¿Qué es un pitufo? Un interrogante abierto a todo tipo de interpretaciones desde hace más de 60 años

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¿Qué es un pitufo? A primera vista la respuesta es obvia: el integrante de grupo de pequeños y simpáticos duendes de piel azulada vestidos con mallas y gorras blancas. “Son tan altos como tres manzanas”, según la definición de su creador, el belga Pierre Culliford, conocido por su apodo de Peyo. Además de sus modestos 16 centímetros de altura, todos comparten un habla común (el idioma pitufo) y viven en una aldea donde todas las casas son hongos con forma de sombrero.

Hay un par de diferencias fundamentales en medio de tanta coincidencia. El líder de esta comunidad, Papá Pitufo, se distingue de los demás por su edad (542 años), la barba blanca y un gorro rojo. Y también está la Pitufina, única mujer en la multitud de pequeños seres azulados, creada por el enemigo público número uno de la aldea, el mago Gargamel, con la intención de romper la armonía del lugar, hasta que la magia de Papá Pitufo conjuró el hechizo y logró integrarla al resto de la mejor manera.

La nueva película de los Pitufos llega a los cines este jueves

Hasta ahí llega la descripción lisa y llana de este mundo creado por Peyo en 1958 y en el que cada habitante representa un oficio o un estado de ánimo distintivo y característico: el Travieso, el Músico, el Gruñón, el Campesino, el Perezoso. Hasta hay un pitufo con anteojos, responsable de las frases más pomposas y grandilocuentes. Hay allí una división del trabajo muy visible, pero sin diferencias sociales.

Como se ve, hay definiciones de sobra para asomarse a este universo que se hizo muy popular en todo el mundo, primero gracias a la historieta, y más tarde a varias versiones audiovisuales: una serie de dibujos animados (que hace algunos años formó parte de la programación de la señal de TV paga Tooncast) y varias películas, de las cuales las más conocidas se estrenaron en 2011 y 2013 y están disponibles en HBO Max.

Pierre Culliford (Peyo), el creador de los Pitufos, en su estudio. La imagen es de 1998

El que no parece del todo satisfecho con tanta información es el realizador Chris Miller, cuya dupla creativa junto con Phil Lord nos legó algunas creaciones llenas de color, energía, innovación y originalidad como productores y directores, sobre todo en el mundo de la animación: Lluvia de hamburguesas, La gran aventura Lego, La familia Mitchell vs. las máquinas.

La nueva película de los pitufos, cuyo estreno en los cines argentinos anuncian UIP y Sony para este jueves, es un intento deliberado de volver al punto de partida. Por eso se llama Pitufos a secas y no Pitufos: el musical, como se pensó en uno de los primeros tramos de preproducción a partir de la presencia estelar de Rihanna como la voz de la Pitufina en la versión original hablada en inglés.

Era muy importante abordar esta historia como si fuera la primera película de los pitufos que se había hecho. Algo que pudiese sostenerse por sí solo”, justificó Miller a Variety. Pero el director habla nada más que de la historia de los gnomos azulados en Hollywood, bastante escasa y reciente si la comparamos con todo el recorrido que estos personajes hicieron a lo largo de casi siete décadas.

Todo empezó en plena convalecencia de los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial. En Europa comenzaba a extenderse una ola francófona que se convertiría a la vez en baluarte y vanguardia de la fértil industria de la historieta, una de las formas del entretenimiento más populares de ese tiempo.

En aquella posguerra, el cómic de habla francesa se benefició mucho de la ausencia de material clásico norteamericano, golpeado por la censura previa impuesta por los alemanes mientras ocupaban buena parte de Europa. Francia contó durante ese período con grandes creadores de historietas, pero quedaron atrás frente al empuje de lo que llegaba desde Bélgica. Sobre todo a través de las páginas de la revista Spirou, icónica para la historia europea del cómic.

Así se ve la aldea de los pitufos en las primeras historietas originales de Peyo

Allí publicaban sus creaciones los grandes maestros belgas del género, toda una brillante generación que tuvo como líder a Joseph Gillain (Jijé) y como gran referente histórico a Georges Prosper Remi, conocido por todos como Hergé, el creador de las inigualables aventuras de Tintín.

Con Hergé y Walt Disney como modelos a seguir, Peyo se afirmó allí como uno de los más destacados representantes de esa escuela, de la que también formó parte Maurice de Bevére (Morris, el magnífico dibujante de las aventuras de Lucky Luke). De su inspiración nacieron los pitufos (Les Schtroumpfs, en el original francés), pero al comienzo como personajes secundarios de la más celebrada creación de Peyo, seudónimo nacido de la incapacidad de un primo suyo para pronunciar las “erres” de Pierrot, como llamaba la familia Culliford al pequeño Pierre.

