Un nuevo estudio de más de 500 tumbas en el Valle del Nilo, en Egipto, dio a conocer qué hacían con los cuerpos después de la muerte. Los sepulcros datan de mucho antes de la construcción de las antiguas pirámides, es decir, desde la Dinastía I hasta la III. El período correspondiente es 3300-2700 a. C.
De acuerdo con información brindada por Springer Link, el sitio oficial de acceso a las publicaciones de Springer Nature, los expertos -dirigidos por Ameline Alcouffe- rastrearon una creciente variabilidad en las prácticas mortuorias. En la Dinastía III se destaca una notable alineación entre la salida helíaca de Sirio (el momento en que la estrella aparece por primera vez en el cielo antes del amanecer), el solsticio de verano y la inundación del Nilo, que comenzó a reconfigurar tanto el tiempo como el espacio ritual.
La primera de dos tumbas destacadas, nombrada como S166, contenía los restos desmembrados y reensamblados de una joven adolescente. Precisamente, su brazo izquierdo había sido cortado y cuidadosamente colocado sobre su pecho.
La tumba fue construida durante la Primera Dinastía. Este entierro parece haber tenido un significado simbólico duradero, especialmente para mujeres y niños, y se convirtió en un punto focal de atención ritual en la Tercera Dinastía.
Sin embargo, no ocurrieron casos comparables de desmembramiento en el sitio después de esta fase temprana, lo que sugiere que la práctica era excepcional. Esto refleja una cosmovisión en la que el más allá y el linaje estaban conectados, base central del pensamiento religioso egipcio posterior.
La segunda tumba, llamada S837, conservaba a una mujer enterrada con joyas finas y una vasija de cerámica rota. Se trata de objetos que reflejan temas vistos posteriormente en los Textos de las Pirámides, los escritos funerarios egipcios más antiguos.
Su ataúd era más hermético: la cabeza, adornada con una peluca de fibras vegetales, se colocó inicialmente contra la pared norte. Un bastón que sostenía en sus manos probablemente se extendía bajo su cabeza.
Si bien la excavación reveló una orientación del cráneo hacia el oeste, la inclinación hacia el sur propone un desplazamiento posterior a la deposición. Dado que la cabeza ya se había orientado hacia el sur, no pudo haber sido colocada originalmente en esa dirección. Lo más probable es que el cuerpo estuviera posicionado de cara a la puesta del sol del solsticio de verano, con la cabeza orientada al norte.
Cabe destacar que uno de los elementos más importantes es que se documentó la rotura deliberada de una vasija de cerámica roja como parte del rito funerario. Esta acción es considerada un acto ritual simbólico, no accidental. Esto representa cómo las ideas sobre la muerte, el poder y lo sagrado se estaban formando incluso antes del nacimiento del Estado egipcio. Conecta la religión doméstica con los ritos estatales que vendrían después, y revela que el simbolismo funerario ya tenía una carga ideológica y cósmica significativa.
Los investigadores siguieron un marco cronológico establecido para el cementerio y con el apoyo de análisis tipológicos y estratigráficos, observaron que varias tumbas distintivas estaban alineadas con precisión con eventos celestiales relevantes, en particular los solsticios y la salida del sol. Estas correlaciones sugieren que ciertos fenómenos celestiales pudieron haber tenido importancia simbólica o ritual en fases específicas del uso de la necrópolis.