“Paciencia ya no se puede tener más”. Gabriel Arias, el arquero y capitán de Racing, lanzó esa frase contundente el 1° de septiembre de 2024, cuando el equipo perdió (1-0) como visitante de Atlético Tucumán, en un partido cuyo trámite ofuscó al arquero por la falta de intensidad de la Academia: “Corrieron mucho más que nosotros y ahí está la gran diferencia. Hay que corregir cosas. Paciencia ya no se puede tener más y necesitamos resultados, dejamos pasar muchos puntos”.
“Tenemos 10 días para trabajar, agachar la cabeza, entrenar, entrenar y empezar a conseguir resultados. Hay que ganar, ganar y ganar, no hay otra forma”, enfatizó hace casi un año el guardameta, quien el martes pasado, en Montevideo, tuvo una salida en falso que terminó con la derrota (1-0) ante Peñarol, en la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores.
Hoy Racing atraviesa un convulsionado déja vù. En septiembre del año pasado, las secuelas de aquella derrota en Tucumán se sumaban a episodios negativos de un conjunto que no encontraba el rumbo. En esas circunstancias, Gustavo Costas, el ídolo que había asumido bajo el lema “en Racing no alcanza con competir, hay que salir campeón”, estaba en la mira. En el mes de la primavera, su Academia necesitaba florecer otra vez para que la dirigencia no cortara de raíz su ciclo.
El clásico con Boca, por la Liga, se había convertido literalmente en una prueba de fuego. Lo que ocurriera en Avellaneda aquel sábado 14 de septiembre, mantendría viva la llama de la ilusión o, por el contrario, haría arder los sueños de Costas en el club de su vida. Para continuar en el cargo y afrontar la serie de cuartos de la Sudamericana, ante Athletico Paranaense, el entrenador necesitaba de una respuesta y un resultado positivo del plantel. Para colmo, desde adentro de la institución surgían rumores que ponían seriamente en duda la continuidad de Costas, quien hasta se encontró con publicaciones que daban cuenta de que supuestamente él evaluaba renunciar antes del cruce con el Xeneize.
Ese fuego amigo no sólo indignó al protagonista principal, un sinónimo de Racing que había vivido todo tipo de situaciones a lo largo de su relación con el club, sino que también molestó a los futbolistas. Para Costas, urgía hacer de esa adversidad una oportunidad para resurgir. Con los jugadores encolumnados detrás, el exdefensor dispuso una concentración prolongada y fuera de la Ciudad de Buenos Aires (donde el hotel Savoy era el búnker habitual), por lo que el nuevo destino fue Pilar. El miércoles previo a aquel clásico con Boca, cuerpo técnico y futbolistas cerraron filas y se enfocaron en un cotejo que resultaría bisagra.
Milton Giménez había puesto en ventaja al Xeneize, pero Juan Nardoni igualó rápidamente, tras una mala salida del fondo visitante. En el complemento, con los ingresos de Juanfer Quintero y Roger Martínez, el centro del primero y el cabezazo del segundo derivaron en el 2-1 definitivo que desató la euforia de los hinchas y el desahogo de Costas, cuyo crédito siguió abierto para encarar el futuro. A partir de ahí, Racing cambió el chip y terminó septiembre clasificado a las semis de la Sudamericana, de la que se consagraría campeón en noviembre.
“El que inventó eso de que iba a renunciar es un reverendo hijo de puta (sic). No se pueden inventar esas pelotudeces. Inventan cosas. Decían que el vestuario estaba en llamas. Quisieron desestabilizarnos. Me dolió mucho”, disparó hace 11 meses Costas, quien otra vez junto con su equipo atraviesa ahora tiempos de turbulentos resultados y bajos rendimientos. Racing no responde. Tanto con titulares como con suplentes, agravó en este semestre la característica de no poder generar juego y le agregó otro factor alarmante: casi no patea al arco. Le pasó en la caída con Peñarol, en el estadio Campeón del Siglo, donde se ratificó la tendencia de no poder abastecer a Adrián Maravilla Martínez, quien acumula su peor sequía desde la llegada a la Academia: 444 minutos sin anotar, que incluyen los enfrentamientos con Barracas Central, Belgrano, Estudiantes, Boca, el Carbonero y Tigre.
