“Lo que nosotros hacemos no es arte. Yo me considero un obrero del dibujo. Es un trabajo más, no es ser artista”. Con esas palabras y su característica modestia, Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido en todo el mundo como Quino, definía su carrera en una entrevista realizada en Mendoza en 2014, seis años antes de su muerte. Ese año, el creador de Mafalda y de una extensa obra gráfica que trascendió a su famosa criatura había recibido el prestigioso premio Príncipe de Asturias en reconocimiento a su trayectoria. En 2017, poco después de la muerte de Alicia Colombo, su compañera de vida, Quino vuelve a vivir en su provincia natal, en silla de ruedas y casi ciego. Todos los días, al despertarse, se llena “de alegría” al encontrarse de nuevo con “la luz de cuando era chico”.
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La entrevista de 2014, que había permanecido inédita, es uno de los ejes del documental Quinografía, que tendrá su estreno sudamericano en el cierre del Bafici y llegará a las salas argentinas y españolas en junio. Con dirección de Mariano Donoso y Federico Cardone y guion de Mariana Guzzante, es una coproducción internacional entre las productoras Curandero (Argentina) y El Gatoverde (España). Fue filmada en seis países y en cuatro idiomas y muestra otros materiales inéditos o no conocidos de Quino como bocetos, primeros dibujos, cartas y fotografías del archivo familiar. La clasificación de los materiales que dejó Quino en su última casa en Mendoza es otra de las columnas estructurales del documental.
“Primavera de 2020. Quino ha muerto y esta casa está llena de sus cosas”, dice la voz en off de la guionista, que en otro momento cuenta el origen de la charla inédita donde se escuchan las preguntas, pero solo se ve al dibujante. “Encontramos una grabación casera. Todo parece indicar que es su última entrevista”.
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“Desde el guion, lo planteamos como una bio-geografía, buscando recorrer, junto al Quino íntimo, todos aquellos lugares donde vivió, trabajó y nutrió su sensibilidad particular. Está Mendoza, claro, su ciudad natal con su primer acercamiento al dibujo y al cine mudo; luego Buenos Aires, donde llegó en la adolescencia con la carpeta de bocetos bajo el brazo y donde conoció el agite de las redacciones, se casó, creó a Mafalda y sufrió – también- un atentado de la Triple A. Y luego está ese autoexilio que lo lleva a Milán, París, Madrid, donde tuvimos el placer de entrevistar a amigos entrañables de Quino, como Joan Manuel Serrat, Jorge Valdano, Milena Busquets, Daniel Samper Pizano y Álex Grijelmo -dijo Guzzante a LA NACION-. Para nosotros es muy especial este estreno en Buenos Aires, porque aquí nos abrieron las puertas Daniel Divinsky y Rep y, de alguna forma, recorrimos la ciudad acompañados por el aura de Quino: fuimos a sus lugares favoritos, sus calles, las estaciones, los sitios que inspiraron esa radiografía agudísima de la Argentina que luego se ponía a dibujar”.
El juego de palabras que presenta el título Quinografía deja en claro desde el principio la intención de los realizadores de trazar una “radiografía” del humorista gráfico a partir de sus propias declaraciones, los testimonios de sus amigos cercanos, de colegas y de editores argentinos, italianos, franceses y españoles y, también, de ciertas “pistas” que siguen a lo largo de la película.
Por ejemplo, el hallazgo en una caja de un objeto antiguo para “ver” postales con imágenes del castillo de Fuengirola, en Málaga, España, de donde proviene su familia. Más adelante, el mismo castillo “real” aparece en la pantalla y, también, una serie de piedras que el dibujante trajo de recuerdo en un viaje a la tierra de sus orígenes. “Tenía el sopapo fácil”, dice Quino sobre su madre. Y su hermano Roberto reflexiona que las historias de la guerra civil española que escuchaban en la infancia marcaron los chistes y las viñetas del humorista gráfico. Una serie de tiras con la muerte como protagonista así lo demuestran.
Su temprana orfandad también marcó su vocación. “Descubre el lápiz a los 4 años y desde entonces los colecciona. A los 15 queda huérfano y ya no para de dibujar”, cuenta en off la guionista y en diálogo con la nación agrega: “Los temas que recorren la película son sus miedos, sus obsesiones, su mirada sobre el mundo, la influencia de la música, el cine y la pintura. Tuvimos el placer de filmar de madrugada en el Museo del Prado, abierto en un horario exclusivo para esta producción”. En esa parte del documental aparece Quino en una antigua entrevista contando el “error” que cometió al dejar de estudiar Bellas Artes. “Después tuve que aprender todo solo”, confiesa.
Su vida al lado de Alicia, la decisión de no tener hijos (“¿Para qué traer más locos al manicomio?”), sus preocupaciones políticas, su sensibilidad social y el exilio también aparecen reflejados en imágenes y testimonios. En una carta de 1977, ya instalados en Milán, Alicia confiesa que extraña mucho el Tigre. La decisión de irse del país después del golpe de Estado de 1976 tuvo que ver con las amenazas de muerte que sufrieron a partir de una ahora famosa secuencia de Mafalda en la que se la niña se cruza con un policía en la calle, señala la cachiporra y dice: “Este es el palito de abollar ideologías”.
Sin proponérselo, la estadía en Europa sirvió para el despegue definitivo del personaje y del resto de la obra de Quino en el mundo occidental. Luego llegaría, también, la fascinación por Mafalda en países orientales como China y Japón. Una anécdota de Divinsky, fundador del sello histórico de Quino, Ediciones de la Flor, revela que se enteraron por un fan que en Hong Kong existían ediciones piratas de Mafalda. Traducidas, claro.
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“Nos interesó profundizar en toda la otra obra de Quino, maravillosos libros como Mundo Quino, A mí no me grite, Potentes, prepotentes e impotentes y Gente en su sitio, que incluyen muchas páginas de humor mudo, exquisitas y fundamentales. Otra de las líneas son las traducciones de la tira, que logró conquistar incluso al mundo asiático. Sí, las infancias leen a Mafalda también en chino mandarín”, completa Guzzante.
El amor a Mafalda y el cansancio de Mafalda (usa la palabra “esclavitud” en un momento) aparecen reflejados a través de la voz de su propio creador, que confiesa que tenía miedo de repetirse o de quedarse sin ideas. “A Quino hay que descubrirlo. No es un hombre –dice Serrat en presente- que vaya por la vida haciéndose el gracioso”. “Y bueno, por lo menos ha servido mi humor para que a alguien se le abra la cabeza”, parece responderle el creador mendocino, que en otro momento del documental define: “Para ser buen humorista es fundamental ser observador”.
Sobre el final, aparece una pregunta común a los artistas: “¿Cómo le gustaría que lo recordaran?”. Quino, siempre tan Quino, parece sorprendido. Mira a la cámara, mueve la cabeza con gesto extrañado y responde: “No sé, no lo sé…”.
Para agendar
Quinografía es la película de clausura del 26° Bafici. Se proyecta este domingo en dos horarios continuados (a las 16.15 y 18.50) en el Cine Teatro Alvear (Av. Corrientes 1659). Informes en este enlace.