Presupuesto nacional 2026: ¿encauzará la pulseada fiscal?

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“El presupuesto nacional es una autorización de gastos y un pronóstico de ingresos, así que el resultado fiscal no sé bien qué es”, me explicó Cayetano Antonio Licciardo en la UCA, en 1964. La otra visión extrema es que el Presupuesto nacional es “la ley fundamental de la Nación”. La Argentina funcionó sin presupuesto en 2024 y 2025, es decir, utilizando el presupuesto 2023. Lo cual, en función de la tasa de inflación verificada entonces, le otorgó poder discrecional al Poder Ejecutivo Nacional. ¿En qué medida la aprobación de un presupuesto nacional para 2026 podrá encauzar las tremendas pulseadas que durante 2025 se vienen desarrollando entre los poderes Ejecutivo y Legislativo?

Al respecto conversé con el norteamericano Earl Thompson (1938-2010), quien cuando tenía 20 años no quería ser economista sino jugador de béisbol, pero una lesión lo volcó hacia las actividades académicas. Estudió en la Escuela de Economía de Londres y en Harvard. Enseñó en la Universidad de Stanford y en la de California, sede Los Ángeles (UCLA). Según David Knudsen Levine, fue el último de los economistas incorporados por Armen Albert Alchian en la década de 1960, que contribuyó a crear la fama de la escuela de economía de la UCLA. Era un excéntrico en un mundo de conformistas. El terremoto de Northridge, ocurrido a las cuatro y media de la mañana del 17 de enero de 1994, lo sorprendió en su oficina. Afortunadamente, resultó ileso, sepultado debajo de sus libros.

-En finanzas públicas, usted privilegió una perspectiva específica.

-Siempre me interesó descubrir quiénes ganan y quiénes se perjudican como consecuencia de las medidas de política económica. La sabiduría convencional afirma que gravar el capital es una mala idea. Pero si la defensa nacional es una de las funciones primordiales de los Estados, y beneficia principalmente a los capitales, desde el punto de vista de la eficiencia económica tiene sentido que un impuesto a los capitales financie una porción importante de los gastos en defensa.

-¿En qué sentido, en la Argentina 2025, la aprobación de un presupuesto nacional puede encauzar las pulseadas fiscales?

-Seamos realistas, para no inducir falsas expectativas. Nunca está de más subrayar que el presupuesto nacional es un documento planteado en pesos corrientes.

-Pero entonces, ¿cómo entender que el Congreso Nacional apruebe leyes destinando un porcentaje determinado del PBI a educación, jubilados, etcétera?

-En la práctica complicado, porque el cálculo del PBI está sujeto a dificultades metodológicas y de estimación, y además se conoce con retraso. Una cosa es la costumbre (a veces abuso) de nosotros, los economistas, de referir cualquier variable como proporción del PBI para tener un orden de magnitud, y otra es disponer que una erogación, en pesos, debe equivaler a determinada proporción del PBI.

-¿Por qué, en la práctica, no se utiliza el “presupuesto base cero”?

-En los papeles la idea es muy atractiva. Si recuerdo bien, en la Argentina Federico Julio Herschel la propugnaba a mediados de la década de 1960. Se trata de que cada año, tanto cada ingreso como cada gasto público se analicen a partir de fundamentos concretos. En los hechos no se aplica. Lo cual quiere decir que los funcionarios a cargo de la confección del presupuesto que se envía al Congreso Nacional estiman lo que piensan que ocurrirá al año siguiente, en base a los datos del año en curso y pronósticos referidos al PBI, inflación, tipo de cambio, tasa de interés, etcétera, correspondientes al año próximo. Desafío que probablemente para 2026 sea menor que lo que fue para 2023, pero igual nada despreciable.

-Importante punto. Pongámosle la lupa al presupuesto nacional, analizando primero el lado de los ingresos y luego el de los gastos.

-La coparticipación federal, es decir, la distribución de ciertos ingresos públicos, entre la Nación y las provincias se realiza en base a la recaudación efectivamente verificada, de manera que en este sentido no se plantea ninguna pulseada entre el Poder Ejecutivo Nacional, los gobernadores y los legisladores. Pero, claramente, el mantenimiento del equilibrio fiscal es compatible con diferentes hipótesis de aumento del gasto público en 2026, dependiendo de la cifra esperada de suba de la recaudación. Además de lo cual se plantea la pulseada entre qué impuestos bajar y cuáles no; cuáles se coparticipan y cuáles no; y entre los gravámenes que quedan, qué pasará con las diferentes alícuotas. Materias sobre las cuales cabe esperar acaloradas discusiones y mucha negociación.

-¿Y del lado de los gastos?

-Algo parecido. Piense en rubros como seguridad social, clave dentro de las erogaciones del Estado Nacional; o salarios públicos, más significativos en los planos provincial (ejemplo: docentes) y municipal. La aprobación del presupuesto nacional para 2026 reducirá el poder discrecional del Poder Ejecutivo Nacional, sobre todo en el resto de las partidas.

-¿En qué nivel de agregación, o desagregación, se ubican las negociaciones de un presupuesto nacional?

-Muy buen punto. Como le dije, la atractiva idea del presupuesto base cero no se aplica. El proyecto de presupuesto enviado por el Ejecutivo contiene tablas resumen, seguidas de gran cantidad de planillas con erogaciones bien detalladas. Lo más probable es que los legisladores le presten alguna atención a las cifras globales y pongan la lupa sobre aquellas erogaciones que, desde el punto de vista sectorial o regional, afecten a sus votantes. Ejemplo: modifique usted el impuesto al vino y verá cómo, tal como era de esperar, los mendocinos dejan de ser peronistas, radicales y demócratas, para convertirse en… mendocinos.

-En síntesis, ¿cabe pensar que la discusión y aprobación del presupuesto encauce las pulseadas fiscales?

-Cabe, pero sin hacerse demasiadas ilusiones. Comprendo las ansias de la población cuando pretende que los problemas se solucionen porque los políticos dialoguen, se pongan de acuerdo, dejen de pensar en ellos para pensar en el país, etcétera. Pero en ningún país del mundo la política funciona así. Existe una lógica política, como existe una lógica deportiva o científica.

-En la Argentina, durante décadas, pensamos en las Fuerzas Armadas para solucionar los problemas que los políticos no podían encarar.

-La gestión de Raúl Ricardo Alfonsín, como la de todo expresidente de la Argentina, es motivo de enorme discusión. Pero tuvo el mérito de comenzar un régimen democrático que, con todas las vicisitudes propias de su país, sigue en pie. Hoy, en la Argentina es un valor indiscutido que los enormes desafíos se tienen que solucionar “dentro del reglamento”, lo cual hasta 1983 no estaba tan claro. Un avance fenomenal.

-Don Earl, muchas gracias.

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