Pichón Baldinu, con nuevo show: sus inicios en el under, la vez que se colgó del Obelisco y el éxito con una ayuda de Leonardo DiCaprio

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En el Polo Cultural y Deportivo Saldías todo es movimiento. El ensayo en la enorme sala con capacidad para 900 espectadores reúne a un equipo de actores, técnicos, coreógrafos, escenógrafos, músicos. De golpe, un actor camina, salta y vuela por los aires dentro de una gigantesca pelota de fútbol transparente. Puro teatro físico: la impresión es la de estar en una fiesta de los sentidos. Pichón Baldinu le está dando los últimos retoques a su nueva creación. Faltan pocos días para el estreno y él sintetiza su búsqueda con una definición. “Me alucina poner en el aire cuerpos que transmiten un sentimiento y que juegan con el público a la par. Cuando los cuerpos llegan al límite de la euforia, vivo el éxtasis”.

El realizador, que fue uno de los fundadores del grupo de experimentación teatral La Organización Negra, que recorrió el mundo entero con el espectáculo Villa Villa, de De la Guarda, que hizo trabajos que van desde el diseño aéreo para el musical Tarzán en Broadway hasta la puesta en escena del regreso en vivo de Charly García en Vélez y el Luna Park, tiene un desafío importante. Su nuevo espectáculo, titulado sugestivamente Hincha! Ritual show, propone un viaje hacia el universo pasional y arrebatado del hincha de fútbol, siempre en los bordes y siempre contradictorio, una dimensión a la que accedemos cada vez que seguimos entre la devoción y el sufrimiento a nuestro equipo favorito.

“Este espectáculo habla del ser humano en estado salvaje. El hincha es un universo que tiene lo más bello y lo más feo de las personas y que se escapa de las convenciones. En algún punto, lo veo como al ser en estado infantil, en su máxima pureza, sin contaminación”, explica Baldinu, quien debió atravesar una serie de peripecias para darle espesor al ambicioso proyecto. Al comienzo fue fundamental dar en la tecla con un espacio que se adaptara a las necesidades artísticas. “En todos mis espectáculos, el lugar es clave porque se convierte en un elemento escénico, varía durante el show e incluye al espectador que está activo. Quedé fascinado con este predio por la mística y porque además tiene una cancha de fútbol”.

Pichón Baldinu se entusiasma con su nuevo espectáculo, Hincha!, que aborda la pasión animal del ser humano y está inspirado en los festejos por el triunfo de la Argentina en el Mundial 2022

Como un sello de sus propuestas, el desplazamiento aéreo, la utilización de escenarios no convencionales, el clima inmersivo y la interacción directa con el público también formaron parte del andamiaje artístico de Hincha!. Él lo explica así: “El teatro aéreo siempre está presente, es lúdico, forma parte de mi lenguaje y lo utilizo porque representa al ser humano viajando por las emociones. Después de vivir los festejos del último Mundial, el aire es directamente la locura”. Según el director, la visceralidad de esta propuesta teatral y futbolera tiene ecos de Villa Villa, espectáculo que vibraba con el vuelo de acrobáticos actores y con la participación exaltada del público. “Acá no está tu club jugando, acá estamos nosotros jugando”, advierte a los hinchas. “Va a ser un reto hermoso conquistar a los espectadores”.

Me verás volar

Pichón Baldinu tiene una larga trayectoria como pionero de un género que renovó la escena, cruzando el teatro con la música, la tecnología, la danza aérea, la ingeniería. La precuela -y a la vez el elemento disparador- de su trabajo sucedió en 1984, cuando viajó a Córdoba junto a sus compañeros de segundo año del Conservatorio de Arte Dramático para ver el espectáculo Accions, de la compañía catalana La Fura dels Baus. Como un choque de planetas, Baldinu, que por entonces tenía 18 años y que venía de estudiar durante la dictadura en un colegio de curas, presenció un espectáculo incendiario que le cambió la vida por completo. Desde ese momento, supo que no quería ser un actor de teatro tradicional o de cine. “La Fura se presentaba en el patio de un colegio, un lugar anticonvencional. Uno de sus integrantes, que solo vestía un pantalón corto y borceguíes, bajó con una antorcha que cayó al lado mío y casi me prende fuego. No podía creer la estética punk de la compañía, el manejo escénico, la temática, los actores. Me voló la cabeza, no podía ponerlo en palabras”. A partir de esa experiencia, el colectivo de estudiantes se puso a indagar en un nuevo lenguaje y en la fricción con el espectador. Así, con la primavera democrática y los vientos de cambio como telón de fondo, Pichón se convirtió en uno de los fundadores del rupturista La Negra, antecedente directo de La Organización Negra, grupo de culto de la década de 1980, con legendarios shows, intervenciones y performances callejeras.

-¿Qué cosas tomaron de La Fura y en qué aspectos crearon su propia identidad?

