En medio de cánticos, oraciones y profunda emoción, los restos del padre Juan McKniff, el recordado misionero agustino que dedicó su vida a los más necesitados, regresaron a Chulucanas, en la región Piura, lugar donde entregó sus últimos años al servicio del prójimo. El hecho se enmarca en una fecha histórica para la comunidad católica peruana, pues se ha iniciado oficialmente el proceso para declarar venerable al sacerdote estadounidense, uno de los pasos más significativos en su camino a la canonización.
Lo que hace aún más simbólico este momento es que el padre McKniff sirvió en la misma iglesia donde años atrás ejerció también su misión el actual papa León XIV, antes conocido como Robert Prevost. Ambos fueron misioneros en Chulucanas en la década de 1980 y compartieron la misma vocación agustina, el mismo amor por los pobres y un vínculo de amistad que, décadas después, podría convertirse en el primer caso de un papa agustino canonizando a otro miembro de su propia orden religiosa. La expectativa es inmensa.
La vida del “beato gringo de Chulucanas”: vocación, pobreza y entrega total
Nacido en 1905 en Media, Pensilvania (EE.UU.), el padre Juan McKniff, O.S.A., ingresó a la Orden de San Agustín desde muy joven. Fue ordenado sacerdote en Roma en 1930 y, a lo largo de su vida, llevó su fe a diversos rincones del mundo: Filipinas, Cuba y finalmente Perú. En todos esos lugares dejó huellas profundas, especialmente en comunidades empobrecidas y marginadas, a las que dedicó su trabajo, su palabra y su acompañamiento espiritual.
En Cuba, bajo el régimen de Fidel Castro, fue uno de los pocos sacerdotes estadounidenses que logró permanecer activo, gracias a su impresionante labor social con los niños, enfermos y familias vulnerables. Dirigió parroquias, fundó escuelas, atendió centros de salud y promovió espacios recreativos para jóvenes. Pero tras una visita médica a EE.UU., le fue negado el reingreso a la isla.
Fue entonces cuando decidió ofrecerse como voluntario para servir en Perú, pese a tener 85 años. En 1988 llegó a Chulucanas, donde su espíritu incansable se puso al servicio de los más pobres: visitaba cárceles, llevaba colchones, ofrecía consuelo, y daba los sacramentos a enfermos en zonas alejadas como Yapatera, Sol Sol y La Encantada.
La conexión con el papa León XIV: un vínculo de fe que podría hacer historia
Uno de los aspectos que ha captado mayor atención en esta historia es el fuerte lazo entre el padre McKniff y el actual sumo pontífice, León XIV. En 1988, ambos coincidieron en sus misiones en el norte del Perú. McKniff acababa de llegar a Chulucanas mientras que Robert Prevost regresaba al país para asumir la formación de aspirantes agustinos en Trujillo, Iquitos y Apurímac. Su amistad se forjó entre encuentros pastorales, formación misionera y una vocación compartida por los más desamparados.
Según el agustino Fray Fidel Alvarado, encargado del proceso de canonización, ambos mantuvieron una relación cercana. Incluso, en una conversación previa al nombramiento de Prevost como papa, le dijo con cariño: “Le voy a pedir al padre Juan McKniff que te haga el milagro”. Y pocos días después, ese “milagro” —la elección de un papa agustino— se cumplió. Ahora, si el proceso continúa, León XIV podría ser el primer pontífice agustino en canonizar a otro agustino, su viejo amigo y guía espiritual. Un hecho sin precedentes en la Iglesia católica.
Los restos del padre McKniff ya descansan en la cripta especialmente construida en la iglesia San José Obrero. La comunidad lo ha recibido como a un hijo, un hermano, un santo. Desde ahora, la fe y las oraciones de Piura acompañan este camino que podría culminar con un nuevo nombre en los altares: el del “santo gringo” de Chulucanas.
