Hay libros que conforman un género híbrido: el de los ensayos paseanderos que toman un hilo conductor y se trasladan por el tiempo y sus formas. En El murmullo del agua. Fuentes, jardínes y divinidades acuáticas, la española María Belmonte es fiel a su título: habla en este libro viajero y en primera persona del papel que han jugado el agua y las fuentes desde el inicio de Occidente hasta la Roma barroca de Bernini (el creador de la monumental fuente de los Cuatro Ríos, en Piazza Navona).
En su “Elogio de las fuentes”, el primer capítulo, Belmonte cuenta cuál fue la chispa inicial del libro (un artículo de diario, pero complementado, entre otros, por ideas de J.B. Priestley y Patrick Leigh Fermor), analiza la etimología de la palabra agua (pero también de otras como manantial y alfaguara) y revela que “las fuentes son lugares mágicos y liminares a los que hay que acudir sin prisa, como quien va a visitar a un amigo, para poder impregnarte de esa atmósfera especial que reina en ellas”.
El decurso es eminentemente europeo y comienza con las “aguas clásicas” de las cuevas sagradas de los griegos y las ninfas, y la “regina aquarum” de los romanos, que tienen un punto clave en el papel de los acueductos.
Con los humanistas del Renacimiento, “la fuente se convirtió en el símbolo de la creación, del origen del mundo”, lo que, entre otras cosas, da lugar a los jardines esotéricos de aquella época. La Roma barroca de Sixto V es también de la partida y funciona como corolario. El murmullo del agua es un libro lleno de datos, pleno de serenidad.
El murmullo del agua
Por María Belmonte
Acantilado
196 páginas, $ 32.000