
Sentir nostalgia por quienes han dejado una marca dolorosa puede resultar desconcertante, incluso para quienes lo padecen. Muchas personas, aun reconociendo el daño recibido, continúan evocando a quienes les causaron sufrimiento y, en ocasiones, se preguntan si el sentimiento es recíproco.
El análisis para Forbes, realizado por el psicólogo Mark Travers, reunió investigaciones que abordan los mecanismos psicológicos detrás de este fenómeno. Estos procesos se agrupan en tres ejes principales: el vínculo por trauma, el refuerzo intermitente y la idealización de la pareja.
1. Vínculo por trauma: cuando el daño y el consuelo provienen de la misma persona
El primer eje, según Travers, es el vínculo por trauma. Estas relaciones alternan episodios de dolor emocional con breves momentos de afecto o reconciliación. Tanto el daño como el alivio surgen de una sola persona, lo que genera un apego psicológico intenso y, con frecuencia, confuso.
Una investigación publicada en el Journal of Social and Personal Relationships, citada por el psicólogo, indica que este ciclo puede llevar al sistema nervioso a asociar a esa persona tanto con amenaza como con seguridad.
El apego se desarrolla por condicionamiento, no necesariamente por compatibilidad o afecto genuino. Esto explica la resistencia a romper el lazo, incluso ante abuso emocional o físico grave.

La vinculación traumática no requiere violencia física. Puede surgir en relaciones turbulentas, marcadas por la inestabilidad emocional y la imprevisibilidad. En estos casos, la mente retiene los momentos de calma como refugio, reforzando aún más el lazo.
Añorar a alguien tras una relación destructiva no siempre significa extrañar a la persona, sino que puede manifestar la profundidad de la herida emocional causada por el trauma.
Refuerzo intermitente: el poder de la recompensa inconsistente
El segundo motivo, descrito por Travers en su informe para Forbes, está relacionado con el refuerzo intermitente, un patrón en el que las muestras de cariño o cercanía aparecen de manera esporádica e impredecible.
Un estudio publicado en Nordic Psychology, citado por el psicólogo, resalta que este mecanismo es especialmente eficaz para mantener el apego. En estas relaciones, los periodos de afecto se alternan con largos intervalos de distancia, conflicto o vacío emocional.

La recompensa inconsistente resulta similar a la dinámica de la adicción al juego: igual que las máquinas tragamonedas enganchan por la imprevisibilidad de los premios, los escasos “días buenos” adquieren un valor desproporcionado.
Esta dinámica lleva a que, incluso tras finalizar la relación, la persona busque la “descarga emocional” ligada a esos momentos de consuelo, magnificando la nostalgia e idealizando el recuerdo. El cerebro termina valorando mucho más lo positivo debido al contraste con el sufrimiento.
Idealización de la pareja: la mente rellena vacíos con fantasías
El tercer proceso es la idealización de la pareja, donde el duelo empuja a construir una imagen excesivamente positiva tanto de la relación como de la otra persona.
Según el análisis de Travers, basado en una revisión del Journal of Family Theory & Review, la mente tiende a llenar los vacíos con imaginación e ilusiones, exagerando cualidades o suavizando defectos. Esta distorsión afecta tanto la percepción del pasado como la creación de futuros ideales que nunca existieron: el apego se enfoca en la fantasía de lo que pudo ser, más que en la realidad vivida.

El duelo, en estos casos, puede reflejar el lamento por una vida o un futuro imaginado, no necesariamente por la pérdida real de la persona. De acuerdo con el experto, la búsqueda de consuelo en antiguas fantasías idealizadas es un intento del cerebro de llenar el vacío emocional, manteniendo el anhelo por una proyección que no llegó a concretarse.
El reto de dejar atrás lo que nunca existió
Las investigaciones citadas por Travers concluyen que extrañar a quien hizo daño no implica la pérdida de una relación valiosa, sino el desafío de abandonar ilusiones y relatos personales que no se concretaron.
El psicólogo sostiene que el verdadero duelo consiste en aceptar la necesidad de construir un futuro diferente, reconociendo que aquello que se añora, en muchos casos, nunca fue real.
