El mercado y la economía están sumergidos en un mar de incertidumbre, a la espera de los detalles del paquete de ayuda de los Estados Unidos y del resultado electoral del 26 de octubre.
El impacto de esta espera es brutal. Los argentinos, como siempre que hay incertidumbre, se abocaron al deporte nacional, la compra de dólares. El peso llegó el jueves por la mañana cerca del techo de la banda cambiaria en el mercado oficial, la brecha con los mercados paralelos (Contado con Liqui -CCL-, MEP y blue) se había ampliado en semanas anteriores a medida que el Banco Central (BCRA) impuso una serie de restricciones para evitar unas transacciones por las que perdía muchas reservas, aunque ya se había empezado a cerrar a inicios de la semana, y el Tesoro vendió US$2040 millones hasta el miércoles, prácticamente agotando sus depósitos en dólares. La contracara de la dolarización es la caída de la demanda de dinero y, por lo tanto, la suba de las tasas de interés, que volaron nuevamente. La tasa de depósitos mayoristas (de más de 1 billón de pesos) subió de 41% el 26 de septiembre al 47% el jueves pasado. Los bonos en pesos del gobierno que vencen a mediados del 2026 pagaban cerca del 60% y los bonos que ajustan inflación pagaban un 30% sobre la inflación al mismo plazo a mediados de la semana. Este nivel de tasas y de incertidumbre son inaguantables para cualquier economía si se mantienen en el tiempo.
Todo cambió, sin embargo, el jueves. Ya para el miércoles a la tarde algunas fuentes indicaban que la mesa de la Reserva Federal de Nueva York había pedido precios de bonos a varios bancos; aunque no compró nada, el mercado tomó nota y los bonos subían el jueves por la mañana. Poco después del mediodía, ocurrió algo que nadie esperaba. Circuló por las mesas un mensaje de Bloomberg del Santander, diciendo que había ejecutado transacciones en nombre del Tesoro de los Estados Unidos con el propósito de intervenir en el mercado cambiario. Poco después, el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, en un post en X muy contundente, confirmó que habían comprado pesos y que habían finalizado el marco para establecer un swap de monedas de US$20000 millones con el BCRA. Como es de esperar, el pánico dio lugar a la euforia rápidamente. Los bonos en dólares y las acciones rebotaron fuertemente el jueves, a la par que el peso se fortalecía. Los detalles finales seguramente los conoceremos el martes en el contexto de la reunión entre Donald Trump y Javier Milei en Washington, pero el mensaje de apoyo, y una prueba de amor concreto, que algunos cifran en US$400 millones, ya están sobre la mesa.
Es decir, el mercado se debate entre potenciales noticias muy positivas (los anuncios) y muy negativas (las elecciones), en una encrucijada binaria como muchas veces en el pasado.
La pregunta que nos podemos hacer hoy es, ¿hay algo que podamos decir con algún grado de certeza sobre lo que viene en el período post electoral? Como una vez dijo Donald Rumsfeld, ex secretario de defensa de los Estados Unidos, hay cosas que sabemos que sabemos; hay cosas que sabemos que no sabemos, y también hay cosas que no sabemos que no sabemos. Por razones obvias, nos vamos a concentrar en las dos primeras.
Más que “saber”, lo que hay es un consenso bastante generalizado de que no volveremos a tener el “súper peso” de inicios de año. Evitar que el peso se aprecie a pesar del apoyo de los Estados Unidos puede ocurrir por una de dos razones, o por las dos juntas.
La primera razón es que el FMI y el Tesoro de los Estados Unidos forzarán al Gobierno argentino a comprar reservas internacionales luego de las elecciones como parte del nuevo acuerdo. La Argentina necesita desesperadamente mejorar su posición de reservas. El miércoles pasado la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, dijo que “Cuando el país pueda afrontar las obligaciones del servicio de la deuda y las presiones internas, con una sólida posición de reservas, entonces, por supuesto, podrá continuar implementando sus programas y mantener a la población argentina comprometida» (el énfasis en itálicas es nuestro). Al 30 de septiembre, las reservas netas del BCRA eran aproximadamente US$6000 millones menos que la meta fijada con ese organismo para diciembre. Aunque el cumplimiento de la meta parece imposible, está claro que la exigencia de efectuar compras, tanto por parte del Tesoro argentino como del BCRA, serán imposibles de esquivar esta vez para el equipo económico.
