Por qué la madurez del cerebro es clave para el balbuceo en los bebés y el desarrollo del lenguaje

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La conexión y el cuidado son claves en los primeros años de vida para un desarrollo pleno (Imagen Ilustrativa Infobae)

A, ta, ta, da, mamá. Ese juego vocal es único en el desarrollo de cada bebé y no hay padre, madre o cuidador que no lo viva como un hito importante en el crecimiento de ese ser que necesita una conexión constante con su entorno.

La conexión y el cuidado son claves en los primeros años de vida para un desarrollo pleno. Solo unas pocas especies en el reino animal aprenden su lenguaje a través de la observación de las reacciones de sus padres, como los tordos que imitan arrullos y gorjeos iniciales. Pero ¿por qué los seres humanos necesitan ese feedback para que se produzca el balbuceo y el habla posterior? ¿Cómo se volvieron los humanos tan hábiles para aprender el lenguaje de esta manera?

El estudio “Cerebros altriciales y la evolución del aprendizaje vocal infantil”, publicado en PNA (Proceedings of the National Academy of Sciences) por Renata B. Biazzi, Daniel Y. Takahashi y Asif A. Ghazanfar vuelve a poner el foco en la “retroalimentación” necesaria para aprender a hablar y especialmente en la inmadurez del cerebro para su posterior evolución y desarrollo cognitivo.

La “retroalimentación” es necesaria para aprender a hablar y especialmente en la inmadurez del cerebro para su posterior evolución y desarrollo cognitivo (Imagen Ilustrativa Infobae)

Decí: “tití”

Si bien los macacos o los chimpancés poseen similitudes con los humanos en sus maneras de comunicarse, lo cierto es que manejan otras estrategias de desarrollo en lo que hace a su cerebro.

“Utilizando monos tití, probamos la hipótesis de que nacer con un cerebro más inmaduro (y por lo tanto, más plástico) podría ser la razón [de encontrar el cómo del desarrollo del lenguaje humano].”, plantean los investigadores. Si bien “Esta especie está más distantemente emparentada con los humanos, pero exhibe el mismo tipo de aprendizaje vocal y tiene un entorno de cuidado infantil socialmente rico similar.

Y agregan: “Descubrimos que, de hecho, los cerebros de los humanos y los titíes crecen más rápido al nacer en comparación con los de los chimpancés y los macacos rhesus, lo que los convierte en altriciales en comparación con estos primates.

Los bebés pequeños, menores de un año, no aprenden de una máquina (Imagen Ilustrativa Infobae)

Somos seres sociales

Está de más comprobado que deprivar a un bebé del contacto y un entorno estimulante puede ser una marca para toda la vida. Incluso, la aclamada científica, especialista en el desarrollo del cerebro Patricia Kuhl (UNESCO) asegura que- luego de realizar experimentos con más de 4.000 bebés – “Lo que hemos descubierto es que los bebés pequeños, menores de un año, no aprenden de una máquina”.

Los escáneres cerebrales son clave y tajantes a la hora de observar el aprendizaje en la primera infancia: el logro es a través del contacto con otro ser humano vivo, esa conexión en tiempo presente y directo es la que hace la diferencia.

“El desarrollo vocal en bebés humanos está fuertemente influenciado por las interacciones con cuidadores que refuerzan sonidos más parecidos al habla”, destacan los investigadores de la Universidad de Princeton. Además plantean: “Esta trayectoria de desarrollo vocal en los humanos es radicalmente diferente a la de nuestros parientes filogenéticos cercanos, los monos cercopitecoideos y los simios. En estos primates, la retroalimentación social parece no desempeñar un papel significativo en su desarrollo vocal.”

Un cerebro maleable y veloz

“Curiosamente, los monos tití, una especie de primate más lejanamente emparentada, sí exhiben un aprendizaje vocal guiados socialmente”, y es por ello que los investigadores indagaron sobre las posibles conexiones y se encontraron con “nacimientos neuronales altriciales (en comparación con otros primates) y su entorno social de crianza cooperativa”.

En la naturaleza los monos titíes utilizan sus agudos cantos para mantenerse en contacto entre ellos en un entorno de densos bosques al noreste de Brasil. Y al investigar este canto, descubrieron- hace unas décadas- que las crías de mono tití pasaban por una fase de balbuceo antes de lograr el canto para comunicarse. Incluso aquellas que recibían mayor feedback y atención de sus padres, lograban dominar este canto con mayor rapidez.

Esta nueva investigación agrega: “Nuestro análisis reveló que, de hecho, tanto los cerebros de humanos como de titíes crecen más rápido al nacer en comparación con los de chimpancés y macacos rhesus”. Una especie de juego evolutivo de retroceder dos casilleros para tomar fuerza y luego desarrollarse más rápido.

“El intervalo de tiempo de este crecimiento cerebral más rápido se solapa con importantes hitos del aprendizaje vocal. Formalizamos nuestra hipótesis mediante un modelo simple que muestra que, si el aprendizaje vocal se ve influenciado por el momento del crecimiento cerebral y los estímulos sociales, se beneficia de un cerebro altricial y un entorno de crianza cooperativo”.

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