Rescatamos lo inmersivo de ellos. Antes no se lo llamaba así: le decían teatro de choque. Pero nosotros inventamos varias cosas. Hacíamos simulacros de fusilamientos en la intersección de avenidas. Uno tiraba cañitas voladoras y todos nos caíamos como si nos hubieran ametrallado. La perfo duraba lo que duraba el semáforo en rojo. Era fuerte, veníamos de la dictadura.

Uno de los ensayos de Hincha!, el nuevo espectáculo de Pichón Baldinu;

-¿Cómo reaccionaba la gente?

-La gente no entendía. Nosotros lo llamábamos teatro de guerrilla: tirábamos una bomba artística que duraba segundos y unos panfletos con una receta de fainá por ejemplo. En otra acción, éramos enfermeros que llevábamos a un paciente con una cabeza de chancho en una camilla, le hacíamos respiración boca a boca mientras gritábamos: ¡Se nos va, se nos va!

-¿Tenían resistencias desde el teatro tradicional?

-Al revés: todo el mundo se corría hacia el under porque ahí se cocinaba algo muy atractivo. Nosotros nos encontrábamos mucho con Batato Barea, Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese o con las chicas de Gambas al Ajillo. Y el público también estaba abierto a lo nuevo, a lo diferente. En el Parakultural o en Cemento surgía una contracultura creativa y fuerte. Por eso el under tuvo un lugar tan copado.

-¿Y estaban cerca del rock?

-Sí, muy cerca porque Omar Chabán (dueño de Cemento) nos convocó para hacer un espectáculo (UORC) los jueves con La Organización Negra. Aunque no era una noche en que se saliera, el público se prendió y había filas larguísimas. Un jueves nos presentamos antes de Sumo. En un video, aparece Luca Prodan saltando con las chispas de las moladoras de nuestro show. También nos cruzábamos mucho con Los Redondos, Soda Stereo, Los Twist, Clap. Diego Frenkel es un hermano del alma.

-Hay investigaciones y ensayos académicos sobre La Tirolesa, el último espectáculo de La Organización Negra, en el que se colgaron con arneses del Obelisco en 1989. ¿Se daban cuenta de la épica del show?

-Sabíamos que estábamos haciendo algo que nunca se había hecho, pero la verdad es que estábamos ahí sobreviviendo. Ese espectáculo fue un milagro porque en 1989 era imposible conseguir el Obelisco.

-¿Cómo recordás el espectáculo?

-Salimos de los ventanales del Obelisco y descendimos por dos paredes laterales. Yo me colgué del lado sur del Obelisco, una experiencia increíble con música en vivo y cortina de agua. Fueron dos presentaciones en un contexto delirante: estábamos en plena hiperinflación, era imposible conseguir los cables de acero para volar porque todos los días cambiaban de precio y nadie te los quería vender.

Del under al mundo

Después de la separación de La Organización Negra, vino la diáspora. Junto con Diqui James, Pichón Baldinu fundó en 1993 la compañía De la Guarda, con una propuesta que ensanchaba aún más el campo de acción: su lenguaje combinaba la acrobacia, el andinismo, el fuego y el agua con lo festivo, el desenfreno y un trabajo que apuntaba al impacto sensorial en obras como Villa Villa y Doma. Pero lejos de la historia romántica y lineal del éxito instantáneo del grupo, debió remarla contra viento y marea, sobre todo en los primeros tiempos, cuando se presentaba en Prix D’Ami.

“Cuando se terminó La Organización Negra, decíamos: ‘Ya estamos grandes, ahora qué vamos a hacer’. Había que parir una nueva compañía. De la Guarda significó empezar de nuevo desde cero, con sacrificio y sin un peso. Por eso, titulamos a la obra como Villa Villa. Era como decir: hacelo igual, no parés, armalo con lo que tengas a mano. Eso nos motivó a continuar. Fue una inversión muy fuerte en tiempo, dedicación, trabajo y en buscar guita porque no teníamos un peso”.

Pichón Baldinu, a toda máquina antes del estreno de su nuevo espectáculo:

-¿Quiénes los ayudaron económicamente?

-Nuestros padres. Cada uno apoyaba como podía y había que ver si le devolvíamos la plata. Por suerte, fuimos hijos responsables y le reintegramos todo lo que nos prestaron.

-¿En qué momento Villa Villa se volvió un fenómeno mundial?

-Con el espectáculo que hacíamos en el Centro Cultural Recoleta llegamos a festivales en Londres que tenían mucha exposición. Ahí nos vieron algunos productores y tuvimos la virtud de elegir a las personas correctas. Cerramos contrato con los productores de Rent y montamos Villa Villa en Nueva York. Costó imponerlo al principio, el mercado no estaba preparado para un show así…

-¿No fue un éxito inmediato?

-Para nada. En los Estados Unidos nunca habían visto un espectáculo con estas características y estuvo en crisis a punto de bajar de cartel. Fue muy difícil encontrar una manera de comunicarlo, porque era un lenguaje nuevo, nadie había tomado el aire para un espectáculo que no sea de acrobacia o el Cirque Du Soleil. Lo nuestro era más rústico, difícil de explicar, había que vivirlo.