Por lo que significa la Libertadores, y también por la sucesión de historias negativas que acumuló el club en el último tiempo, la revancha copera con Peñarol se presenta como el partido del año. De cómo termine la serie, dependerá más que la valoración deportiva de gran parte de la temporada, pese a que el equipo está en cuartos de final de la Copa Argentina (espera a River o Unión) y que todavía tiene 11 fechas para intentar reacomodarse en el Clausura (suma apenas 4 puntos en cinco jornadas). Así las cosas, Costas dispuso una nueva concentración XL y en soledad para su plantel, que el domingo se dirigió a Pilar para aislarse durante dos noches y entrenarse lejos del ruido externo e interno.
En la sumatoria de los partidos de esta segunda mitad de la temporada, Racing anotó nueve goles en ocho partidos, pero seis de esos tantos estuvieron distribuidos en dos duelos por la Copa Argentina (3-1 a San Martín de San Juan y 3-0 a Deportivo Riestra). De los otros seis encuentros, ganó apenas uno (1-0 a Belgrano, en Córdoba), perdió cuatro (con Barracas Central, Estudiantes, Peñarol y Tigre) y empató el restante, con Boca en la Bombonera, donde Costas había manifestado su disgusto por el mal arbitraje de Nicolás Ramírez; el DT entendió que con sus decisiones el referí ayudó a arrinconar al campeón de la Sudamericana.
Antes de recibir a Peñarol, la última imagen de Racing en el Cilindro fue caótica. Además de perder su cuarto partido al hilo como local por torneos domésticos (entre el Apertura y Clausura), el equipo alternativo que cayó 2-1 con Tigre mostró las mismas dificultades que el habitualmente titular, con el agravante de que Costas se fue expulsado por segunda vez en este certamen, tras un ataque de furia que tuvo como destinatario a Darío Herrera. Luego de que el árbitro sancionara penal por un agarrón de Gabriel Rojas a Ignacio Russo, lo que le permitió al Matador igualar casi sobre la hora e iniciar la remontada, el técnico de la Academia explotó, tal como le había ocurrido con Barracas Central.
Costas entiende que hay una intención de perjudicar a su equipo. Por la suspensión del entrenador, Arias fue la voz que representó el sentir del entrenador: “Vienen pasando cosas raras, pero no se puede decir nada porque uno se expone a sanciones. Cuando uno dice cosas que no le gustan a los de arriba, molesta”. “Hay que hacer borrón y cuenta nueva y prepararse para el martes, tenemos una verdadera final”, remarcó el arquero, pieza clave y dueño de seis títulos en la Academia, pero también de marcado bajón en su nivel, lo que derivó en errores que le costaron puntos al equipo. Con la rabia de Costas y los dichos de Arias, queda en el aire una sensación que se repite también en las tribunas del Cilindro: el club perdió peso en la AFA.
«LADRÓN, LADRÓN»
Gustavo Costas explotó contra Darío Herrera y fue expulsado luego del empate de Tigre
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“Esto con el viejo no pasaba” es una frase que se reitera en el ambiente racinguista, tanto en la cancha como en parte del universo de las redes, en alusión a cuando Víctor Blanco, el ex presidente del club, tejía las relaciones en la Asociación del Fútbol Argentino. Hoy el representante de la Academia en la Casa Madre de la pelota es Kevin Feldman, el joven secretario general del club y parte de la mesa chica de Diego Milito, el ídolo y ahora presidente que en la serie con Peñarol también puede perder una cuota de su imagen como dirigente.
“Gobernaron 12 años. Van seis meses de gestión y ya operan en contra del club. El viejo Racing se terminó”, había posteado Feldman el 29 de mayo, en respuesta a pasacalles firmados por socios autodenominados Racing Legítimo, que tenían consignas como “¡Salto de calidad ya!”, “Traigan refuerzos” y “comisión directiva: ahora la Libertadores”.
