CAMBRIDGE, Massachusetts.- Cuando Alan Garber asumió la presidencia interina de Harvard hace poco más de un año, tras la renuncia de Claudine Gay en medio del escrutinio político por su gestión de las protestas en el campus por la guerra en Gaza y acusaciones de plagio, la universidad enfrentaba meses tumultuosos. Las divisiones acechaban a esta institución, una de las más prestigiosas del mundo, incluso con debates sobre la libertad de expresión. En poco tiempo, este médico y economista sanitario cambió una tormenta por otra, con un rival de un peso extraordinariamente mayor: el presidente Donald Trump.
Convertido poco menos que en un héroe para sectores progresistas por plantarse frente la ofensiva de la Casa Blanca contra Harvard, Garber revirtió, de un año al otro, las miradas de cuestionamientos y hasta abucheos por ovaciones unánimes, como la que recibió este jueves en el acto central de graduación.
“Tenemos que mantenernos firmes en nuestro compromiso con lo que defendemos. Y lo que defendemos, creo que hablo en nombre de otras universidades, es la búsqueda de la verdad”, señaló, en un discurso celebrado por los estudiantes y profesores.
Garber es el presidente de Harvard durante una crisis sin precedente en sus 388 años de existencia. Su nivel de exposición ha tenido un crecimiento meteórico este año, avivado por la cruzada de Trump contra la prestigiosa universidad, a la que acusa de ser un “bastión del antisemitismo”, de promover “ideas woke y de izquierda radicales” y hasta de tener “vínculos con el Partido Comunista Chino”.
Su resistencia con discursos de alto perfil y en los tribunales contra las medidas de la administración republicana -que incluyen recortes de fondos, la cancelación de contratos federales y una medida para restringir la matriculación de estudiantes extranjeros– llevaron incluso a que algunos demócratas, frustrados por la falta de liderazgo en sus propias filas, lo hayan ensalzado como a una figura de contrapeso a Trump.
Muchos celebraron cuando Garber escribió un rechazo contundente a una lista intrusiva de demandas del gobierno de Trump el mes pasado, y luego no vaciló en demandar a la administración. Ahora mantiene una pulseada judicial que es clave para el futuro de 6800 alumnos internacionales de la universidad, y de los que evalúan venir aquí a estudiar en el futuro desde cada rincón del mundo.
Mientras este jueves los graduados -vestidos con toga y birrete, y los extranjeros con estolas alusivas a las banderas de sus países- ovacionaban a Garber, a pocos kilómetros de la universidad la jueza Allison Burroughs ampliaba en un tribunal federal de Boston el bloqueo a la polémica medida de Trump, lanzada con el pretexto de que el antisemitismo aflora en el campus en medio de la campaña militar de Israel contra el grupo terrorista Hamas en Gaza.
De haberse mantenido firme, la medida hubiera dejado “con efecto inmediato” a 6800 estudiantes e investigadores internacionales (un 27% del total del alumnado) en un limbo legal y con dos opciones drásticas sobre la mesa: buscarse otra universidad o ser deportados de Estados Unidos.
En Harvard, los estudiantes y graduados extranjeros valoran la firmeza de Garber en la conducción de la universidad, en tiempos absolutamente atípicos.
“En estos dos años de estudio me tocó vivir situaciones que no me esperaba antes de llegar a Estados Unidos. Fue impresionante ver cómo pasamos de las protestas del año pasado a lo que estamos viviendo esta semana [de los actos de graduación], con mucha unidad debido a las medidas del gobierno”, dice a LA NACION el indonesio Ferrand Widjaya, de 34 años, diplomado en la Harvard Business School. “La conducción del presidente [Garber] desde luego tiene mucho que ver”, añade, después de posar para las tradicionales fotos junto a su familia, que viajó especialmente desde Yakarta.
Dificultades internas
Más allá de las acusaciones del gobierno, Garber reconoció las dificultades internas que enfrenta la universidad que preside, y decidió dar batalla al antisemitismo, al que calificó de “grave problema” en Harvard. “Está presente en nuestro campus”, dijo en marzo pasado, y añadió que, como judío, él mismo lo había experimentado.
Garber pidió disculpas tras la publicación de informes internos sobre prejuicios antisemitas y antimusulmanes en la universidad más antigua de Estados Unidos, que tiene su sede central en Cambridge, Massachusetts.
“Lamento los momentos en que no hemos cumplido las altas expectativas que legítimamente nos habíamos fijado para nuestra comunidad”, escribió Garber en la nota. “Miembros de nuestra comunidad denunciaron incidentes que los llevaron a sentirse perseguidos y rechazados por razón de su identidad. Harvard no puede tolerar ni tolerará el fanatismo”, añadió.
Los informes incluían testimonios de estudiantes que describían sentirse alienados y presionados para ocultar su identidad a sus compañeros y profesores. En respuesta a esas conclusiones, Harvard se comprometió a revisar su oferta académica y sus políticas de admisión, una exigencia clave de la Casa Blanca, que acusa a la institución de la llamada Ivy League de no haber erradicado el antisemitismo en el campus.
Tras las protestas propalestinas del año pasado por la guerra contra Hamas en Gaza, se crearon dos grupos de trabajo para “investigar los prejuicios” en Harvard. “Todavía tenemos mucho trabajo por hacer”, reconoció Garber.
Carrera
Garber, de 70 años y nacido en Illinois, obtuvo tres títulos en Harvard antes de trasladarse a California para estudiar medicina en la Universidad de Stanford. Allí estuvo un cuarto de siglo, donde estudió política sanitaria. Tuvo cuatro hijos y ejerció como médico en el Centro Médico de Veteranos de Palo Alto. Nunca había planeado ser administrador de una universidad, ni irse de California, según contó en una entrevista. Sin embargo, después fue rector de Harvard durante casi 13 años, de septiembre de 2011 a enero de 2024, cuando asumió de forma interina la presidencia.
Su ascenso a ese cargo supuso un golpe de timón de la universidad tras un año turbulento no solo en Harvard, sino en la enseñanza superior en Estados Unidos en general, en el que las autoridades universitarias de todo el país tuvieron que hacer frente a protestas estudiantiles y críticas al nivel de inclusión de las instituciones de elite.
Lawrence H. Summers, presidente emérito de Harvard que ha sido crítico de la respuesta de la universidad al antisemitismo en el campus, elogió en su momento la elección de Garber para conducir los destinos de la universidad.
“Tiene unos valores muy sólidos, en un momento en que son más necesarios que nunca”, señaló Summers, exsecretario del Tesoro. “Espero que logre restaurar en Harvard los valores del orden, la libertad de expresión y la excelencia académica. Alan tiene una gran oportunidad de hacer hincapié en la excelencia más que en la autoestima, en la oportunidad más que en la identidad, y en la verdad más que en la justicia social. Es una oportunidad histórica”, añadió.