-¿Y cuándo empezó a repuntar?

-A partir de que empezaron a venir megaestrellas a ver el espectáculo. El primero fue Leonardo DiCaprio, se lo debemos a él.

-¿Ahí fue la explosión?

-Sí, pero yo recuerdo un momento más fuerte. Fue cuando los productores nos pidieron que armáramos una segunda compañía de De la Guarda para viajar con el espectáculo. Con Diqui (James) nos fuimos a tomar un trago cerca del puente de Brooklyn para celebrarlo, no podíamos vislumbrar bien lo que se venía, pero nos dimos cuenta que finalmente había funcionado.

Las grandes ligas

La bomba estaba a punto de estallar: De la Guarda llegó a tener cuatro compañías trabajando en forma simultánea en diferentes partes del planeta. En Nueva York permaneció en cartel durante seis años. Fue un monstruo grande que pisó fuerte: durante once años, se presentó en ciudades tan disímiles como Londres, Tel Aviv, Tokio, Sídney, Ciudad de México, Moscú, Seúl, Atenas, Estambul, Madrid, Valencia, Bogotá. En total, congregó a más de tres millones de espectadores, entre ellos, un arco interminable de estrellas: Madonna, Tim Burton, Michael Douglas, Matt Dillon, Mick Jagger, Michael Jackson, Lou Reed, Harrison Ford y siguen las firmas.

Entre las esquirlas del suceso, Baldinu recibió una propuesta irresistible: diseñar la coreografía aérea del musical Tarzán, una mega producción de Disney en Broadway dirigida por Bob Crowley y con música de Phil Collins. Llevado a términos futbolísticos: lo invitaban a jugar en un equipo grande de la Premier League inglesa. El elenco vino a Buenos Aires y alquiló un teatro desmantelado para probar técnicas de vuelo, asesorado por Pichón, quien diseñó un sistema de cuerdas de bungee y arneses para soportar 1600 kilos.

“Lo viví como una experiencia arriesgada porque yo no vengo del musical. Es más, no me gustaban los musicales. No voy a decir que ahora me encantan, pero los entiendo y son una versión del teatro mucho más compleja. Mi desafío fue llevar la danza, las coreografías, la narración, la música al lenguaje del aire de una manera visceral, pero sin perder la gracia y la picardía del argumento”. Pichón también creó y desarrolló junto a su compañía Ojalá para la Exposición Internacional de Zaragoza un espectáculo llamado Hombre vertiente, que narra el universo conflictivo de un artista con el agua como protagonista, obra que fue vista por más de un millón y medio de espectadores.

-También te convocaron para hacer la puesta en vivo de Charly García en un momento muy especial, cuando después de su internación volvió a cantar en 2009 en El concierto subacuático en Vélez. ¿Cómo fue esa experiencia?

Fue muy lindo trabajar con Charly. Estaba renaciendo porque el cuerpo le había puesto un tope. Ahí pude ver una vulnerabilidad que nunca le había visto, porque antes estaba montado en caballos de fuego.

-La lluvia impidió que se pueda mostrar tu trabajo.

-Exacto. Yo había preparado una tirolesa que venía desde las luminarias de la popular y se metía arriba del piano de Charly. En Pasajera en trance, unas hadas iban a volar desplegando telas por el aire. Todo eso se canceló por la tormenta.

-De todos modos, pudiste hacerlo al año siguiente, en los conciertos de Charly en el Luna Park

-Sí, hice una puesta que elevó a Charly a varios metros del suelo con un andamio y pude completar lo de Vélez. Había que cuidar a García y todo el grupo lo hizo con un amor increíble, fue fantástico.

-Has hecho de todo. A la hora de encarar una nueva producción, ¿cuáles son los límites?

-Yo creo que no hay límites, salvo los propios. Es importante la capacidad de visión, de comprensión, de manejar un equipo, de comunicarte, de cómo equilibrás los espíritus de todos, del tono que manejás, porque no nos olvidemos que esto se hace con personas y las personas tienen un tema emocional. Todos somos pura emoción.

-¿Sos muy meticuloso?

-Sí, pero aprendí que mis espectáculos son tan complicados, que esa minuciosidad no tiene que detener la marcha. Siempre llego muy apurado, muy justo, porque mis propuestas necesitan un tiempo de maduración con el público. No es una obra de escenario que ensayás y listo. En mis shows, las cosas cambian a cada segundo. Vos le estás tirando “nafta” al público. No sabés cómo va a responder. Yo quiero que se enciendan todos.

Para agendar

Hincha! Ritual show. Funciones: desde el viernes 25 de abril, de jueves a domingos, a las 20 h. Sala: Polo Cultural y Deportivo Saldías (San Pedro de Jujuy 4, CABA).

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