Reconversión: el plan de una bodega para relanzar los vinos patagónicos

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Con las bases ya establecidas, la bodega Humberto Canale está dando la pincelada final a un negocio que lleva más de un siglo en construcción. Con 116 años de historia en el Alto Valle de Río Negro, la tradicional casa de vinos atraviesa hoy una transformación estructural, que abarca desde la producción hasta las etiquetas de los vinos.

“Gracias a todo lo que se hizo, hoy podemos ajustar cada detalle. No tenemos que inventar nada, pero sí sacar lo mejor de lo que tenemos. Estamos impulsando una transformación integral, revisando cada área y ajustando cada detalle con el objetivo de alcanzar nuestra máxima expresión de excelencia”, afirmó Lucrecia “Luli” Barzi, integrante de la cuarta generación de la familia fundadora y gerente de Marketing de la firma.

Humberto Canale opera sobre una superficie de 600 hectáreas en el Alto Valle de Río Negro

La estrategia hace eje en una reducción de escala para subir la vara en calidad: Humberto Canale pasó de producir 3 millones de litros anuales a 1,2 millón. “El consumo cambió: los vinos masivos cedieron terreno a los premium o boutique”, explicó.

Desde el suelo hasta la botella

El plan de transformación, que ya lleva cinco años y proyecta otros cinco por delante, implicó una inversión de US$3 millones a la fecha. Con ese capital, contrataron a un estudio de arquitectura mendocino con experiencia en grandes bodegas para rediseñar la experiencia enoturística, modernizaron las salas de barricas -para que tengan la temperatura, la humedad y la oscuridad exactas- y se replantearon todos los circuitos, hasta el de la entrada de camiones.

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Pero el cambio no es solo edilicio. A partir de estudios de suelo y nuevas plantaciones, la familia busca potenciar el carácter del terruño patagónico. “Todos los años plantamos vides nuevas. Y frente a cada cosa que hacemos, nos preguntamos si realmente es lo mejor que podemos dar. Estamos buscando las soluciones que mejor se adapten a la bodega y poner en valor lo que tenemos: los viñedos más antiguos de la Patagonia, con más de 80 años”, señaló Barzi.

Lucrecia Barzi:

Para lograr su mejor Pinot Noir posible, Barzi no dudó en arremangarse. Mientras estudiaba para sommelier en la escuela CAVE, en Buenos Aires, propuso una cosecha 100% manual junto a sus compañeros de curso. Así, durante una semana, se levantaron a las seis y recorrieron los viñedos seleccionando, con ojo crítico y formación técnica, solo los racimos en óptimo estado. Lo recolectado se mantuvo a temperatura controlada y se revisó baya por baya antes de entrar al proceso de vinificación. La cosecha fue tan meticulosa que incluso se adquirieron barricas especiales para ese lote. El resultado: un pinot noir que, dos años después, ya cosecha elogios de críticos y sommeliers.

La transformación también abarcó decisiones estratégicas, como la venta de una finca ubicada a 150 kilómetros para concentrar esfuerzos donde el pinot noir tiene mejores condiciones. “Antes cambiar era mala palabra. Hoy no tenemos miedo al cambio”, enfatizó.

Viñedos patrimoniales: los cimientos

Para Barzi, este plan de transformación es resultado de un proceso de maduración interna. “Después de 116 años, teníamos todo listo para dar el salto. Todos en el equipo están entusiasmados con dar lo mejor, superarse y tener objetivos ambiciosos. Además, con mi incorporación sumé también una mirada más fresca y femenina, que se complementa con la de mis hermanos, más centrada en la producción y en los números”, explicó.

Guillermo Barzi, junto a sus hijos Guillermo y Germán

La historia de la bodega es también la historia del vino en la Patagonia. Con la Campaña al Desierto en 1879 y la posterior llegada del ferrocarril, Humberto Canale -hijo de José, inmigrante genovés y fundador de la famosa fábrica de galletitas, que en 1875 había empezado con una panadería en la intersección de las calles Defensa y Cochabamba- participó en el desarrollo del sistema de riego del Alto Valle de Río Negro a principios de 1900, liderado por Luis Huergo.

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Cautivado por el potencial, compró 400 hectáreas y plantó vides, en una zona que por entonces parecía inhóspita. Años más tarde, Guillermo Barzi -sobrino nieto de Humberto y padre de Lucrecia-, se instaló en la zona y se enfocó en el cultivo de frutas para proveer a la fábrica Canale. Y poco a poco, impulsó la bodega.

“Hoy, tenemos una línea denominada Old Vineyard Riesling, que representa nuestros vinos más preciados. Son elaborados con los viñedos más antiguos de la Patagonia: el parral data de 1937. Cada etiqueta es también un homenaje familiar: papá le dedicó un vino a cada nieto”, señaló.

La línea Old Vineyard Riesling representa los vinos más preciados de la bodega

Humberto Canale fue una de las primeras bodegas que se instaló en el Alto Valle del Río Negro. “Siempre tuvo muy buenos asesores, como Raúl de la Mota y Susana Balbo, porque sabía que sino se quedaba afuera. La mayoría de las bodegas se desarrolló en la década de 1990 y él tuvo mucho que ver con eso: estaba feliz que otros fuesen a la zona y crecieran juntos. Tiempo después, mi hermano Guillermo ingresó al negocio, e inició el camino hacia la internacionalización en los 2000”, explicó.

Hoy, Humberto Canale opera sobre una superficie de 600 hectáreas -160 de viñedos-, y emplea de forma permanente a 150 personas, que en época de vendimia se convierten en 400. En 2024, su facturación rondó en los US$15 millones y produjo alrededor de 1 millón de litros: el 65% fue destinado al mercado interno, y el 35%, al externo: llegó a más de 27 destinos, entre los que se destacan Brasil, España, Estados Unidos y Australia. Sus vinos son elegidos en las mesas de reconocidos restaurantes, como Don Julio, en la ciudad de Buenos Aires.

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