“El perro es el mejor amigo del hombre”. Esto es lo que se ha dicho durante generaciones elaborando un mito que la ciencia ha venido a normalizar. Si bien es cierto que los perros presentan una predominante inclinación a vincularse con las personas, no son los únicos animales que establecen lazos afectivos con ellos.
Como en el mundo humano, en el mundo animal existen diferentes formas de amar y dar cariño. Atendiendo a su naturaleza, los gatos conectan con sus amos de una manera diferente, manteniendo su autonomía.
Estudios científicos recientes sobre etología felina demuestran que los gatos pueden sentirse tan unidos a las personas como los perros. Sin embargo, su forma de socializar puede variar en algunos aspectos base, haciendo que la percepción exterior se diferencie con notoriedad.
Algunas nociones sobre etología felina
Lo primero que hay que entender es que los felinos son animales diferentes a los perros. Una comparación simultánea, con respecto a los mismos atributos, resulta muy reduccionista. Comprender que los perros y los gatos presentan características de sociabilidad diferentes es el primer paso para conocerlos y poder entablar una relación sana con ellos.
Mientras que los perros son más jerárquicos y expresivos, los gatos son más territoriales e independientes. Los perros buscan el roce constante y suelen adoptar comportamientos que recuerdan a las manadas de lobo. Por el contrario, los gatos encarnan expresiones de afecto más sutiles donde la necesidad de compañía se ve moderada por una sociabilización autónoma mayor.
Esto no significa que los gatos no tengan una emocionalidad interna. Todo lo contrario. Puede que sean menos vehementes a la hora de relacionarse, pero al mismo tiempo esto significa que son más selectivos al ofrecer su tiempo, compañía y cariño.
Los gatos comprenden nuestras emociones
Según informa el medio digital, SFP Versilia, los gatos pueden percibir con facilidad nuestro estado emocional. Esto constituye un apoyo emocional inigualable. Cuando estamos pasando por una época mala, los gatos son capaces de identificar nuestras emociones y buscan reconfortarnos. De igual modo que nosotros les cuidamos, ellos también nos cuidan y nos protegen ante la adversidad.
La ciencia está demostrando que su vínculo con los humanos es más profundo de lo que parece. Sus instintos felinos permiten un diagnóstico mayor y más preciso de la sensibilidad emocional humana. Pueden identificar la ansiedad, la tristeza y los estados de estrés continuos que se prolongan durante días. Sus capacidades sensoriales les permiten leer, a través de nuestro lenguaje u olor corporal, las causas de nuestras preocupaciones. Esta sensibilidad se desarrolla, en primer lugar, gracias a la convivencia colectiva generada, pero al mismo tiempo, a su alta capacidad de observación y escrutinio de la realidad.
Asimismo, también buscan consolar a sus dueños. Mediante un ejercicio de memoria asocian momentos de tristeza previos a lo que están viendo. Gracias a ese comportamiento retroactivo entienden tu estado emocional y buscan reconfortarte mediante su contacto físico ligero. Es ahí donde la expresividad felina se manifiesta en su máximo esplendor.
De esta manera, cumplen, además, una función social como miembros de un espacio. Ya no son solo las mascotas de alguien, sino que participan de la colectividad familiar en el momento que entienden las emociones que vertebran el ecosistema.
Ahora bien, esto no significa que nuestros gatos sean terapeutas emocionales de los que tengamos que depender. Es importante no agobiarlos ni exigir su cariño, pues esto puede dificultar la creación de vínculos fuertes. Sus mecanismos de socialización participan de una compleja y sutil red de interdependencias etnográficas, que ante todo, deben desarrollarse con naturalidad, respetando su deliberación autónoma.