La descomposición cadavérica es el proceso biológico por el cual un cuerpo humano (o de cualquier organismo) se degrada tras la muerte.
Aunque suele ser un tema rodeado de misterio o tabú, este fenómeno es objeto de estudio científico en áreas como la medicina forense, la antropología y la criminología, ya que permite estimar el tiempo de muerte y las condiciones en las que ocurrió.
El proceso de descomposición ocurre en cinco fases principales: fase fresca, fase de hinchazón, fase de descomposición activa, fase de descomposición avanzada y fase de restos secos o esqueletización.
La velocidad de este proceso depende de múltiples factores, incluyendo el clima, la humedad, el acceso al oxígeno, la causa de muerte, la ubicación del cuerpo (enterrado, sumergido, expuesto al aire libre) y la presencia de insectos o carroñeros.
La fase fresca o cromática comienza inmediatamente después de la muerte. Aunque a simple vista el cuerpo parece sin cambios, internamente ya ha iniciado la autolisis: las células comienzan a autodestruirse por acción de sus propias enzimas, especialmente en órganos como el páncreas y el estómago.
Asimismo, es común que en algunos casos aparezca una mancha verduzca en la zona baja del abdomen, así como la evidente marcación de las venas sobre la piel Esta fase suele durar entre 1 y 3 días, dependiendo del entorno.
Es importante resaltar que es durante estas primeras fases que se muestran fenómenos cadavéricos como el algor mortis, que se refiere al enfriamiento repentino del cuerpo; el livor mortis, en donde aparecen manchas violáceas en las partes inferiores del cuerpo por acción de la gravedad; y el rigor mortis, en donde los músculos del cuerpo se tensan.
La siguiente es la fase de hinchazón o enfisematosa, en la cual las bacterias intestinales, al multiplicarse sin control, producen gases como metano, amoníaco e hidrógeno sulfuroso, causando que el cuerpo se hinche visiblemente.
Se produce un fuerte olor característico y es común que los ojos y la lengua sobresalgan. Esta etapa ocurre entre el segundo y el quinto día post mortem.
Luego sigue la fase de descomposición activa en donde el cuerpo pierde fluidos, la piel puede presentar ampollas o rupturas, y los tejidos blandos comienzan a desintegrarse rápidamente. Es en esta etapa donde los insectos, especialmente larvas de mosca, juegan un papel clave, alimentándose de los tejidos y acelerando el proceso.
La fase de descomposición avanzada puede extenderse hasta varias semanas. La mayoría de los tejidos blandos ya se han perdido, los músculos se deterioran y el olor fétido disminuye, aunque persiste. Los huesos pueden quedar expuestos y es posible que el cuerpo se vea reducido a piel, cartílago y restos óseos.
En otros términos, estas dos últimos procesos mencionados constituyen la fase colicuativa o de licuefacción, en donde es común la secreción de líquidos llamados lixiviados.
Finalmente, la fase de restos secos o esqueletización ocurre cuando ya no hay tejidos blandos. El cuerpo queda reducido a huesos, cabello y materiales resistentes como tendones o uñas. Esta etapa puede tardar meses o incluso años en completarse, dependiendo de las condiciones ambientales.
En condiciones normales, un cuerpo expuesto al aire libre puede tardar entre uno y tres años en descomponerse completamente hasta llegar al esqueleto. Si el cadáver está enterrado o protegido del ambiente (por ejemplo, en una tumba o en condiciones frías y secas), el proceso puede tardar décadas, aunque también depende de factores como la calidad de la tierra o el material en que el cuerpo se encuentre envuelto, como el ataúd.
El conocimiento de estas fases no solo es relevante para entender el ciclo biológico de la vida y la muerte, sino que es esencial para la investigación forense. Estimar el tiempo de muerte o analizar restos óseos depende del entendimiento detallado de cómo se descompone un cuerpo humano.