El primer trabajo de Peyo fue premonitorio. A los 15 años se convirtió en asistente de proyección de películas en Le Mirano, un pequeño cine de barrio en Bruselas que programaba sobre todo aventuras fantásticas, de ciencia ficción y relatos medievales como las aventuras de Robin Hood. Esa última inclinación inspiraría el estilo de sus primeras historietas, que empezaron a publicarse en 1952 en Spirou al influjo de André Franquin, otro grande del comic belga.

Dos años después comenzarían en esas páginas las andanzas de Johan & Pirlouit, dos personajes divertidos y aventureros. En una de esas peripecias, publicada en 1958, aparecen por primera vez los pitufos, criaturitas azules que habitan un extraño lugar (el “País Maldito”) en el que se fabrica una flauta mágica. El sonido del instrumento lleva a quien lo escucha a tener el incontenible deseo de bailar.

El director Chris Miller y su hijo Hugo (responsable de una de las voces originales) en el estreno mundial de la película de los Pitufos, realizado en Bruselas

Cuenta la leyenda que un día, mientras almorzaban juntos, Peyo le pidió a Franquin que le pasara un salero, y como no se acordaba del nombre lo llamó “Schtroumpf”, inmediatamente traducido al inglés como “smurf” y al castellano como “pitufo”. Fue tan rápido y amplio el éxito de estos personajes que no tardaron en independizarse de Johan & Pirlouit y tener sus propias aventuras dibujadas en las páginas de Spirou.

Hasta hoy, la historieta se tradujo a 40 idiomas. Y aquella primitiva vida en cuadritos comenzó a diversificarse: un primer largometraje en 1975, una exitosa serie de 272 episodios para la televisión y la rara comprobación de que, al revés de la mayoría de los casos, esta vez una creación francesa lograba por fin pisar fuerte en el mercado estadounidense. La extraordinaria difusión de todo tipo de merchandising con cualquier clase de objetos (unos 3000, de juguetes a comestibles) teñidos de azul “pitufiano”.

La creación de Peyo quedó expuesta desde su aparición a las interpretaciones y los simbolismos más variados. Según recogió una nota del diario español El País, en 2011 un profesor y ensayista francés, Antoine Bueno, publicó un libro que analizaba la historieta desde una mirada crítica y política.

Papá Pitufo, un personaje que dio lugar a muchas lecturas políticas e insólitas teorías

Allí definió a los pitufos como “un arquetipo de sociedad totalitaria embebida de estalinismo y nazismo” a partir de la existencia de un líder máximo indiscutido e infalible identificado por su gorra roja, la primacía de la colectividad sobre cualquier individuo, la división del trabajo según oficios o artesanías y la ausencia total de propiedad privada.

Bueno hasta llegó a decir que el Pitufo Filósofo expresaba la variante trotskista del comunismo original impuesto por Lenin en Rusia. Y como los extremos se tocan, también sostuvo la tesis de que la imagen de Gargamel tenía un origen próximo a la visión del nazismo: un villano de aspecto descuidado, codicioso a más no poder y con una nariz enorme como rasgo físico principal. En otras palabras, la imagen característica del judío desde la perspectiva antisemita.

Gargamel, en la serie animada que se emitió entre 1981 y 1990

Otra interpretación asociaba al universo de los pitufos con el Ku Klux Klan a partir del hecho de que todos sus habitantes vestían un mismo uniforme blanco. Todo nació en uno de los primeros episodios publicados en Spirou, en el que uno de los pitufos es picado por la mosca Buzz e inmediatamente empieza a tener una conducta agresiva mientras su piel azul se va ennegreciendo por completo. Cuando la enfermedad (una clara alegoría racista, según los defensores de esta idea) amenaza con extenderse, Papá Pitufo encuentra el antídoto y salva a toda la comunidad.

La mayoría no tomó en serio estas posturas extremas. Y Peyo tampoco. “Jamás se preocupó por estas cosas porque era un entusiasta de la niñez y de los mundos fantásticos de los cuentos de hadas. No era un intelectual, apenas un creador de cómics. Es cierto que el libro El rey pitufo puede leerse como una inteligente sátira sobre las elecciones. Pero es lo único que hizo”, escribió en 2011 Hugues Dayez, biógrafo de Peyo.

La Pitufina (a la izquierda) tiene un origen muy particular

Las únicas dos ideas originales que tenía respecto de los pitufos fueron su color azul y la ropa blanca. Y estaba también la lengua. Ellos hablan en idioma pitufo y los humanos no pueden entenderlos”, agregó Dayez, para quien la historieta está claramente inspirada en los relatos clásicos de Disney (sobre todo Blancanieves) y no en la situación política europea de aquel tiempo.

En la película de Chris Miller que llega a los cines de la Argentina, los pitufos se ven obligados a abandonar la protección que les brinda su aldea para salir al mundo y rescatar a Papá Pitufo, secuestrado por la Malvada Alianza de Magos. Los responsables de la película esperan que a través de esta aventura y de los descubrimientos que encuentran a lo largo del camino aparezca un primer esbozo a la respuesta que todo el mundo empezó a hacerse hace más de seis décadas: ¿Qué es un pitufo?

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