Lo que comenzó como un procedimiento rutinario de tránsito en la avenida Las Palmas de Medellín terminó por catapultar al máximo la fama y el debate en torno a “el Billetudo”, un creador de contenido que ha hecho del lujo desenfrenado y la ostentación digital no solo su marca personal, sino también el eje de un fenómeno viral que trasciende la anécdota del tráfico.
El incidente ocurrió cuando agentes de tránsito de Medellín hicieron detener una Toyota Land Cruiser dorada conducida por el influencer bogotano, que avanzaba con las placas cubiertas.
Esta acción constituyó la primera falta documentada por la autoridad de la capital antioqueña y que resultó en la inmovilización inmediata del vehículo.
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A partir de allí, la controversia se multiplicó: circularon videos donde se observa una presunta actitud hostil del conductor hacia los agentes, así como versiones sobre posibles irregularidades adicionales respecto a la legalidad del llamativo cambio de color de la camioneta.
Este episodio no solo expuso a “el Billetudo” al escrutinio público por una presunta agresión a los funcionarios, también reavivó el debate sobre el papel de las plataformas digitales y la figura del influencer que se presenta como ejemplo de éxito forjado “desde abajo”.
Al mismo tiempo, las redes sociales se inundaron de clips y comentarios que hicieron de este suceso uno de los tópicos del momento en Colombia.
La identidad del creador de contenido está construida a partir de una narrativa de superación y abundancia. Aunque su nombre real permanece ausente de sus canales, sí deja claro su origen humilde en múltiples publicaciones.

Su historia, según él mismo relata en Tiktok, da cuenta de una rápida transformación económica: “Hace cinco años trabajaba en una esquina vendiendo cadenas y, ahora, soy un gran empresario, papito. Porque todos podemos, somos jóvenes y tenemos gasolina de avión, vean la hora, papitos, 10:00 de la noche y seguimos acá trabajando”.
Precisamente el término “gasolina de avión” se ha convertido en el lema que repite incansablemente para referirse a su particular ética de trabajo, la cual describe como una combinación de esfuerzo diario y perseverancia inquebrantable.
Uno de sus videos más difundidos refuerza esa idea: “Papitos, 10:00 de la noche y seguimos trabajando en la bodega. Esa es la gasolina de avión que les digo, trabajar todos los días, esforzarse, con disciplina todos los días, de domingo a domingo, quemándose, mojándose, porque tenemos gasolina, papito, y vamos es pa’ arriba”.

Más allá de la retórica del sacrificio, la puesta en escena es el eje de su contenido. Su flota de vehículos incluye la Land Cruiser dorada–conocida como ‘La Billetuda’–, caracterizada por su color metálico que simula un enchape en oro y por las reiteradas exposiciones junto con una tractomula del mismo tono con el texto “50 años” y placas PSY444.
Además, exhibe motocicletas como una Yamaha DT 125 supuestamente “enchapada en oro” y una Yamaha de la línea R1, cuyo valor ronda los 25 millones de pesos, junto a otras extravagancias automotrices.
Asimismo, en sus desplazamientos suele ir acompañado por aproximadamente ocho camionetas Toyota, así como un Jeep Rubicon y una Ford F-150 Raptor valorada en unos 450 millones de pesos colombianos.
Los lujos no se limitan a los vehículos

El creador diversifica su imagen mostrando caballos de paso fino –animales que participan en cabalgatas y ferias equinas–, esmeraldas para promocionar su venta junto a reconocidos esmeralderos de Bogotá, e incluso productos importados.
Uno de sus videos más virales expone una botella de tequila proveniente de México, que llega a Colombia con un envase en forma de rifle y recubierta en el mismo dorado de sus autos, bautizada por él como “El Tequila del Billetudo” y tasada en 349 euros, equivalente a más de 1,5 millones de pesos colombianos.
Parte central de su estética es el uso de grandes cadenas de oro de 24 quilates y una piedra de esmeralda, objetos recurrentes en casi todas sus intervenciones digitales.

Este despliegue visual le ha valido una creciente comunidad de seguidores, pero también la atención y la valoración negativa de quienes consideran su exhibicionismo una apología del lujo sin freno ni contexto.
La reciente intervención de las autoridades de tránsito puso bajo la lupa otras posibles infracciones. En un principio, tras la inmovilización de la Toyota Prado modelo 2010 de placa RAL006, se señaló una falta relacionada con el cambio de color del vehículo que supuestamente no contaba con autorización oficial.
Sin embargo, una investigación de El Tiempo pudo esclarecer ese punto: la Secretaría Distrital de Tránsito de Bogotá había aprobado formalmente la modificación del color el veintinueve de mayo de 2024, trámite que se realizó tres meses después de la adquisición del vehículo por parte de ‘El Billetudo’.

Lejos de ser un caso aislado, la viralización de estos hechos y de los videos relacionados ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre cómo las figuras digitales construyen relatos de éxito personal y los posibles riesgos de traspasar los límites jurídicos en busca de notoriedad.
La historia de ‘El Billetudo’ no solo es el retrato de un influencer con una estética particular, sino también un síntoma de la creciente tensión entre la cultura de la ostentación y las obligaciones legales en el espacio público colombiano.
