¿Soñaban los héroes de la patria con tener su nombre en alguna calle de Buenos Aires? En realidad, uno imagina que sus luchas por la libertad de aquel enorme territorio sudamericano dominado por España era lo que realmente los inspiraba, pero posiblemente sabían que con ello pasarían a la posteridad. Y quizás una de las formas de esa posteridad sea quedar para siempre en la cartografía de una ciudad.
Pero a veces, estar en boca de todos los vecinos que mencionan alguna calle puede ser un arma de doble filo. La denominación de la arteria hace que la gesta de aquel prócer pase a segundo plano, o sea ignorada. La rutina juega a favor del olvido. Pienso, para explicarme, en Warnes. Cualquier porteño sabe que en unas 10 o 12 cuadras de esta avenida que es frontera entre los barrios de La Paternal y Villa Crespo existen centenares de negocios de todo tipo de repuestos para autos.
Así, se relaciona automáticamente Warnes con este paraíso del fierrero, pero tal vez menos gente sepa que el Coronel Ignacio Warnes, con cuyo apellido se bautizó la avenida en 1893, fue uno de esos hombres que dieron la vida, literalmente, por la emancipación sudamericana. Amigo, hombre de confianza y compañero de lucha de Manuel Belgrano en la Campaña del Norte, este militar nacido en Buenos Aires en 1770 fue fundamental para mantener a raya a los realistas en lo que fueran las tierras del Alto Perú, actual Bolivia. Además, ya que hablamos también de calles, algunas acciones y personajes relacionados con la vida de este coronel quedaron también plasmados en la trama urbana porteña.
Warnes vivió 45 años, tuvo una existencia intensa, marcada por el fragor de las batallas. Contra los invasores ingleses, primero, y después contra el ejército de la corona española. El historiador Paul Dougall hizo una apasionante biografía de este héroe, llamada Warnes, caudillo de Belgrano 1770-1816, donde es posible apreciar la importancia de su legado.
Allí se cuenta, entre otras muchas cosas, que luego de acompañar a Belgrano en las victorias de Tucumán, en septiembre de 1812 y Salta, febrero de 1813, el creador de la bandera lo envió hacia el Alto Perú, para que tomara el rol de gobernador de la provincia de Santa Cruz de la Sierra. Allí se ganó el respeto y la admiración de los locales por su valiente lucha contra el opresor.
Su proeza más destacada fue la derrota de los realistas en la batalla de Florida, el 25 de mayo de 1814. El coronel mostró su coraje y su destreza militar junto a su compañía de Pardos y Morenos, y luchando en conjunto con las tropas del coronel Juan Antonio Álvarez de Arenales –otro nombre de calle, aunque de una zona más paqueta de Buenos Aires-, que casi pierde la vida al ser lanceado por el enemigo al final de la contienda. Lo cierto es que la victoria de Florida fue tan contundente que paralizó las intenciones de los españoles de avanzar hacia el sur, para la invasión de Salta y Tucumán.
Además, ese recio combate en el pequeño pueblo del Alto Perú, rodeado de montes inhóspitos en una zona, como escribe Dougall, “abandonada por Dios”, le daría su nombre a la que fue luego una de las calles más distinguidas de Buenos Aires. Hablamos, por supuesto, de Florida, que se llamó así desde 1822 hasta nuestros días, aunque con un pequeño intermedio en tiempos rosistas donde fue denominada Del Perú. Una curiosidad: antes de Florida, la actual peatonal se llamaba Unquera, en homenaje a Baltasar Unquera, héroe y mártir de las invasiones inglesas y, atención, cuñado de Ignacio Warnes.
Para concluir esta mezcla de planos y héroes, valga otra peculiaridad. Resulta que a la altura del 1100 la Avenida Warnes se topa con la calle Batalla del Parí, que remite a un combate en el Alto Perú desarrollado el 21 de noviembre de 1816 y en el que Ignacio Warnes pierde su vida. Es así que una esquina de Buenos Aires aúna al héroe con el lugar donde encontró la muerte. O, con una mirada más poética, donde ocurrió su paso a la inmortalidad.