Llegó la hora de imponer la tercera posición. Si en otros ámbitos la calle del medio se transformó en apenas el verde del bulevar, nuestro fútbol ya se merece una alternativa a la antinomia. Hablamos de técnicos, de aquellos que prendieron una llama en sus dirigidos. De técnicos que generaron una corriente, los que van acompañados del sufijo ismo. César Luis Menotti y Carlos Bilardo dejaron sus legados, potenciados por un duelo de trincheras periodísticas. Entre fines del siglo pasado y comienzos del actual, José Pekerman también moldeó futuros entrenadores cuando estos no sabían que iban a serlo. Diego Placente y sus ayudantes son los últimos en exponer una vertiente que debe tener nombre: el pekermanismo.
Cada jugador de la selección Sub 20 que el domingo jugará la final mundialista llevó a Chile un cuaderno en blanco. Lo posteó en sus redes Julieta Rubinstein, la pareja de Placente: “Fui testigo de que les regalaste un libro y un cuaderno para que escriban quiénes son cuando nadie los mira. Para que no queden atrapados en el ego”. También escribió que lo ve recorrer canchas de juveniles desde 2007. Y contó lo que le duele dejar a los chicos fuera del plantel porque quiere que puedan vivir del fútbol y que les compren una casa a los padres. Siempre debe importar más la persona. Ya dejará de estar moda no pensar en el otro.
Placente declara que el mejor técnico que tuvo fue Marcelo Bielsa, otro que merece que se le tenga en cuenta la fila de adeptos que generó. El bielsismo también existe. Sucede que a Pekerman lo tuvo en su época de juvenil. Hoy los dirige como Pekerman lo dirigía no sólo a él sino a varios de los que están en Chile: uno de los técnicos alternos, Facundo Quiroga (viajó al Mundial de 1997 preparado por si no llegaba a tiempo el propio Placente, que días antes ascendería a primera con Argentinos), y el coordinador general Bernardo Romeo. Pekerman llegó a las selecciones luego de sucesos de indisciplina que habían generado una suspensión a la categoría de dos años sin competir. Su prioridad, junto a encontrar talentos en todo el país, pasó por las formas: “Ustedes son la imagen del fútbol argentino”, les decía a los pibes. Si bien no había tiempo con los celulares para controlar, los jóvenes debían cuidar hasta la vestimenta: en la concentración, la remera debía calzarse debajo del pantalón.
Los tiempos cambiaron. Pero en el predio de Ezeiza, los chicos deben limpiar sus botines y no pueden desparramar las prendas que se sacan después de un entretiempo. Al personal del predio se lo respeta y se lo valora. Y en el sub 17, que viajará a fin de mes a Qatar para el Mundial también dirigido por este cuerpo técnico, así como en el sub 15, mostrar el certificado escolar es una obligación.
Puestos a encontrar características que lo definan, cualquiera que conoce a Placente habla ante todo de su serenidad. Casi no hay diferencia en su gesto segundos después de un gol a favor que tras uno del rival. En la semana, Hugo Tocalli subió un escalón recordándolo en LA NACION: “Diego era pachorriento”. Es mejor dirigir a los adolescentes desde la tranquilidad. Javier Mascherano, el anterior entrenador en el que pensó Claudio Tapia para la categoría, redobló: “Es el mejor que pueden tener los jugadores a esa edad. Se trata de un docente”. Pocos habían ido tan allá.
Pekerman juntaba a los buenos para que atacaran. Pero también hacía ajustes defensivos. Los más recordado podrían ser los cambios antes de la final contra Uruguay en 1997: pasó Fabián Cubero de volante central, subió Lionel Scaloni al medio, volvió Walter Samuel a la zaga y salió del equipo nada menos que Pablo Aimar. Placente suele mover una pieza de acuerdo al rival y la circunstancia (como lo hacía el cuerpo técnico de la mayor en 2022). Puede jugar con cuatro netamente ofensivos o restar uno y sorprender con Tomás Pérez, el volante surgido en Newell’s y hoy en Porto, como un líbero que también da el paso adelante para ayudar a Milton Delgado en el medio. En jugadores de 18 o 19 años, ya instalados en primera, los conceptos tácticos no confunden, son necesarios.
El primer vínculo fue Argentinos Juniors. Cuando Pekerman coordinaba las inferiores, allí jugaba Placente. No es casual que todo haya empezado en ese club ni que otros integrantes de cuerpos técnicos se hayan iniciado en clubes semilleros: River (Aimar y el otro ayudante de Placente, Ariel Garcé), Newell’s (Scaloni, Samuel, Quiroga) y Estudiantes (Romeo, un rato de Scaloni). El fútbol argentino, intolerante y ventajista, sigue haciendo creer que el ideal es que los jugadores desarrollen su última etapa formativa en Europa. Eso empeora la liga local, pero mejora a futuro a la selección mayor. Como sea, el suelo sigue fértil. El talento nunca se acabará, incluso con algunos defectos técnicos que se ven en jugadores de primera y no se observaban antes. Ese talento sólo requiere de formadores, sea vocacionales o aquellos que van ganándose un nuevo lugar en el fútbol y, un día, se encuentran dirigiendo una final de un Mundial juvenil.