Los surcoreanos preferirían olvidar la mayor parte de los últimos doce meses. Miles de médicos y maestros salieron a las calles para manifestar sus reclamos. Inundaciones catastróficas durante el verano arrasaron grandes zonas del país. El presidente intentó un golpe de Estado, fracasó, fue destituido y, tras una cierta confusión constitucional, removido del cargo. La banda BTS siguió sin tocar mientras sus ídolos del K-pop cumplen con el servicio militar obligatorio.
Los inversores en empresas coreanas tampoco han tenido muchos motivos para celebrar últimamente. Incluso antes de que Donald Trump liberara al mundo de una política comercial sensata el 2 de abril, el índice de referencia Kospi 200 —que agrupa a las grandes compañías del país— había caído un 3% en comparación con principios de 2024, mientras las bolsas rivales asiáticas subían. El Nikkei 225 de Japón aumentó un 7%, el CSI 300 de China continental un 16%, y el Hang Seng de Hong Kong y el TWSE Taiwan 50 de Taipéi se dispararon casi un 40%. Entre mediados de julio de 2024 y principios de abril de 2025, los accionistas de Samsung Electronics, la estrella corporativa coreana, vieron evaporarse un tercio de su valor de mercado, unos US$160.000 millones.
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Sin embargo, a medida que se acerca el verano boreal, el ánimo nacional empieza a mejorar, tanto en las calles como en las salas de directorio. Los médicos y maestros han vuelto al trabajo. Una elección presidencial anticipada el 3 de junio promete traer un mínimo de estabilidad política. Mejor aún: más adelante ese mismo mes, BTS planea reunirse tras completar el servicio militar. Banqueros y analistas de bolsa ya están tarareando uno de los grandes éxitos del grupo: “Go Go”.
A simple vista, este optimismo corporativo podría parecer injustificado. En comparación con sus utilidades previstas y con el valor contable de sus activos, las acciones de las empresas coreanas siguen rezagadas respecto de sus pares en el resto del mundo desarrollado, y muchas veces por un margen considerable. Las acciones de más de la mitad de las 178 empresas no financieras del Kospi —y del índice en su conjunto— cotizan por debajo de su valor contable. Eso incluye a Samsung Electronics, a otras dos de las ocho empresas cotizantes del conglomerado al que pertenece, y a seis subsidiarias de Lotte, el chaebol (grupo empresarial) más atribulado del país.
Aun así, los optimistas podrían tener razón. Por un lado, muchas de las grandes empresas coreanas están concentradas en sectores alineados con las grandes tendencias del siglo XXI. Samsung Electronics y SK Hynix, los dos mayores integrantes del Kospi, fabrican chips de memoria de alto ancho de banda (HBM), fundamentales para la revolución de la inteligencia artificial. Samsung Biologics, tercera en valor, es una potencia en biotecnología. LG Energy Solution, cuarta, produce baterías para la transición energética. Dos de las diez principales (Hyundai y Kia) fabrican vehículos eléctricos para consumidores conscientes del clima, y otras dos (Hanwha Aerospace y HD Hyundai Heavy Industries) construyen armamento para gobiernos preocupados por la seguridad.
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A su favor, las empresas coreanas enfrentan poca competencia en muchas de estas áreas. Dado que la producción de chips HBM requiere inversiones colosales, Samsung y SKHynix compiten principalmente entre sí. Y aliados europeos que desconfían de la fiabilidad de Estados Unidos bajo Trump buscan proveedores alternativos de material bélico. En marzo, Polonia anunció la compra de otros 180 tanques K2 a Hyundai Rotem por US$6000 millones, duplicando su flota de ese modelo.
La “Corea Inc” también se beneficia del creciente distanciamiento geopolítico entre Occidente y China. Las firmas coreanas pueden tener dificultades para competir directamente con las chinas —como BYD en autos eléctricos, CATL en baterías, CSSC en astilleros o WuXi Biologics en manufactura farmacéutica— en precio o calidad, o ambas. Pero, debido a la creciente incomodidad en Occidente respecto a seguir impulsando el ascenso chino, no necesitan hacerlo. Además, los competidores no chinos son débiles (caso de las automotrices y fabricantes de baterías de Estados Unidos y Europa), escasos (constructores navales y bateristas japoneses) o directamente inexistentes (en servicios farmacéuticos de terceros).
Existe además una razón menos halagadora para tener esperanzas en el futuro de Corea Inc: el panorama era tan desalentador que las autoridades políticas y empresariales del país ya no pudieron seguir ignorándolo, y finalmente actuaron.
Hace un año, el gobierno lanzó el programa “Value-Up” de reforma corporativa. Está inspirado en una iniciativa similar lanzada a comienzos de la década de 2010 en Japón para revitalizar su sector empresarial. En ese momento, el Nikkei parecía tan agotado como el Kospi ahora. Apenas 85 de sus más de 200 acciones no financieras cotizaban por encima de su valor contable. Una empresa típica tenía una deuda neta elevada —1,7 veces su ganancia operativa (antes de depreciaciones y amortizaciones)— y un flujo de caja libre equivalente a solo el 1,7% de sus ingresos, cifras similares a las que hoy muestra el Kospi.
Luego, una combinación de normas y leyes impulsó a las firmas japonesas a divulgar más información, establecer metas de desempeño, reducir operaciones entre partes relacionadas, desarmar participaciones cruzadas, sumar directores independientes y mostrarse menos hostiles frente a inversores activistas. Hoy, la relación precio/valor contable del Nikkei promedia 1,5; sus empresas tienen un tercio menos de deuda y generan un flujo de caja libre 1,5 veces mayor que en 2012. En febrero de 2024, el índice finalmente superó su máximo histórico de diciembre de 1989. Warren Buffett, nada menos, es uno de sus admiradores.
Permiso para bailar
Los ejecutivos coreanos están captando el mensaje. Aunque el 75% de la capitalización bursátil del índice sigue en manos de chaebols, los líderes actuales de esos grupos están más abiertos al cambio y menos apegados al pasado que la generación fundadora de sus abuelos. El 22 de mayo, Samsung Biologics anunció que escindirá su unidad de desarrollo de fármacos para concentrarse en su negocio principal de manufactura.
Las empresas han comenzado a pagar dividendos más altos y a recomprar más acciones. Hasta ahora, 120 compañías del Kospi han publicado informes “Value-Up”, algunos incluso en inglés.
En 2024, los equipos directivos enfrentaron 137 propuestas de accionistas, un tercio de ellas provenientes de los llamados “activist investors” -es los inversores activos-, una proporción sin precedentes. Un récord del 24% fue aprobado. “Go go” sin dudas.