En el corazón de la colorida Ruta 68, camino a Cafayate, la Finca San José de Osma renace tras una cuidadosa remodelación de diez meses, concebida con la idea de transformarla en un hotel boutique. Fundada en el siglo XVI como hacienda jesuítica del Padre Alonso de Osma —donde en 1556 se plantaron las primeras vides traídas de Chile—, conserva su impronta colonial y la integra a un proyecto sustentable que rescata el paisaje nativo y proyecta la “Reserva de las Siete Cascadas” en la yunga.
En la recta fina de su desarrollo, el hotel abrirá sus puertas para convertirse en un destino en sí mismo: un punto de encuentro entre historia, naturaleza y hospitalidad contemporánea, estratégicamente ubicado a 60 km de Salta y cerca del Dique Cabra Corral.
Nuestro desafío fue remodelar sus espacios sin apagar sus voces. Queríamos que lo ancestral dialogara con lo contemporáneo para contar una nueva historia.
Arqs. Carolina Ramos Mejía y Verónica Etchegaray
“El dueño quería que la pileta fuera menos profunda para, parado, poder apoyarse en el borde y contemplar la vista. La actualizamos y logramos crear un espejo de agua que hoy se mimetiza con el entorno”, nos explica Verónica Etchegaray. Entonces, en vez de rellenarla, “cortaron” el jardín e hicieron un rehundido con pircas para darle intimidad al sector. Además, se le quitó el revestimiento cerámico y el piso atérmico existente y se la cubrió con Sika Mo.
Entremos
Las arquitectas Carolina Ramos Mejía y Verónica Etchegaray trabajaron con la premisa de reinterpretar lo antiguo para volverlo contemporáneo: restauraron los pisos cerámicos originales, limpiaron la carpintería de madera, incorporaron ventilaciones en las gruesas paredes de adobe para eliminar humedad y recuperaron el lenguaje de curvas y arcos característico de la casa, reinstalándolo en nuevas ventanas, accesos y galerías.
Para la alzada de la barra se utilizaron ladrillos cocidos rescatados de un quincho demolido, que resultaron clave para lograr un estilo rústico y natural.
Todas las lámparas colgantes de cerámica natural fueron diseñadas por el Estudio y ejecutadas por Valeria Valls. “Su materialidad se amalgama con el piso y la teja. Con ellas quisimos resaltar el carácter artesanal de la casa, y crear intimidad proyectando luz suave y cálida”.
“El buen clima de Salta suele invitar a almorzar en las galerías; pero pensamos este espacio interior, más recogido, para el invierno”, comparten las arquitectas.
El living
A la madera del paso que comunica con el living se la lavó y se le dio mantenimiento para revivirla, al igual que se hizo con todas las puertas, marcos, dinteles y postigos. Los dos hogares a leña antes tenían un estilo francés y rectangular que ellas decidieron modificar para acompañar las líneas del resto de la casa.
Conservar las bases
Tanto en la cocina, como en el resto de la casa, decidieron conservar el piso tradicional de baldosas San Carlos, lavándolo con kerosene y reviviéndolo con encerado natural, para restablecer su carácter.
Este ambiente se renovó conservando los muebles que ya había, pero modificando su distribución y funcionalidad para que se adaptaran a la dinámica de un hotel. Quitaron puertas y sumaron toques del mismo color terracota que se utilizó en los techos de las galerías.
El descanso
Los siete dormitorios de la finca se conectan a través de la galería. La premisa al decorarlos fue crear ambientes cálidos que mantuvieran la esencia del lugar y resaltaran el entorno.
“La apuesta del hotel boutique es aprovechar su ubicación estratégica, en el camino que va de Salta hacia Cafayate y los Valles. Es una parada intermedia ideal, tanto para quienes viajan como para encuentros empresariales o de equipos, en un entorno natural.”