Históricamente, la alimentación ha sido un tema desdeñado por los filósofos. Esto puede resultar sorprendente si se tiene en cuenta el hecho obvio de que alimentarse es algo crucial para la supervivencia individual tanto como para la de cada especie. En Pensar/comer. Una aproximación filosófica a la alimentación, la filósofa chilena Valeria Campos Salvaterra (Santiago, 1982) se hace cargo de esa falencia, rastreando menciones a lo culinario en textos filosóficos y aportando sus propias reflexiones.
En el primer capítulo, la autora explora diversas “antifilosofías de la ingesta”, representadas ejemplarmente por Platón y Aristóteles. “Platón –sostiene la autora– asimila las prácticas de la cocina con las de la retórica de los sofistas y con la violencia que ella supone para la vida política” por lo que en su República los cocineros solo tienen lugar en un Estado enfermo. Aristóteles, por su parte, considera a los placeres del gusto y el tacto como placeres animales, “serviles y bestiales” a los que asocia con la intemperancia y la falta de moderación. La herencia platónico-aristotélica signa la historia de la filosofía. Salvo escasas excepciones, la alimentación es relegada por su carácter material (frente al privilegio de lo espiritual o racional) y, dentro de lo corporal, por estar ligada al gusto, el olfato y el tacto, “sentidos menores” para la consideración filosófica si se los compara con la vista y el oído.
El segundo capítulo se centra en el “principio de incorporación” popularizado por el antropólogo Claude Fishler, que postula que “somos lo que comemos”. Este principio plantea importantes problemas filosóficos. Entre otras cosas, porque no tiene un carácter meramente descriptivo, sino que funciona como prescripción. Quien no come “lo que debe comer”, será denunciado por su propio cuerpo. “Asumir que un cuerpo gordo no solo no sigue reglas de salud –advierte la filósofa–, sino que además sólo ‘es’ comida basura, (…) es una nueva manifestación del gobierno tiránico sobre el deseo, una forma sofisticada de establecer relaciones de poder sobre los cuerpos”.
En el tercer y último capítulo, Campos Salvaterra se detiene en el aspecto social de la alimentación. Atendiendo a los planteos del historiador francés Paul Ariès, va a sostener la tesis de que “comer juntos, más que nacer de un mismo padre, es la dinámica fundacional de lo común”. La comunidad surge de la comensalidad. Al comer con otros nos comemos –metafóricamente– unos a otros. Entramos, como el alimento, en la vida de los demás al tiempo que les permitimos ingresar en nuestra vida. El texto finaliza con una aguda crítica a los “nacionalismos gastronómicos” que no reconocen el carácter abierto y “transfronterizo” del acto culinario.
Pensar/comer
Por Valeria Campos Salvaterra
Herder
228 páginas, $ 30.850