Pompeyo Audivert: “El teatro debe ser un piedrazo en el espejo”

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Pompeyo Audivert es uno de los personajes más singulares y prolíficos del teatro argentino contemporáneo. Actor, director y dramaturgo, su trabajo se distingue por una fuerte carga política, poética y (meta)física.

Actualmente es protagonista de un pequeño suceso en el corazón del teatro mainstream (es decir, dentro de la amplia y variada oferta de la porteña “calle Corrientes”). Se trata de Habitación Macbeth, una relectura radical de la tragedia de Shakespeare con un solo actor en escena (él) encarnando múltiples voces, en una atmósfera onírica y fragmentada. La puesta y la intensidad interpretativa del protagonista que es varios protagonistas, resalta por su intensidad expresiva y una profunda exploración de la identidad desde el lenguaje teatral.

“Me da mucho orgullo que se haya transformado en un suceso de público, siendo una producción independiente gestada a lo largo de los años en los márgenes y que ahora puede exhibirse en este nivel. Me da mucha alegría y me reconforta”, le dice Pompeyo Audivert a Infobae Cultura en el inicio de un largo diálogo sobre el arte teatral y su propósito, la cruel realidad de este tiempo y las posibilidades de trascendencia en un panorama cultural jaqueado por un hostil clima de época.

Pompeyo Audivert en

Porque aún así y en estas circunstancias, Audivert no la está pasando mal, acepta. “Me está yendo bien porque hay algo ya de la historia del estudio que hace que los alumnos vengan, y también por el éxito que está teniendo la obra, que genera aún más alumnos”. Esto es algo que contrasta con el “momento bastante triste en términos económicos y de situación social” que a su entender se vive en Argentina.

Pero eso no es todo. Además, Audivert repuso y está presentando Edipo en Ezeiza (los domingos de mayo a las 20 hs. en Hasta Trilce), una obra que cruza mitología y realidad nacional: traslada el clásico griego a un universo argentino atravesado por el autoritarismo, el exilio y la memoria. Para Audivert, “es una suerte de cargada a un ‘teatro de living’ y a la vez, es una manifestación de lo que yo creo que debe ser el teatro: un piedrazo en el espejo. El teatro señalándole a la realidad histórica que es un campo ficcional alienado. Erige un espejo, lo apedrea y da cuenta de ese trasfondo misterioso que tiene la realidad”.

Pompeyo Audivert tiene dos obras de su autoría en la cartelera porteña:

—Es un tópico de conversación de este tiempo ¿Sentís que el mundo está peor que cuando creciste, por una cuestión generacional, en un contexto diferente?

—Creo que sí. Lo que estamos atravesando es triste. Siento que el avance tecnológico, la hiperconectividad y el dominio de las pantallas han generado un desbalance en lo humano, incluso en lo artístico. Hoy, la subjetividad colectiva está modelada por fuerzas de poder cada vez más invisibles y despersonalizadas. El cuerpo ha perdido centralidad y el futuro ya no se proyecta: es distópico, sin perspectivas. Me parece uno de los peores momentos de la humanidad.

—A la par, estás teniendo un gran momento artístico con Habitación Macbeth en plena calle Corrientes. ¿Qué representa para vos esa llegada al circuito comercial?

—Es algo muy significativo. La obra ha pasado de una zona marginal a una escala de gran público, y eso me alegra mucho. Siento que este lenguaje que vengo trabajando hace años se lo merece. Que se dé en un teatro como el Metropolitan, que está abriendo su programación a propuestas del circuito off, también me parece saludable para el ecosistema teatral. Habitación Macbeth nació de una producción independiente y hoy se ha convertido en un suceso. Eso me llena de orgullo y alegría.

“El teatro es un campo de batalla simbólico”, sostiene Pompeyo Audivert

—La obra parte de uno de los textos más célebres de la historia ¿Tu enfoque establece una conexión con el presente?

—La idea original fue llevar al extremo una fantasía que tenía desde hace años: hacer una obra solo, transformar mi cuerpo en un habitáculo de encarnaciones. Durante la pandemia, ese deseo resurgió y supe que necesitaba una obra universal. Macbeth encajaba perfecto, por sus dimensiones metafísicas y su vínculo con lo sobrenatural. Trabajé mucho el texto, con una adaptación muy libre y poética, incorporando intertextualidades de otros autores que me interesan. Sentí que debía apropiarme del material para que hablara también desde mi lugar.

—La obra tiene una gran exigencia física. ¿Cómo terminás después de cada función?

—Termino agotado pero también en un estado de plenitud y éxtasis. Es muy terapéutico. Durante la obra, mi identidad se suspende, entro en una zona profunda de autoconocimiento. Para poder sostenerlo, tengo una vida muy organizada: alimentación especial, siestas, nada de fiestas ni excesos. Todo gira en torno a estar disponible física y espiritualmente para la función.

“No se trata de representar, sino de encarnar lo que arde en el fondo del texto”, reflexiona Pompeyo Audivert

—¿Y cómo vivís el momento previo, el tránsito desde la vida cotidiana hacia el escenario?

—Voy caminando al teatro, vivo cerca. En el trayecto, paso por un bar, tomo un café y comienzo a limpiar mi mente. En Corrientes, me detengo frente al Obelisco, hago un rezo o pedido: concentración, precisión, que haya novedades esa noche. Todo el proceso es ritualístico, desde el vestuario hasta los estiramientos, y la coordinación con el músico Claudio Peña. Esa transición es fundamental para mí.

Sobre Edipo en Ezeiza. ¿Qué te propusiste? En el título incluye una palabra que remite a un ícono de la argentinidad

—Es una comedia metafísica que escribí hace más de una década, pensando en actores específicos. Quise hacer un “piedrazo en el espejo”: construir una representación de la realidad y luego romperla, para revelar ese fondo misterioso que nos habita. Me interesaba contraponerla al teatro de living, que se queda en el reflejo. Edipo en Ezeiza cuestiona la teatralidad de la existencia, la ficción de la identidad, e incluso nuestra percepción de lo nacional, bajo la sospecha de que estamos atrapados en una versión ficcional de nosotros mismos.

Me gusta mucho también el teatro de Beckett, porque permite que preguntas fundamentales como quiénes somos, de dónde venimos o dónde estamos estallen en versiones poéticas que abran nuevas respuestas. En esta obra, la familia ha perdido su identidad. Y a través de los interrogatorios, surge una sospecha sobre su pertenencia y su lugar. Esta crisis de identidad individual remite también a una identidad nacional extraviada. La obra alude a cuerpos marcados por el regreso de Perón (aquel episodio histórico ocurrido en Ezeiza), esa zona mítica en donde la identidad argentina produjo un espasmo a partir del cual todo fue caída.

—¿Eso es posible de hacer, aún desde el humor?

—Son cuestiones trascendentes que, si se abordan desde la solemnidad, pueden volverse inabordables. La comedia permite atravesarlas con ligereza sin perder profundidad.

*Además de las funciones en el Teatro Metropolitan, Habitación Macbeth se presenta durante mayo en: Teatro Argentino de Mercedes (viernes 9); Teatro Real de Córdoba (viernes 16, sábado 17 y domingo 18); Teatro Coliseo Podestá de La Plata (viernes 23)​ y Teatro Gran Rivadavia de Buenos Aires (viernes 30).

[Fotos: Maximiliano Luna]

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