Quioscos en peligro: con el combo de chicles y cigarrillos en caída, apuestan a un nuevo producto para salvar al negocio

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La crisis del consumo no perdonó al canal de los quioscos y ya provocó en poco más de tres años el cierre de más de 10.000 locales en todo el país. Pero la retracción en las ventas es apenas una de las caras de una tormenta perfecta que amenaza a un formato emblemático de la vida urbana argentina. A la caída del poder adquisitivo se suman los aumentos de alquileres, los cambios en los hábitos de compra y la irrupción de nuevos competidores que ponen en jaque a un negocio que durante décadas fue sinónimo de cercanía y conveniencia. En el sector reconocen el temor de que el quiosco se convierta en el próximo almacén de barrio, que hoy es una verdadera especie en peligro de extinción frente al avance de los supermercados, las tiendas express y los autoservicios chinos.

Según el relevamiento de la consultora NielsenIQ, en 2024 el número de quioscos en el país tocó un piso histórico de 90.000 locales comerciales registrados, lo que implica unos 5500 menos que en 2023 y muy lejos del techo de 100.000 puntos de venta que se había tocado en la década de 2010.

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En el canal, por su parte, manejan otros números más sensibles y tomando algunos datos que aporta Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) aseguran que en el último año cerraron 16.000 quioscos en la Argentina —unos 43 por día— arrastrados por la recesión, la caída del consumo y el encarecimiento de los costos fijos. Según sus propios relevamientos, el ticket promedio bajó más de un 10%, y las ventas de bebidas (su principal ingreso) retrocedieron hasta un 35%.

En el último año cerraron 16.000 quioscos en la Argentina arrastrados por la recesión, la caída del consumo y el encarecimiento de los costos fijos

Detrás de los cierres no hay una única causa, aunque de entrada todas las miradas apuntan la caída del consumo, que golpea con especial fuerza a categorías de compra impulsiva como las golosinas, las gaseosas y los snacks. De acuerdo a los datos de la consultora Scentia, en 2024 las ventas del rubro golosinas se desplomaron un 18,6% en volumen, y si bien en lo que va del año, los números son positivos, llevan recuperados apenas un tercio del terreno perdido.

“Cuando falta un pesito, el quiosco vende menos, cuando no hay plata, todo cuesta un poco más”, explica Ernesto Acuña, vicepresidente de la Unión Kiosquera de la República Argentina (UKRA). “Hoy el quiosco se transformó en un negocio para sobrevivir. No tiene comparación con lo que sucedía hace veinte años, cuando los supermercados no tenían heladeras y bebidas frías y los chinos no vendían cigarrillos”, agrega el dirigente empresarial, que además desde hace 26 años tiene su propio quiosco en el barrio porteño de Villa Urquiza.

Open 25 nació hace 20 años con la idea de llevar las estrategias comerciales que utilizan los grandes supermercados al mundo del quiosco

En el sector, igualmente, advierten que los problemas que enfrentan los quioscos no solo pasan por la caída en las ventas, sino también por la suba en los costos, especialmente en materia de alquileres y servicios. La cuenta que hacen puertas adentro es que un quiosco opera con un margen bruto promedio de 10/15%, mientras que los costos fijos equivalen al 25/30% de la facturación bruta (alquileres, servicios, impuestos).

“Un quiosco que hasta hace poco estaba pagando $500.000 ahora pasó a pagar $2,5 millones y el problema es que este aumento no lo puede trasladar a los precios porque se queda sin venta”, señaló Roberto Cariseo, socio de MasMelos, una de las principales distribuidoras mayoristas de golosinas de la Argentina.

“La mercadería que vende un quiosco en el último año aumentó 30% y en el mismo período los gastos fijos subieron un 150%. No solo por los servicios públicos, sino también por los alquileres que se dispararon en dólares”, advierte Rubén Lopez, que es un verdadero gurú del quiosco. Debutó en el rubro a los 18 años, con un pequeño quiosco en Belgrano, y hoy está al frente del grupo La Dolce, que comenzó distribuyendo golosinas y hace unos años dio el salto como fabricante. Entre otras marcas, es el dueño de nombres emblemáticos del quiosco, como Vauquita y Billiken.

La lista de nuevos jugadores incluye los grandes hipermercados, los autoservicios chinos, Farmacity y las estaciones de servicio

Nuevos competidores

La amenaza que pende sobre los quioscos de barrio no se explica exclusivamente por un tema macroeconómico. En el sector alertan que su negocio también se ve presionado por la irrupción de nuevos y más poderosos jugadores en el negocio de las golosinas. La lista incluye desde las cadenas de quioscos hasta jugadores que provienen de los rubros más diversos, los grandes hipermercados, los autoservicios chinos, Farmacity, las estaciones de servicio o cadenas de homecenters, como Easy o Sodimac.

“Hoy hay una competencia feroz y cualquier comercio vende golosinas. Vas a la farmacia y venden alfajores, la verdulería del barrio se puso una heladerita para despachar gaseosas en verano y hasta hay una góndola de caramelos y chocolates pegados a la cajas del Easy”, asegura Claudio Páez, quioskero de Almagro, con un local sobre Rivadavia y Medrano.

