Qué significa que a una persona no le gusten los gatos, según la psicología

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Gatos. (Pexels)

Parece que a todo el mundo le deberían gustar los gatos: internet está lleno —o desbordado, según como se mire— de fotos, vídeos y memes de los felinos, hay dueños que han empezado a pasearlos por la calle con una correa y un abriguito y hay bares o cafeterías dedicados a ellos, donde los aficionados a estas mascotas pueden sentarse a su lado y acariciarlos. En este contexto, odiar a los gatos puede parecer contrarianismo, y algunos, incrédulos ante tamaña ‘afrenta’, han analizado las razones psicológicas de este rechazo.

Y es que los gatos poseen conductas y rasgos únicos que muchas veces resultan motivo de incomodidad entre quienes prefieren vínculos más previsibles con sus mascotas. A diferencia de los perros, que buscan permanentemente la aprobación y compañía de sus tutores, los gatos gestionan sus propios tiempos y espacios, y pueden mostrarse distantes ante la interacción humana. Los especialistas señalan que la frialdad asociada a los gatos y su naturaleza independiente suelen enfrentarse con el deseo humano de reciprocidad directa y constante. Cuando un gato se niega a ser acariciado, responde con una mordida o muestra actitudes ariscas, pone a prueba el nivel de tolerancia de quienes conviven con él. Personas con baja tolerancia a la frustración o con necesidad de control pueden experimentar insatisfacción, generando un círculo de desconfianza y rechazo mutuo, afirman varios psicólogos en estudios académicos que han difundido en internet.

Desde la psicología, la aversión hacia los gatos puede interpretarse a partir de dos grandes vertientes: la influencia de experiencias negativas previas y la presencia de determinados rasgos de personalidad.

En primer lugar, las vivencias desfavorables, en particular durante la infancia, aparecen frecuentemente detrás de la aversión posterior hacia los gatos. Un encuentro traumático, como un arañazo, una mordedura o un episodio de miedo intenso, suele dejar una huella psicológica relevante. No solo las experiencias directas tienen peso; relatos de familiares o conocidos, imágenes negativas y representaciones culturales también colaboran en la consolidación de una imagen desfavorable. Quienes crecen escuchando que los gatos son peligrosos, antihigiénicos o portadores de mala suerte probablemente incorporen esos prejuicios a su perspectiva adulta.

Rasgos de personalidad asociados

El rechazo a los gatos también puede vincularse a ciertas características individuales. Los psicólogos han identificado patrones recurrentes en personas que no disfrutan de la compañía de estos animales:

  • Necesidad de control personal. Personas acostumbradas a dominar situaciones y mantener el control en los vínculos pueden sentirse incómodos ante la autonomía e independencia de los gatos, quienes no responden fácilmente a órdenes ni se pliegan al esquema de obediencia típico de otras mascotas.
  • Inseguridad emocional. El carácter impredecible y ambiguo de los felinos puede generar ansiedad en quienes valoran la claridad en las interacciones sociales y las respuestas explícitas. Ante la incertidumbre acerca de cómo reaccionará un gato, la persona puede optar por la distancia.
  • Baja tolerancia a lo imprevisto. La tendencia de los gatos a modificar rutinas, desaparecer por períodos y disponer de su espacio a voluntad puede perturbar a quienes estructuran su vida bajo esquemas rígidos o muestran incomodidad ante la espontaneidad.
  • Influencia de la educación. Haber crecido en un entorno donde los gatos eran percibidos como peligrosos, insalubres o incluso portadores de creencias supersticiosas refuerza la formación de prejuicios duraderos, difíciles de modificar en la adultez.

Estas explicaciones no son excluyentes entre sí, y es habitual que coexistan en una misma persona, intensificando el alejamiento hacia los gatos. Finalmente, la psicología, haciendo uso de la navaja de Ockham, tampoco descarta una explicación mucho más breve: que a algunas personas, por muchos memes graciosos o fotos ‘encantadoras’ que circulen por ahí, e independientemente de su personalidad, sus rasgos psicológicos o sus traumas del pasado, simplemente no le gusten estas mascotas.

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