¿Por qué es tan difícil cortar una relación amorosa? La explicación psicológica en la era del duelo virtual

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Hacer un duelo hoy es exponencialmente más difícil que hace 20 años. Aunque el romanticismo de llorar en bata mirando comedias románticas de Nora Ephron, comerse un kilo de helado, tirar fotos y borrar números de teléfono no dejó de existir, sí sufrió una gran interferencia: la presencia cuasi constante de la persona duelada en redes sociales. Llorar el amor perdido puede resultar un poco perturbador cuando para poder hacerlo en paz es necesario silenciar y hasta bloquear en Instagram, LinkedIn, WhatsApp, TikTok, Spotify -y quién sabe qué otras plataformas- a alguien que hasta hace poco era un pilar fundamental en la diaria.

Bajo la promesa de atajos y conexión, durante los duelos las redes sociales se transforman en algo más parecido a una tortura masoquista en la que cada foto, cada mención, cada like y cualquier tipo de registro audiovisual opera como un microrecordatorio de la pérdida.

La playa que atrapa a los argentinos, a la que cuesta llegar y de la que cuesta irse

En su libro Alone Together (2011), Sherry Turkle, psicóloga especialista en vínculos, plantea que nuestras vidas afectivas se volvieron inseparables de nuestros entornos virtuales, intermediando cada relación, desde su génesis hasta su fin y que una de las consecuencias de esta hiperconexión es, paradójicamente, el aislamiento.

La autora argumenta que estamos tan ocupados comunicándonos a través de los medios digitales que no solo descuidamos la calidad de nuestras interacciones humanas, sino que también nos volvimos menos capaces de lidiar con las exigencias emocionales de las relaciones reales, incluida la acción de terminar una.

Por qué ver lo que el otro está haciendo hace mal

Valentina Agüero Vera, psicóloga especializada en conductismo (M.N. 74.578) del Centro Integral de Salud Mental Argentino (CISMA), explica que ver contenido de una ex pareja hace que el proceso de superarla sea más complicado y largo, al margen de los motivos por los que la relación terminó.

La exposición constante a la vida del otro obstaculiza la aceptación y prolonga el sufrimiento emocional

“Es como un estímulo condicionado que reactiva la conducta de búsqueda, ya que lo más probable es que el amor no se vaya de un día para el otro, facilitando el impulso de acercarse y saber de la otra persona”, pondera la psicóloga. “Esta exposición constante funciona como una adicción conductual y se sostiene por la incertidumbre de no saber qué vamos a ver y qué tipo de reacción nos va a provocar: alivio, angustia, nostalgia. Es un circuito de recompensa equiparable al de un consumo problemático de sustancias”.

Coincide con ella Sabina Alcarraz, psicóloga especializada en terapia cognitivo conductual: “Las redes funcionan como una especie de droga emocional. Se normaliza ver la mayor cantidad de posteos, historias y estados de una ex pareja, y se genera una dependencia que activa, a nivel neuronal, el sistema del placer instantáneo relacionado con la dopamina”, advierte. “Como si fuera un consumo de una sustancia psicoactiva, la persona piensa que no puede parar, que necesita de ese shock, aunque después se sienta peor”.

Soltar es exponencialmente más difícil

Desde lo emocional, Alcarraz, comenta que el contacto a través de las redes sociales intensifica las emociones típicas en una ruptura: tristeza, angustia, frustración y enojo y que, muchas veces, genera una idealización del otro. “Con todo esto, llegar a la última fase del duelo, la aceptación, se vuelve mucho más difícil”, expone.

Cada historia, publicación o like reactiva la necesidad de saber del otro y compromete el bienestar mental

A su vez, la psicóloga menciona la aparición de ideas obsesivas y la intensificación de creencias limitantes. “El seguimiento de la vida de la otra persona se vuelve una obsesión y los pensamientos invasivos -como por ejemplo pensar que la ruptura fue nuestra culpa, que hicimos todo mal, que nos vamos a quedar solos para siempre- pasan a ser parte de la regla”.

En la misma línea, Agüero Vera expresa que ver que el otro -de alguna u otra manera- sigue adelante (la interpretación de estar activo en redes) contradice la expectativa interna e inevitable de la reciprocidad emocional y produce sufrimiento. “Nos cuesta aceptar que lo que para nosotros todavía es significativo para el otro quizá ya no lo es y se activan pensamientos de pérdida de valor personal”.

Todos estos mecanismos generan una ansiedad constante y difícil de calmar, y suele tener repercusiones sobre las funciones ejecutivas superiores, afectando negativamente la concentración, memoria, atención y, en definitiva, el rendimiento, agrega Alcarraz.

El contacto cero como respuesta

El contacto virtual se equipara al contacto físico y obstaculiza de la misma manera el cierre emocional. En eso coinciden las especialistas consultadas.

La respuesta emocional a los estímulos puede ser igual de intensa que ante un contacto real”, asegura Agüero Vera. Aunque sea ficticio, hay una sensación de contacto con esa persona y se genera una distorsión de la realidad, que es que esa relación concluyó, agrega Alcarraz.

Disminuir el acceso virtual al ex ayuda a reducir la angustia y facilita el proceso de reconstrucción personal

Ambas también están de acuerdo en que, lejos de ser una negación, reducir ese contacto digital es una forma de facilitar la aceptación radical, anulando la exposición a situaciones que reactivan la esperanza o el sufrimiento.

Ante un duelo, la recomendación es siempre el contacto cero”, sostiene Alcarraz.

Esto, en la era digital, supone además de sacar las fotos y los objetos personales, dejar de seguir, bloquear o silenciar a la persona que se quiere superar -aunque sea momentáneamente-, distanciarse de su comunidad, borrar su número de teléfono y evitar responder sus mensajes.

De cara al deseo de expresión -por lo menos parcialmente inevitable a la hora de transitar un duelo amoroso-, Alcarraz propone escribir pero no mandar. “Redactá un mail y guardalo en tus borradores. No lo envíes. Sacá todo lo que tengas que sacar. Lo positivo y lo negativo. Ponerlo en palabras sirve para dar un cierre, especialmente cuando, por A o por B, este no se logró presencialmente”.

“Si lo que se busca es alcanzar un mayor nivel de aceptación y bienestar, la idea es comportarnos como si ya se hubiese conseguido, y dejar de luchar para cambiar la realidad”, concluye Agüero Vera.

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