La segunda causa que puede evitar volver al “súper peso” es que el Gobierno tenga un mal resultado electoral, que amenace la estabilidad política y por lo tanto el sustento del plan económico actual. En este caso, sería imposible mantener la banda cambiaria mismo si el Gobierno no compra reservas; el tipo de cambio subirá fuertemente a la espera de noticias que muestren que, de una manera u otra, existe un poder político con capacidad de implementar políticas razonables. Si se inicia una transición política que el mercado percibe que terminará con el kirchnerismo en el poder (lo que veo muy poco probable), el tipo de cambio no tendrá techo.
Y, si bien el resultado electoral está entre las cosas que sabemos que no sabemos, el caso más interesante para analizar es el escenario electoral que hoy parece más razonable a la luz de –con perdón de los lectores— las encuestas: un empate entre la coalición LLA-PRO y el kirchnerismo, o un leve triunfo para la primera. Para saber como reaccionará el mercado en este caso podemos usar una analogía de teoría de los juegos (la disciplina que revolucionó John Nash, cuya vida retrató en forma fascinante la película “Una mente brillante”). Algunos juegos de varios períodos se resuelven por lo que se llama “inducción hacia atrás”. En vez de resolverlos de adelante para atrás, se resuelven de atrás para adelante: se empieza pensando cual es la decisión óptima en el último nodo del juego, después se piensan las decisiones óptimas en los nodos anteriores, tomando en cuenta cual es la decisión óptima en el nodo siguiente, y así hasta el inicio del juego, es decir hasta hoy.
Lo que hagamos con nuestras decisiones financieras y económicas el día después de la elección dependerá de lo que pensemos que pasará en el último nodo de este “juego”: la elección presidencial de 2027 (o antes, si es que hay una transición acelerada). Esta definición nos permite entonces entender claramente la tarea que tiene el equipo económico y político del Gobierno en la segunda parte de su mandato. Después de la elección de la provincia de Buenos Aires y de las dificultades políticas, económicas y financieras por las que atraviesa, los sueños de un “Milei emperador” que implementa un conjunto de reformas arrollador ya deberían haber quedado de lado, a menos que LLA sorprenda con una elección de más de 40%. En el actual contexto, el objetivo debe ser más modesto, pero no por ello menos importante.
Apelando a otra película, en este caso la adaptación de 2001 de “Ocean’s 11”, en la que en una parte uno de los actores les dice a sus compañeros “you had one job!”, Javier Milei tiene “one job”: que no vuelva el kirchnerismo al poder. Si el mercado percibe que en el último nodo de este “juego” no accede el kirchnerismo al poder, sino que Milei logra la reelección o que lo continúa alguna expresión política que entienda algunos conceptos básicos como la importancia del equilibrio fiscal, que la inflación es un fenómeno monetario y que la economía tiene que estar integrada al mundo, el comportamiento de la economía y los mercados en los próximos dos años será muy distinto al de los últimos meses. Y, justamente ese comportamiento será el que le permitirá a Milei terminar su mandato y reelegirse, o al menos entregar al poder a un no-kirchnerista, porque las tasas bajarán, el apetito por dolarizar portafolios cederá y la inversión repuntará, permitiendo así a la economía expandirse en el marco de una inflación que continúa descendiendo.
El sendero para cumplir con esta tarea lo marcó el propio gobierno de los Estados Unidos cuando, según el Ministro de Economía Luis Caputo, Bessent le pidió que “trabajen en la gobernabilidad” para llevar adelante reformas. Para ello, el gobierno debería incorporar al PRO al gabinete, y negociar con la “liga de gobernadores”. Lo que hay que negociar es mantener el núcleo del programa económico de Javier Milei: el superávit primario, y la continuidad de las reformas microeconómicas para desatar el poder de la iniciativa privada en la Argentina. Ojalá las negociaciones también permitan la rebaja de impuestos distorsivos. Aunque en este escenario Milei seguramente no pueda implementar todas las reformas que quería, el mantenimiento del rumbo por muchos años es la condición necesaria para poder volver a crecer. Y tener éxito económico, es decir crecer y crear empleo con baja inflación, permitirá además cementar la batalla cultural que vino a dar el Presidente.