo de múltiples pruebas: “Estamos muy contentos con haber logrado el azul original. Se documentó con precisión para que en futuras reposiciones se respete. Llegamos a hacer hasta 25 pruebas de esmalte hasta encontrar el tono exacto”.
El trabajo se extendió también a elementos menos visibles pero esenciales: drenajes subterráneos, bases de bancos, corrección de desniveles y consolidación de estructuras ocultas. “Se hicieron pozos de dos metros de profundidad para que el agua no se acumule y proteja las piezas”, explicó Vacas. La reapertura incluyó la restauración de la fuente central y otra secundaria, ocho escaleras, la pérgola, barandas de hierro, ocho bancos interiores, cuatro exteriores y una docena frente al lago. La intervención buscó devolverle esplendor, pero también garantizar su inmortalidad. “Hubo reuniones entre quienes restauraron y quienes harán el mantenimiento. Se desarrolló un manual de cuidado para asegurar que este patrimonio perdure en el tiempo”, señaló Cantera.
“Estamos muy contentos de haberlo recuperado. Es patrimonio cultural, es historia y es parte del Rosedal, que cada año recibe miles de visitantes. Lo importante es que perdure para las próximas generaciones”, afirmó Baistrocchi. Casi un siglo después de su inauguración, el Patio Andaluz vuelve a abrir restaurado, con sus mosaicos sevillanos recuperados y las huellas del tiempo presentes en equilibrio, como símbolo de la unión histórica entre Buenos Aires y Sevilla.