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“En el mundo el formato del quiosco es una antigüedad. Las golosinas se venden a través de los Walmart y los grandes supermercados, así que el canal se tiene que reconvertir y adaptar a un contexto diferente. A esto se suma que las nuevas generaciones no tienen el apego por el comercio de barrio en el que nos criamos. No conocen al almacenero o al kiosquero de su cuadra, porque compran en PedidosYa o Mercado Libre”, señala Cariseo.

En el caso de las cadenas de quioscos, el centro de la escena lo ocupa Open 25. La firma nació hace 20 años con la idea de llevar las estrategias comerciales que utilizan los grandes supermercados al mundo del quiosco. Detrás de la cadena se encuentran los hermanos Juan Manuel y Jorge “El Puma” Damiani, que comenzaron en este negocio hace más de 30 años atendiendo el quiosco que tenía su papá sobre la avenida Pueyrredón, a cuatro cuadras de la plaza Miserere, y hoy controlan una cadena con más de 300 locales y un dominio completo de amplias zonas de la ciudad, como la calle Florida, los aeropuertos y los principales shopping centers porteños.

En paralelo, en el último tiempo también se sumaron nuevos jugadores, como 365, otra cadena de quioscos que tuvo un crecimiento muy fuerte en los últimos años, y que tiene como socios a Daniel Albinati y Germán Finochietti, o El Jevi, la empresa que creó Alexander Evterev, un inmigrante ucraniano que llegó con su familia a la Argentina en 1994, sin saber una palabra de castellano, y hoy cuenta con dos decenas de locales en barrios porteños como Belgrano, Recoleta o Núñez.

El Jevi es una empresa que creó Alexander Evterev, un inmigrante ucraniano que llegó con su familia a la Argentina en 1994, sin saber una palabra de castellano

“Cuando empezaron a aparecer las cadenas no eran un problema para los quioscos de barrio porque solo se instalan sobre las avenidas. El problema es que ahora están entrando al barrio”, señaló Acuña.

“La concentración del canal, con la consolidación de cadenas como Open 25, 365 o El Jevi, es algo inevitable. Un proceso similar ya se vivió entre los fabricantes y entre los grandes mayoristas”, explica Cariseo.

Frente al avance de los nuevos jugadores, el canal de los quioscos también suma defensores entre los fabricantes de golosinas más chicos, que no cuentan con el volumen inicial para desembarcar en las grandes cadenas. “En nuestro caso, acabamos de cumplir tres años y nuestro crecimiento vino de la mano de los quioscos, porque de entrada no teníamos el volumen para acceder a las grandes cadenas, que además te imponen otras condiciones de pago. Y como canal, los quioscos nos siguen funcionando y fueron parte del éxito de la marca, que siempre estuvo muy apalancada en el boca a boca”, explican en Rasta, la marca que a fuerza de un marketing viral y presencia en las redes se logró sentar en la mesa de los grandes jugadores del alfajor, donde participan nombres históricos de la categoría como Guaymallén, Jorgito o Fantoche.

Cambios de hábitos

Otro de los frentes de tormenta que enfrenta el canal viene del lado de los cigarrillos. De la mano de las campañas para prevenir el tabaquismo y la suba de los impuestos que busca desalentar el consumo, en los últimos 30 años, la Argentina ha experimentado una disminución sostenida en la cantidad de fumadores, en línea con lo sucedido en las economías más desarrolladas. A comienzos de los 2000, alrededor del 34% de los argentinos mayores de 15 años eran fumadores y hoy ese porcentaje se ubica por debajo del 22%, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR) que encargó el Ministerio de Salud.

El cambio de hábitos golpeó fuerte a los quioscos que históricamente encontraron en el cigarrillo un producto que atraía a los consumidores y en promedio representaba un tercio de la facturación de un local. “El cigarrillo es lo único que la gente compra siempre. Aunque diluvie o haya una pandemia, la gente sale al quiosco a comprar sus cigarrillos”, destaca Acuña.

La caída en la venta de cigarrillos y chicles también contribuyó al derrumbe

La paradoja del cigarrillo es que esta baja en el consumo se vio parcialmente compensada por una suba en los márgenes de ganancia para el quiosquero. “En un momento el negocio se había complicado porque si los vendías al precio oficial que fijaban las tabacaleras, casi no dejaba margen. Ahora las cosas están un poco mejor porque las propias tabacaleras se dieron cuenta que tenían que flexibilizar su política para no matar al canal y no quedar como rehenes de las grandes cadenas y por eso hay un consenso para aplicar un margen del 20% sobre el precio de lista”, reconoce Acuña.

Menos gente fumando no es el único cambio de hábitos que golpea a los quioscos. Otro consumo que está claramente en baja es el de los chicles, alertan en el canal. “Hoy no solo hay menos compradores de cigarrillos, sino que hasta los adolescentes comen más sano y no consumen más chicles. En los 90 los quioscos vivían del combo de un Marlboro y un paquete de Beldent o de pastillas Halls. Hoy esas duplas no existen más”, explica Cariseo.

“Los cambios en el consumo también se siente dentro del negocio de las golosinas. Hoy estamos viviendo el boom de los alfajores porque es un producto que quedó barato frente a los chocolates, a partir del aumento que tuvo el precio internacional del cacao. Esto explica que hasta las propias marcas de chocolates prioricen las presentaciones con cookies o galletas para abaratar sus costos”, explica el dueño de La Dolce, Rubén Lopez.

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