Autor: Carolina Tejeda. Dirección: Carolina Tejeda, Ignacio Rodríguez de Anca. Intérpretes: Carolina Tejeda, Ignacio Rodríguez de Anca, Norberto Moreno. Música original: Norberto Moreno. Idea y realización: Boca de Gallo. Sala: La Gloria (Yatay 890). Funciones: domingos 20 hs. Duración: 65 minutos: Nuestra opinión: muy buena.
La sala La Gloria se encuentra en una semipenumbra. Los espectadores se acomodan con cuidado, la módica iluminación se encarga de no revelar lo que hay en la escena.
El teatro de objetos todavía es poco conocido para el gran público, pero puestas como esta son un bello camino de entrada al lenguaje. Tres intérpretes en la escena: Carolina Tejeda e Ignacio Rodríguez de Anca manipulan objetos y narran una historia fragmentada que sigue los rastros de la memoria reconstruida de algunas mujeres de la familia; Norberto Moreno se ocupa de la sonoridad entendida en un sentido bien amplio y tan significativo como la impronta de lo visual.
Una porción muy importante de lo que se relata no se hace a través de la palabra -aunque lo verbal tenga una presencia muy importante- por eso dar cuenta en este texto de un orden en la puesta es convertirla un poco en otra cosa.
Detrás de lo analógico está el concepto de la continuidad. ¿Acaso no es ideal para pensar la historia, la memoria, los hilos que unen los diferentes tiempos? La fotografía analógica subraya el vínculo con el pasado, pero lo inscribe en el presente. Esa fotografía no agrega participantes que no estuvieron. Solo registra lo que tuvo lugar.
Hay sombras, manipulación del propio cuerpo escindido, pequeñas muñecas-títere, carrusel de autómatas, proyecciones, líquidos de colores, diapositivas, “mapas de costura”… Elementos que, a priori, no parecen conformar un universo homogéneo y sin embargo, se conjuran para narrar, para conmover, para invocar. También hay ausencia de objetos que se hacen presentes por la actuación y por los gestos (ahí están las naranjas o las uvas, invisibles, que en los ademanes se presentan deliciosas).
Detrás de este universo de diversidades cosido por el hilo invisible de la memoria está la reconstrucción de las mujeres de la familia, pedacitos de sus historias, de sus actos, de sus exilios, de sus miedos y sus fortalezas. Son mujeres reales con nombre propio pero que representan, también, a otras mujeres que lavan ropa ajena, que migran, que se callan, que eligen tener hijos, que deciden no tenerlos.
Una mujer arregla un reloj y deja una pieza afuera: así funciona la memoria, con cosas que no entran, que no encajan y entonces se doblan en un rincón o se acomodan en alguna esquina que se olvida para siempre.
Un parlante se convierte en micrófono. Y luego vuelve a ser parlante. Un papel fotográfico muestra una imagen y luego se convierte en un papel en blanco. La luz que escribe esta vez sirve para borrar.
El sonido en loop, se hace presente: una primera escucha y luego, la repetición, la serie, dónde comenzó, dónde termina; también los recuerdos pueden aparecer del mismo modo hasta borrar la idea de comienzo o de fin.
El soporte de muchas fotografías es frágil, está destinado a ser resto, a desaparecer de un momento a otro, como los recuerdos. Y, sin embargo, sobrevive, pasa de una superficie a otra: un mismo rostro queda impreso en materialidades diversas.
En la escena surgen moldes, prendas parciales (una manga, una pierna de pantalón) un botón, un enhebrador, surgen de a poco para señalar la acción de esas mujeres que suturaban ropa a veces, otras veces, algo menos definido, más inespecífico.
No falta el recuerdo de una guerra, un bombardeo, un parto. Los modos de contar son definitivamente sorpresivos.
Rastros de un gesto analógico va cosiendo los fragmentos de las historias. Se trata de una propuesta sensible y bella, con un enorme trabajo de investigación tanto en lo que tematiza como en los objetos y en lo sonoro que articulan un rompecabezas de una sutileza infinita.