¿Por qué no hay un Estado Palestino?

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Edificios destruidos en Gaza

La historia del conflicto palestino-israelí es también la historia de las oportunidades perdidas para la creación de un Estado palestino. Desde la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1947 hasta los reconocimientos arbitrarios y unilaterales más recientes, el pueblo palestino ha tenido a lo largo de casi ocho décadas múltiples ocasiones para consolidar una soberanía estatal. Sin embargo, los intentos se han visto frustrados una y otra vez, por el terrorismo como curso de acción elegido por sus autoridades, ausencia de autoridad política unificada y organizada que ejerza un control efectivo sobre el territorio y la población, más la incapacidad de establecer relaciones pacíficas con otros Estados. Sumado a ello, la indiferencia interesada de países árabes.

La primera gran oportunidad llegó con el plan de partición de la ONU en 1947. El esquema preveía dividir el Mandato Británico sobre el territorio en cuestión en dos Estados, uno judío y otro árabe, con Jerusalem bajo administración internacional. Los movimientos sionistas aceptaron el reparto con algunas reservas, mientras que los líderes árabes y palestinos lo rechazaron de plano porque aceptarlo equivalía a legitimar la existencia de un Estado judío. En lugar de que nacieran dos Estados, estalló la guerra civil entre comunidades, preludio del conflicto regional de 1948 con la independencia de Israel y la invasión de los ejércitos árabes. Al finalizar la guerra, Israel había ampliado el territorio asignado por la ONU, Jordania anexó Cisjordania y Jerusalén Este, y Egipto gobernó Gaza manteniendo a los palestinos en un limbo político. Ninguno de estos gobiernos promovió la creación de un Estado Palestino ni impulsaron proyectos de soberanía palestina, y así fue durante los siguientes dieciocho años.

Cuando en 1964 se fundó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), su objetivo no fue establecer un Estado vecino de Israel, sino suplantarlo, negando de plano el derecho del Estado judío a existir. La Guerra de los Seis Días en 1967 cambió nuevamente el tablero, Israel ocupó Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, y la ONU respondió con la Resolución 242, proponiendo la retirada a cambio de paz y reconocimiento mutuo. Sin embargo, la cumbre árabe de Jartum en ese mismo año dictaminó los famosos “Tres No”: no a la paz, no al reconocimiento del Estado de Israel, no a la negociación con Israel. Fue otro momento decisivo en el que los líderes árabes prefirieron prolongar el conflicto antes que impulsar la autodeterminación palestina.

En 1978, los Acuerdos de Camp David introdujeron por primera vez la idea de autonomía palestina en Gaza y Cisjordania. Pero la OLP y los países árabes la rechazaron, alegando que consolidaba el control israelí, cuando en realidad ofrecía un camino concreto hacia un autogobierno que pudo haber madurado en un Estado propio. La Primera Intifada en 1987 obligó a la dirigencia palestina a revisar su estrategia y, en 1988, Yasser Arafat proclamó un Estado simbólico, aceptando implícitamente la partición. Ese gesto abrió las puertas a los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995, dando origen a la Autoridad Nacional Palestina. Se trataba de la mayor oportunidad en décadas donde la comunidad internacional, Estados Unidos, Europa e incluso amplios sectores de Israel estaban dispuestos a acompañar el nacimiento de un Estado palestino en paz. Pero el propio liderazgo palestino desperdició esa ocasión alentando el terrorismo de facciones como Hamás y la Yihad Islámica, mostrando además altísima corrupción e ineptitud administrativa de los espacios de autogobierno.

