La presencia de la corona de Cristo en el hogar, lejos de ser un simple elemento decorativo, ha llamado la atención por su contenido altamente tóxico; sin embargo, también ha sido objeto de interpretaciones diversas que van desde su simbolismo religioso hasta su impacto en la armonía doméstica.
Originaria de Madagascar, la corona de Cristo llegó a Europa en el siglo XIX, donde su aspecto exótico y la intensidad de su flor roja la convirtieron en una especie codiciada para jardines tanto interiores como exteriores.
Con el tiempo, su forma espinosa y la peculiaridad de su floración alimentaron la creencia de que guardaba una relación simbólica con la corona de espinas utilizada durante la crucifixión de Cristo, dotándola de un significado sagrado en el ámbito católico y en otras ramas del cristianismo.
¿Qué tan venenosa es la corona de Cristo?
La corona de Cristo contiene un látex blanco en su savia, que es tóxico, pues al tener contacto con él se puede causar irritación en la piel y los ojos, provocando enrojecimiento, picazón y sensación de ardor. Y en caso de ingerirse, puede producir dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarrea.
Por ello, se exige tener una precaución especial en hogares con niños o mascotas, en particular gatos, que suelen sentirse atraídos por las plantas.
En caso de tener contacto con la savia, es recomendable lavar la zona afectada con abundante agua o leche y evitar tocarse los ojos. Si se produce ingestión, es aconsejable buscar atención médica de inmediato.
¿Cuáles son los cuidados que debe tener la corona de Cristo?
Debido a lo tóxico del látex blanco en su savia, se recomienda ubicarla en espacios como balcones, terrazas, jardines de entrada o ventanas, donde pueda recibir luz solar directa y, al mismo tiempo, limitar su influencia sobre la atmósfera interior.
Prefiere la luz solar directa, aunque tolera la sombra parcial, lo que puede afectar su crecimiento y frecuencia de floración. En condiciones óptimas, puede alcanzar hasta 1,5 metros de altura.
En invierno es fundamental protegerla en interiores o mediante mantas térmicas. Además, el riego debe ser escaso y espaciado, permitiendo que la tierra se seque completamente entre cada aplicación de agua. Adaptar dichas medidas contribuye a una convivencia segura con la corona de Cristo en espacios domésticos.