Tanto la dirigencia pasada como la actual tienen un punto en común: le prestan mucha atención al microclima de las redes sociales. Aquella sentencia tuitera de Feldman sobre el “viejo Racing” se convirtió en un arma de doble filo, ya que en el contexto de la grieta académica, sus detractores le contestaron irónicamente que el “viejo Racing” había ganado siete títulos en la era Blanco.
En contrapartida, los más fervientes partidarios de la nueva dirigencia cruzaban a sus adversarios políticos con reproches sobre la falta de obras de la gestión anterior, de la que Diego Milito se había marchado del rol de director deportivo al reclamar mayor inversión para su área. El ídolo, esmerilado desde adentro en aquella función, convirtió aquellas disidencias con Blanco en el lema con el que lo vencería en las últimas elecciones: buscar el salto de calidad.
Según consignaron desde el actual oficialismo más de una vez -tanto en privado como en público-, la frase y la visión de Milito van más allá de la pelota. Pero en un club cruzado por el fútbol, y con el antecedente inmediato de que la dirigencia anterior se marchó con un título internacional después de 36 años de sequías en ese ámbito, “el salto de calidad” también abre el lugar a la exigencia permanente en varios aspectos. El martes pasado, en Uruguay, los hinchas de Racing estuvieron hasta 10 horas adentro del estadio de Peñarol, lo que motorizó reproches al presidente académico, quien en la madrugada del miércoles –todavía con la gente en la tribuna- salió a repudiar el operativo de seguridad.
Cientos de fanáticos tuvieron que deambular de madrugada por las calles de Montevideo después de ser dejados en el Parque Roosevelt, punto del que había partido la caravana para ir a ver la derrota con el Carbonero. Costas, cuya esposa y hermano estaban en la tribuna, fue el primer miembro de la delegación que había salido al campo de juego para ver cómo estaba la gente, sorprendido por la ridícula espera a la que fueron obligados los fanáticos. A la tarde siguiente, Milito y su entorno advirtieron la bronca de los hinchas y volvió a hablar públicamente del tema, en Radio La Red. Durante esa entrevista, también, dejó una frase que retumbó sobre la llegada de Marcos Rojo, el sexto refuerzo en este libro de pases.
“Sabíamos perfectamente que Marcos no iba a poder jugar el torneo, pero decidimos traerlo igual. Él mismo nos dijo ‘no importa, quiero venir’”, relató el Príncipe, en una versión que choca con la información que pudo precisar LA NACION: en Racing se sorprendieron por el artículo 19 del reglamento, que indica que los jugadores que quedaron libres después del 24 de julio no pueden afrontar el Clausura.
La contratación de Rojo, sin embargo, no fue el punto de mayor discordia en la valoración de los hinchas para con la nueva dirigencia, sino el caso Maximiliano Salas. La partida del jugador, quien le había dado la palabra tanto a Milito como a Costas para mejorar y extender su vínculo, marcó un punto de quiebre. Pese a que el jugador se llevó la mayor carga de la bronca, debido a su mal manejo por cómo se marchó a River, la dirigencia y la dirección deportiva, a cargo de Sebastián Saja, también quedó en la mira por no haber resuelto antes la mejora del vínculo del delantero.
Sin Salas, Costas busca un nuevo socio para Maravilla Martínez, quien ahora tiene una tarea más solitaria a la hora de fajarse con los defensores rivales. Duván Vergara, Elías Torres y Tomás Conechny, los delanteros que llegaron en este libro de pases, tienen características diferentes a las del ahora futbolista del Millonario. En el mediocampo, mientras tanto, ni Richard Sánchez ni Matías Zaracho (por lesiones) son alternativas fiables pese a haber llegado en el mercado del arranque de la temporada. Con menos material que antes, con más preguntas que respuestas sobre cómo el equipo puede volver a la senda triunfal y arrolladora, Racing este martes está frente a un partido bisagra. Nuevamente recluidos, Costas y sus muchachos saben que la victoria ante Peñarol se convierte en imperiosa para pensar en un futuro que vuelva a pintarse de celeste y blanco. Aunque es la vuelta de octavos, esta serie de Libertadores tiene clima de final. Ganar, el sueño de todo el mundo Racing, podría significar un nuevo punto de partida.