Qué hay detrás de la aparente locura de Trump frente al mundo

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La política exterior de Donald Trump ha desconcertado a aliados y adversarios por igual. Desde su camaradería con Vladimir Putin y sus reiteradas referencias a una anexión de Groenlandia, hasta el anuncio de una política arancelaria basada en una fórmula infantil (y luego retirada), cada anuncio ha reforzado la idea de un liderazgo caótico. ¿Hay, siquiera, un plan?

Aunque a primera vista incoherentes, estas acciones revelan un patrón. Los gestos hacia Rusia, el revisionismo territorial y la aplicación aparentemente errática de aranceles podrían formar parte de una estrategia deliberada—aunque poco convencional—destinada a frenar el ascenso chino. Y en ese esquema, la aparente locura de Trump es parte integral de la estrategia.

Con dos veces su capacidad manufacturera y primacía tecnológica en casi todos los ámbitos, China lidera el comercio mundial y es un par económico de los Estados Unidos. Durante años, los estrategas estadounidenses confiaron en que la liberalización económica conduciría a una apertura política en China y el envejecimiento de su población la enlentecería. Esa apuesta fracasó. Ni la pandemia ni la inteligencia artificial han detenido al imparable modelo chino.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firma una orden ejecutiva en la Oficina Oval de la Casa Blanca el 9 de abril de 2025

Si bien Estados Unidos aún conserva una clara superioridad militar, China ha acortado distancias en su capacidad para producir cazas furtivos y portaaviones, desplegar su propia tríada nuclear y avanzar en los dominios espacial y cibernético. Ante la amenaza que esto supone, la pregunta no era si Washington iba a reaccionar si no cuándo y cómo. La forma en que lo está haciendo no difiere de la que fue utilizada para contener a la Unión Soviética cincuenta años atrás: una combinación de cerco geopolítico, disuasión militar y aislamiento económico.

Estos son los cuatro ejes de la política de Trump frente al desafío chino:

1. La “Kissinger invertida”

El primer eje de la estrategia que se comienza a delinear es el cerco geopolítico. De esto se trata el acercamiento de Trump a Putin, una de sus más notables “locuras”. Aunque aliadas hoy, la proximidad geográfica entre China y Rusia las hacen enemigas naturales. Durante la Guerra Fría, Henry Kissinger supo identificar la fisura y se aproximó a Pekín introduciendo una cuña en el bloque socialista.

Trump parecería intentar una maniobra inversa atrayendo esta vez a Moscú. En esa lógica se inscriben las exenciones arancelarias para productos rusos y la urgencia de una paz en Ucrania.

El presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin posan para una foto el 14 de junio de 2019

2. Disuasión territorial

El segundo eje de la estrategia de Trump pareciera ser una forma de disuasión indirecta. China podría avanzar rápidamente hacia una paridad militar con Estados Unidos, por ejemplo, en un escenario de guerra en Taiwán. La cuestión es cómo evitarlo.

La administración Biden intentó disuadir a Xi Jinping abandonando la llamada “ambigüedad estratégica” y comprometiendo a los Estados Unidos con mayor claridad a una posible defensa de la isla. Pero la decisión tensionó aún más la relación con China y envalentonó a los nacionalistas taiwaneses, confiados en que convertirían a su país en un “puercoespín de acero” con ayuda de Washington. Esta política abría las puertas a una escalada nuclear. La ambigüedad estratégica debía volver, pero había que encontrar otra firma de disuadir a Pekín.

Donald Trump Jr., al llegar a Groenlandia

Trump parecería estar ensayando una forma distinta de disuasión: la amenaza de expansión territorial. Al sugerir—aunque sea en tono provocador—la anexión de Groenlandia o incluso de Canadá o el Canal de Panamá envía un claro mensaje a Xi: si ustedes modifican sus fronteras, nosotros podríamos hacer lo mismo. Estados Unidos ocupó Groenlandia en la Segunda Guerra Mundial. Este símbolo adquiere una relevancia particular en un mundo bipolar donde las señales entre militares importan.

3. Una cortina de aranceles

El tercer eje de esta gran estrategia es el aislamiento económico. Para detener a China y prevenir su militarización a largo plazo es necesaria su desvinculación económica —no solo de los Estados Unidos, sino de gran parte del mundo-. En este sentido difiero de los analistas que en estos días ven en la política arancelaria de Trump un nuevo aislacionismo norteamericano.

Los aranceles fueron criticados como erráticos e impulsivos, e incluso como una autolesión. Sin embargo, tienen sentido estratégico en la dinámica con China tanto como señal como por lo que ya han provocado.

El altísimo precio que el consumidor norteamericano pagará puede ser interpretado como una “señal costosa”, una estrategia en donde uno se inflige suficiente daño para demostrar lo mucho que estaría dispuesto a pagar (¿eventualmente una guerra?) para obtener un objetivo (detener a China).

El presidente Donald Trump habla durante un evento para anunciar nuevos aranceles en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca, el miércoles 2 de abril de 2025

Por otra parte, los aranceles ya han generado dos resultados deseables: disociar los mercados de China y Estados Unidos y generar presión, no solo sobre Pekín, sino también sobre aliados que deberán elegir su bando en noventa días.

Hoy en día solo la Unión Europea pareciera tener suficiente capacidad de reacción y peso económico para contrarrestar las tendencias centrífugas que parecen estar configurando una nueva Guerra Fría. Pekín desde ya intentará presentarse como un campeón del libre mercado, pero será difícil convencer a un mundo que se ha visto ahogado en sus productos de que es mejor quedar de su lado. Así, parafraseando a Churchill, de Helsinki hasta Seúl, una cortina de tarifas puede que vaya cayendo frente a China. El sistema económico global podría fragmentarse en dos esferas: una liderada por Washington y otra en torno a Pekín.

4. La lógica de la irracionalidad

El cuarto pilar de la estrategia es la apariencia de locura. El anuncio de un nuevo Golfo de América, la pelea en vivo con Volodimir Zelenski y las cartulinas con que fueron anunciadas las tarifas a cada país, pueden ser un elemento clave de la estrategia de Trump. La toma de decisiones impredecibles y aparentemente irracionales impide que el adversario planee una contraestrategia, hace las amenazas a los propios aliados más creíbles, y aumenta infinitesimalmente la probabilidad de que se cometa una locura, haciendo las amenazas lo suficientemente creíbles como para alcanzar un mejor resultado en la negociación.

El presidente Donald Trump y el vicepresidente JD Vance, durante el cruce con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, en la Oficina Oval, el 28 de febrero de 2025

Desconozco si la llamada “teoría del loco” que Nixon supo utilizar para redefinir alianzas y reordenar el sistema internacional en los años setenta aparece en The Art of the Deal, pero la exploración de estos juegos de gallina en el contexto de la disuasión nuclear tienen varios Premios Nobel por detrás y al menos este servidor prefiere pensar que hay un método en la locura que parece reinar hoy en día, en la principal potencia del mundo.

Luis L. Schenoni es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Notre Dame, investigador asociado en la Universidad Torcuato Di Tella y director del Programa de Estudios de Seguridad del Departamento de Ciencias Políticas del University College de Londres.

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