Desde hace algo más de un siglo, el arte se ha tomado la mala costumbre de correr a los lectores por izquierda. La revolución perceptiva –y hasta política– que desató Marcel Duchamp en el mundo de la plástica se extendió a todos los campos, cambiando nuestras nociones básicas y obligándonos a intervenir como observadores, espectadores o lectores desde un territorio mucho más amplio. Pero todo cimbronazo tiene sus consecuencias, y lo que en principio provocó la impugnación de dogmas y jerarquías, alimentó en paralelo de allí en más una suerte de fundamentalismo que hace de cualquier rasgo reconocible o probado un pecado mortal.
La literatura ha sufrido también ese asedio absurdo de la vanguardia más conservadora, para la que todo atisbo de linealidad o clasicismo implica una renuncia. Hasta cierto punto habrá que incluir en sus filas a la estadounidense Amina Cain (1972), una verdadera militante de lo intangible, autora de ficciones en las que todo podría estar ocurriendo porque apenas se reconocen los rasgos esenciales de una historia.
Aunque de vez en cuando se tropiece en los relatos de Criatura –publicados originalmente en 2013– con hallazgos poéticos y pruebas de una sensibilidad poco común, Cain confunde lo sutil con lo tibio, subvertir estructuras con carecer de ellas, ambigüedad con vacío. No casualmente, quizá para contrariedad de su autora, el mejor cuento del libro es el que le da cierre –“Sentir delicado”– y narra una peripecia palpable: el relato de una maestra que quiere a sus alumnos, pero se aburre con ellos, y que conoce a una pareja que la adopta en la cama, y con la que conforma un triángulo muy particular.
En la mayoría de los cuentos, sin embargo, hay una primera persona que podría ser la misma (algo bastante incomprobable por lo poco que sabemos de ella) y a quien se secunda en gestos, instantáneas, breves escenas muchas veces sin ilación. Desde luego, esa ausencia de conexión entre las partes podría involucrar al lector desde una saludable exigencia, pero acaso no sea más que una deriva, una trampa que la escritura de Cain se teje a sí misma.
Criatura es un libro que a cada momento parece autoacuartelarse, a mitad de camino entre la confesión y el pedido de disculpas. “Daba la sensación de que iba a pasar algo raro, pero no pasó nada”, leemos en “Un camino sin rastro«. “Estábamos de nuevo en el autobús, era de noche y yo sentía que podíamos haber estado en cualquier parte”, se dice en “El pico de un pájaro”. O en “Voy a forzar esto”: “Trato de forzar cosas, de forzar relatos. (…). Ahora estoy escribiendo sobre el tema, pero no estoy segura de qué hay para decir”.Esa es, en efecto, una sensación que la lectura apenas contradice.
Criatura
Por Amina Cain
Fiordo. Traducción: Daniela Bentancur
133 páginas
$ 28.000