En el año 2000, cuando el primer ministro israelí Ehud Barak y el presidente Bill Clinton ofrecieron a Arafat un Estado palestino en la mayor parte de Cisjordania y Gaza, con capital en Jerusalem Este, la dirigencia palestina volvió a rechazar la propuesta. Lejos de aprovechar la negociación, eligió continuar con el terrorismo, desatando la Segunda Intifada, que costó miles de vidas y socavó la credibilidad de la causa palestina en el mundo. En 2005, la total retirada israelí de Gaza representó otra oportunidad ya que, por primera vez, todo el territorio quedaba bajo pleno control palestino. Pero en lugar de transformarse en el germen de un Estado, Gaza cayó bajo el poder de Hamás convirtiendo la franja en una base de terrorismo contra Israel y de enfrentamiento armado con Fatah, dividiendo al pueblo palestino entre dos gobiernos rivales y bloqueando cualquier perspectiva de unidad nacional.

La conferencia de Annapolis en 2007, donde el primer ministro israelí Ehud Olmert ofreció a Mahmud Abbas un Estado en casi toda Cisjordania con capital en Jerusalén Este, volvió a fracasar por la falta de decisión palestina. Desde entonces, los intentos de negociación se han visto paralizados, mientras países arbitraria y unilateralmente reconocen formalmente a Palestina en los foros diplomáticos, aunque sin capacidad de convertir esos gestos en soberanía efectiva.

En estos casi ochenta años, la comunidad internacional ha destinado miles de millones de dólares en ayuda para los palestinos, con el objetivo de fortalecer instituciones, construir escuelas, hospitales e infraestructura básica. Pero esa enorme inversión fue desviada en gran parte hacia túneles de contrabando, arsenales, atentados terroristas y los lujos personales de sus dirigentes, que han levantado palacios y amasado fortunas mientras su pueblo permanece atrapado en la pobreza y la frustración. Esa corrupción sistémica y decisión deliberada de apostar por el terrorismo antes que la paz, tuvo su cima el 7 de octubre de 2023, donde luego de décadas de atentados terroristas contra la población israelí, Hamás perpetro la masacre más brutal, cruel y sádica contra judíos civiles, hombres, mujeres, niños y bebés, desde la Shoá; manteniendo aún decenas de rehenes vivos y cuerpos asesinados, que exhibe en videos y fotos en situaciones degradantes para la dignidad humana. Durante esta misma semana, Hamás realizó ejecuciones públicas en la calle fusilando a sus compatriotas difundiendo los videos entre la población palestina con fines de amedrentamiento. Todo ello, explica en gran medida, por qué el Estado palestino sigue siendo un proyecto inconcluso.

Mientras el Estado judío, surgido de la misma partición de 1947, se consolidó como una democracia liberal e innovadora, una potencia tecnológica y en constante desarrollo, la dirigencia palestina eligió el terrorismo para desterrar al Estado de Israel con el lema “del río (Jordán) al mar (Mediterráneo)”. La tragedia palestina, por tanto, radica mayormente en la falta de visión y responsabilidad de sus propios líderes y en la indiferencia calculada de los gobiernos árabes y de otros países como Irán, que han utilizado durante décadas la causa palestina como herramienta política, sin verdadero interés en ver surgir un Estado libre, democrático y próspero al lado de Israel.

Por ello, forzar un Estado palestino mediante aquellos países que lo reconocen unilateralmente, entre ellos Argentina desde el 2010, no sólo es un gesto estéril en términos prácticos, sino que además legitiman y premian estructuras políticas sin voluntad ni capacidad de construir instituciones democráticas ni un Estado de derecho, y que en Gaza están directamente en manos de una organización terrorista como Hamás. Básicamente lo que se logra es consolidar la impunidad de los dirigentes, debilitar las bases de una solución verdadera y duradera al conflicto, y prolongar la tragedia de la población palestina.

Estos reconocimientos arbitrarios contradicen además el principio básico del derecho internacional donde los Estados se construyen sobre instituciones y gobiernos efectivos, control territorial legítimo, más respeto y relaciones pacíficas con otros Estados. Nada de ello manifiesto por la dirigencias palestinas, donde contrariamente a incentivarlas para emprender las reformas necesarias y negociar seriamente con Israel, se pretende otorgar de antemano y fallidamente lo que debería ser fruto de aquellas condiciones, agravando el círculo de radicalización y terrorismo que ha impedido un Estado palestino democrático y viable.

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