Por una “bichera” en la cabeza, lo espantaban y le tiraban insecticida hasta que alguien lo encontró agonizando: “Era un infierno de gusanos”

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Era uno de los tantos perros a los que ayudaba en distintos barrios de la ciudad de Goya, en la provincia de Corrientes. Con alimento, agua fresca, abrigo para los meses más fríos, pipetas, medicamentos, atención veterinaria y cariño, se aseguraba de que, al menos, aquellos a los que no les había podido encontrar hogar, estuvieran en las mejores condiciones posibles mientras pasaban sus días en la calle.

“Una tarde me avisaron que un perro con una bichera estaba merodeando el barrio Medalla Milagrosa. Fui con Eli, con quien rescato hace muchos años, a ver de qué se trataba. No lo encontramos, pero los vecinos nos comentaron que era uno de los perros a los que ayudábamos y que tenía una bichera en la cabeza. Todos lo espantaban por el olor que emanaba y le habían tirado insecticida. No podíamos creer lo que escuchábamos”, recuerda Mariela Aguirre.

Estaba inmóvil cuando la encontraron, la descartaron de la industria y fue víctima de un cruel ritual: “Las esperanzas eran pocas”

Preocupadas, las dos mujeres comenzaron a buscar al animal. Preguntaron por Bigote y Rubia, los compañeros de Veco, el perro que pensaban que estaba en problemas. Hasta que lo vieron a lo lejos. “Se había refugiado a la sombra de un garaje. Su cabeza era un infierno de gusanos. Estaba agonizando”.

Mientras Eli lo envolvía en unas mantas, Mariela fue a buscar el auto. Sin perder tiempo, lo subieron al asiento trasero y manejaron hacia la veterinaria. “Estaba entregado, creo que un día más no aguantaba. No tuvimos ningún problema para subirlo al auto, aparte nos conocía de otras veces que lo ayudamos y lo asistíamos y como ellos saben todo, también supo que intentábamos salvarlo”.

Ya acomodado en la camilla, comenzó la limpieza. “Fue eterna”, detalla Mariela. Se le puso suero porque estaba absolutamente deshidratado, recibió medicación y quedaba encontrarle un lugar para que se pudiera recuperar en paz.

“Una bichera es una miasis, es decir, una infestación producida por larvas de moscas en una herida. Ocurre cuando una mosca deposita sus huevos sobre carne húmeda, fresca o lastimada, y esos huevos luego se convierten en gusanos que se alimentan del tejido. Suele aparecer en verano, cuando las temperaturas superan los 15–20°C. Si hace menos de 20°C, las moscas casi no se reproducen”, explica el médico veterinario Juan Manuel Oliden.

Una bichera es una miasis, es decir, una infestación producida por larvas de moscas en una herida.

¿Cómo evoluciona una bichera? Oliden, que además es voluntario en la ONG Caballos en Libertad, lo detalla. “Las moscas depositan los huevos en una herida o tejido húmedo. En 24 a 48 horas, esos huevos eclosionan y nacen las larvas (los gusanos). La bichera se vuelve visible a los dos o tres días desde la colocación del huevo. Las larvas crecen y comienzan a alimentarse del tejido, profundizando la herida. Cuanto más sangra, más moscas se acercan y más huevos ponen, agravando el daño”.

Durante un mes y medio, todos los días, Eli y Mariela le curaciones a Veco.

Pero todavía quedaba un paso más. Mariela y Eli necesitaban un lugar donde llevar a Veco para que se recupera tranquilo. “Lo subimos a las redes y pedimos ayuda. Apareció Octavio que nos abrió el cielo brindando un lugar hasta su recuperación”.

Durante un mes y medio, todos los días, Eli y Mariela se acercaron a la casa de Octavio para hacer las curaciones que necesitaba Veco, controlar su herida y hacerle un seguimiento de cerca. “Era una alegría inmensa verlo recuperarse. Eli le cocinaba y él ya movía la cola y se sabía los horarios para esperarnos”.

Veco y Florencia.

Tiempo después, una vez que recuperó peso y se sintió más animado, Veco salió a dar sus primeros paseos por el barrio. “Empezamos la tarea de encontrar un hogar definitivo para él. No era fácil: era un perro adulto y con carácter de jefe. Mientras vivió en la calle, Veco era el que salía al choque si había alguna perra en celo y no tenía drama de meterse en peleas y dominar la escena”, recuerda Mariela.

Veco convive con dos perras.

Y finalmente llegó el mensaje con el que las mujeres soñaban: “Queremos adoptar al Veco y no recibimos un no como respuesta. Va a vivir en casa con mamá, la gata y otras dos perritas», afirmaba decidido Mateo Álvarez. Luego de organizar el traslado, se concretó la adopción.

También forma parte de la familia una gata.

“Adoptar al Veco fue idea mía”, dice orgulloso Mateo. “Yo soy una persona que con los animales no puede hacer la vista gorda. Estaba tan mal y viejito que mi cabeza no dejaba de pensar que nadie lo iba a adoptar. Y se me ocurrió automáticamente que nuestra casa podía ser su hogar para siempre. Le trasladé ese sentir a mi mamá Florencia y no dudamos un segundo. Sabíamos y sabemos que no iba a ser fácil la adaptación. Sobre todo porque él ya es viejito y mañoso. Pero también sabemos que ellos son increíbles”, explica Mateo.

Veco y su mamá Florencia:

De hecho, y para asombro de todos, la adaptación fue bastante sencilla. Veco tiene un carácter muy bueno y las perras lo recibieron sin problema. Con los gatos no se lleva, pero lo importante es que no es agresivo. “Después se fue acostumbrando a los recovecos de la casa, haciéndose dueño de cada lugar que nosotros le permitíamos. Ahora vivimos súper bien: Veco -que piensa que está en un hotel- dos perras, una gata y dos gatos machos. Dos mujeres y un varón (yo), casa ajustada pero felices”.

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