`Estudiá, es el único patrimonio que nadie podrá quitarte´, le solía decir su madre. Sus palabras resonaban entonces, pero comenzaron a vibrar con mayor fuerza el día en que ella dejó este mundo. Su muerte había llegado con el nuevo milenio, y para entonces, Santiago Malbran había decidido estudiar Derecho en la Universidad de Córdoba. En teoría, su camino se vislumbraba claro, pero en la práctica, en tiempos argentinos convulsionados, todo comenzó a complicarse. Sus profesores, con paros continuos, no impartían sus lecciones, y en su trabajo el panorama era más oscuro aún.
Santiago, un joven sensible y de gran empatía, se desempeñaba en un estudio jurídico, donde padecía y absorbía la toxicidad del ambiente, que crecía cada día. La compensación económica, por otro lado, no justificaba su esfuerzo, ni el cansancio que arrastraba entre la facultad y el trabajo.
La negatividad se había transformado en su realidad, hasta que cierto día, un viaje transformó su manera de ver el mundo y el rumbo de su vida.
Unas vacaciones con un giro inesperado: “Pensé en lo que mi madre me había dicho siempre”
El plan era ir de vacaciones y volver. La hermana vivía en Parma, Italia, e ir a visitarla era justo lo que Santiago necesitaba. Lo que halló, sin embargo, superó sus expectativas. Italia amaneció con sus postales encantadoras, y Argentina, de pronto, quedó lejos, junto a sus preocupaciones.
Y entonces, embelesado con el lugar, su cuñado lanzó una propuesta inesperada, que lo incitó a reconsiderar su camino de vida: “Era empresario y me ofreció trabajo en una empresa de motores de lavarropas en el interior de la isla de Cerdeña”, revela.
Sin dudas, no tenía nada que perder. Santiago emprendió con gusto la aventura de ir a conocer la ciudad y la empresa, a pesar de no comprender qué función podría llegar él a cumplir dentro de ella: “Cuando regresé a Parma, pensé en lo que mi madre me había dicho siempre: estudiá primero porque es el único patrimonio que nadie podrá quitarte”, cuenta.
Y entonces, tras evaluar su panorama en Córdoba, Santiago comprendió que había un tercer camino. Le preguntó a su hermana y cuñado si podían darle techo, mientras él estudiaba, a cambio de ayudarlos en todo lo que necesitaran. Tras su respuesta positiva, el joven argentino se fue hasta la Universidad de Parma, y luego de cumplir con los pedidos pertinentes burocráticos, se inscribió en la carrera de Economía, a pesar de no hablar ni una palabra de italiano.
Un comienzo muy duro en Italia: “No podía rendirme”
Los lindos paisajes pronto quedaron en segundo plano. Tras la primera impresión, no hubo nada romántico ni pintoresco en la drástica decisión tomada. Con el cambio de planes, Santiago no solo dejaba su país, un trabajo y una carrera tumultuosa, sino que se despidió de amigos muy íntimos y de una novia, que dejó atrás.
A cambio, quienes llegaron fueron las interminables noches en vela, con el diccionario en mano como lectura principal a fin de aprender el idioma lo antes posible. Pero no solo eso comenzó a pesar. Las vacaciones ya parecían un recuerdo lejano y del verano no habían quedado rastros.
“Sin dudas, lo más difícil que recuerdo fue el clima: niebla de invierno y un frío terrible, me preguntaba tantas veces el porqué de mi decisión. Pero no podía rendirme, quería tener un título universitario”.
Estudio, deporte y arte, el combo ideal para forjar amistades: “Mi madre siempre cultivó nuestro vínculo con la música clásica”
Poco a poco, los días de frío menguaron y el calor regresó a la vida de Santiago. El idioma ya no era esa barrera que parecía infranqueable y en la universidad, las amistades comenzaron a florecer. El fútbol, esa pasión de argentinos e italianos, resultó un puente para construir lazos fuertes, pero hubo algo más significativo aún que allanó su camino: el teatro.
