Con mesas vacías, los restaurantes de la Ciudad de Buenos Aires se encuentran en alerta por la caída del consumo y ya hay varios establecimientos que debieron cerrar sus puertas ante la imposibilidad de seguir funcionando. Los porteños se empiezan a inclinar por opciones más económicas, como bodegones y pizzerías, pero el retroceso es generalizado.
De acuerdo a datos de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC); el consumo se contrajo 20% desde marzo, luego de la habitual baja de actividad durante el verano. El encarecimiento en dólares por la apreciación cambiaria, la disminución del turismo y un menor poder adquisitivo son algunos de los factores que explican el fenómeno.
El economista Néstor Margariños afirmó: “Nunca fue tan caro salir a comer afuera. Si miramos los datos de la última década, estamos en un máximo histórico. A nivel nacional, en abril el rubro aumentó 16,5% interanual, medido en dólares subió un 45% y respecto a alimentos, 20%”. La consultora EcoGo menciona que el mejor momento en términos relativos fue en junio de 2020, en plena pandemia.
Desde el sector, Daniel Prieto, presidente de AHRCC, advirtió por los altos costos y contó que se está observando un incremento en la cantidad de locales en venta, sobre todo en Puerto Madero, Palermo y Recoleta, donde al consumo interno deprimido se sumó la caída de la afluencia turística.
Los datos del Indec confirman la tendencia: el turismo receptivo se retrajo 25,4% interanual en los primeros 4 meses del año. Llegaron a Argentina 3.287.100 visitantes no residentes: 2.065.300 fueron turistas y 1.221.900 excursionistas.
Pizzerías y bodegones
En tanto, el público se está orientando más a las pizzerías y bodegones. “Estos son un producto de crisis. Allí, los precios son acotados, los platos abundantes y se pueden compartir”, precisó.
Gustavo Levinson, secretario General de la Asociación de Pizzerías y Casas de Empanadas, apuntó que si bien en marzo se cortó una racha alcista y el consumo cae 5% mensual, se mantienen equilibrados. “Creo que tanto la pizza como la empanada son productos que resisten mucho mejor la crisis”, afirmó. No obstante, destacó que la gente mide más el gasto y trata de pedir menos bebidas, por ejemplo.
A su vez, Prieto dijo que las parrillas están muy golpeadas por los aumentos de la carne, principalmente en el verano, y que hay algunas que dejaron de vender productos como vacío y lomo debido a que los ajustes de precios que reciben por parte de los proveedores no los pueden trasladar al consumidor.
En este sentido, el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) registró un alza en la carne vacuna de 24,07% en el primer cuatrimestre y de 60,1% durante el último año.
Asimismo, desde una de las parrillas más reconocidas resaltaron que Buenos Aires se transformó en una ciudad cara para los turistas y para los argentinos por el dólar bajo. “Pasamos a ser Suiza”, consideraron y agregaron que están tratando de continuar en funcionamiento, aunque el panorama luce complejo.
Santiago Olivera, propietario de varios locales gastronómicos, como Sans y Diggs, manifestó: “La situación es lamentable y preocupante, porque la baja del consumo es muy grande y el turismo, que para nosotros era una parte importante de la facturación, es mínimo”.
“Atravesamos todo 2024 prácticamente a pérdida, aguantando y pensando que la actividad iba a repuntar pero yo ahora estoy viendo cierres de locales. En el último mes, hubo 5 cercanos. Ya nosotros en marzo decidimos cerrar uno de los restaurantes que teníamos”, aseguró.
Relata que las perspectivas hacia delante son más bien pesimistas y que, en sus dos décadas en la gastronomía, sacando la pandemia; nunca vio algo así. “Estamos desesperados esperando alguna medida que le inyecte plata en el bolsillo a la gente”, señala.
Respecto a los precios, detalla que los servicios se multiplicaron por 5 en el último año y que ya no tienen margen para bajarlos. “El menú ejecutivo completo pasó de $19.000 a $17.000. Es imposible reducirlo más”.
Sobre las cafeterías, Prieto afirmó que la oferta creció tanto en los últimos años que, en muchos barrios, hay al menos una por cuadra. A simple vista, parecería que el auge continúa, pero detrás del fenómeno aparecen señales de saturación.
“Es un rubro con una barrera de entrada muy baja. Abrir una cafetería de especialidad puede ser una salida laboral rápida. El problema es que el mercado no creció al mismo ritmo y también compiten con las tradicionales”, indica.