“Leopoldo Torres Ríos había tenido muchos éxitos, pero ninguno como este; curiosamente, a los 50 años se había convertido en un personaje popular.” La consagración del cineasta argentino fue, en efecto, con Pelota de trapo, de la que Perón había afirmado que era su película favorita. “¿Cómo hizo, Polo, para dirigir a esas criaturas [del film]?”, le pregunta José Dominiani, un reconocido periodista de espectáculos del siglo pasado. El mismo interrogante se lo habían planteado en Italia a Vittorio De Sica a propósito de los chicos de su emblemático film Sciuscià. No fue casual que en la Mostra de Venecia calificaran a Pelota de trapo como “un film neorrealista”.
Estas y otras situaciones del cine nacional se evocan en las páginas de La luz de un fósforo, título de un remoto film de Torres Ríos y también de un tango de Enrique Cadícamo, que ahora resurge en las evocaciones de Javier Torre (1950), realizador a quien se deben films como Fiebre amarilla, Un amor de Borges o Lola Mora, así como algunas novelas. Su nueva propuesta literaria compromete a una dinastía clave de la cultura argentina.
Narrado como una recopilación no cronológica de situaciones en las que el popular Polo (Torres Ríos) se erige en centro de interés desde la perspectiva de su innominado nieto (que, se deduce, es el propio autor), el volumen oscila entre la narración en tercera persona y el ensayo. Y, también, en el rescate periodístico transformado en ficción, como la escena en la que el estudioso del cine argentino Jorge Miguel Couselo entrevista al realizador.
El tono evocativo se acentúa en los tramos finales; el discurso de Torre se vuelve más literario, más íntimo, y recopila experiencias directas, aromas y visiones a bordo del deslumbrante Buick blanco con el que Torre Ríos atravesaba la ciudad.
Alrededor del emblemático realizador revive el mundo del espectáculo de la época, con sus destellos y sus sombras, a veces trágicas: el surgimiento de María Concepción César (una favorita de Polo), “un joven actor de apellido Murúa”, Bárbara Mujica en Edad difícil, el asesinato en la selva misionera del célebre actor José Gola, el fenómeno Armando Bó, los irresistibles ojos de Amelia Bence… Los espacios que frecuenta el exitoso abuelo pueden intimidar, por contraste, al nieto de diez años, como el restaurant El Pulpo, donde sirven unas exclusivas angulas: “¿Cómo voy a comer algo tan caro, cuando en casa no tenemos para pagar la luz?”
Y, escondidas en los bolsillos del pequeño, palpitan las cartas desde Europa de su padre, el inefable “Babsy” (Leopoldo Torre Nilsson), también realizador y exitoso, pero ausente. Desfilan así décadas del cine nacional con un compromiso personal que no le teme a ciertas revelaciones y no le escapa a la emoción.
La luz de un fósforo
Por Javier Torre
Corregidor
148 páginas, $ 23.000