Y una vez más, fue su madre la que guio a Santiago por aquel camino: “Mi mamá era profesora de música y siempre cultivó nuestro vínculo con la música clásica. Los cinco hermanos tocábamos instrumentos e hicimos el conservatorio en Córdoba”, cuenta Santiago.
Fue allí, en ese templo de arte, donde el joven argentino forjó sus amistades más entrañables, y junto ellos, asistió a cuanta ópera pudo, desde Verdi hasta Puccini. A su vez, comenzó a viajar por Europa con el teatro, un espacio que no solo le divertía, sino que también le brindaba una paga para costearse sus gastos.
La misma sensación del 2000, animarse cambiar de rumbo, y una apuesta por Argentina: “El mercado argentino tendrá la misma necesidad”
Los esfuerzos rindieron sus frutos, y Santiago cumplió el sueño que sabía que a su madre la habría llenado de orgullo. En el camino, se enamoró, comenzó su carrera laboral y formó su familia. Los años pasaron hasta que cierta mañana de 2022, tras veinte años como manager en empresas del sector automovilístico, las sensaciones que había vivido en relación al ambiente laboral en el 2000, hicieron eco en él.
Y, al igual que en aquellos años de juventud, supo que era tiempo de cambiar de rumbo. Con temores conocidos y otros nuevos propios de la etapa de su vida, en 2024 Santiago decidió emprender y apostar por el mundo digital, en conjunto con un fondo estadounidense. Hoy es managing director y socio de del Grupo Americano Repairify, donde realizan diagnósticos en remoto para los autos, con técnicos especializados: ”Es algo en auge en Europa, dado que el auto eléctrico ahora predomina, pero hay carencia de mano de obra en relación al sector”, continúa Santiago, quien actualmente está trazando el plan de llegada a Sudamérica, en especial Argentina.
“Con la ola de ingreso de los vehículos chinos, el mercado argentino tendrá las mismas necesidades, que los otros mercados en Europa, en relación a la reparación de estos coches”, explica.
De Argentina y legados: “Mis padres me han enseñado de sacrificio y de vivir con mentalidad positiva”
`Estudiá, es el único patrimonio que nadie podrá quitarte´. Para Santiago, el consejo de su madre fue siempre su faro, incluso cuando todo parecía jugarle en contra. En Argentina, el trabajo lo ahogaba y los días universitarios estaban colmados de incertidumbre; en Italia, por otro lado, el panorama se había presentado atractivo, con una oferta de trabajo en mano. Sin embargo, con las palabras de su madre siempre presentes, decidió tomar el camino que hiciera honor a su legado.
Más de dos décadas pasaron desde aquellas vacaciones en Italia, días que se transformaron en su destino de vida. Argentina, a pesar de la distancia, siempre permaneció cerca, al igual que Córdoba, un lugar en el mundo que con orgullo presentó a sus hijos.
“Estuvimos en el 2024 con mi esposa y mis dos hijos recorriendo el sur, Córdoba y Buenos Aires, me impactó muchísimo la gente y la amabilidad que siempre ha caracterizado a los argentinos”, dice emocionado. “Mis hijos, si bien son italianos, saben que Argentina es parte de ellos y lo sienten así”, continúa.
“El camino nunca fue fácil, pero mis padres me han enseñado de sacrificio y de vivir con mentalidad positiva. Gracias a ello, pude obtener cada uno de los resultados que hoy puedo gozar con mi familia. En Italia la generación que me toca liderar no está dispuesta a tanto sacrificio y los europeos viven mucho de los derechos (demasiado). Sergio Marchionne, manager de gran éxito, decía: Los derechos por los cuales hemos luchado son sacrosantos pero tenemos que tener cuidado, pues si solo de derecho vivimos, de derechos moriremos. Los argentinos, entre otras cosas, tenemos esa capacidad de sacrificarnos y dar un poco más y en muchos casos marca la diferencia”, concluye.
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