River, descontrolado en un final con patadas, expulsiones y Acuña queriendo pelear en el túnel

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Si bien el 0-0 ante Monterrey abría la puerta a poder quedar en el camino del Mundial de Clubes tempranamente, más aún con la necesidad de tener que ganar en el cierre del grupo ante el gigante Inter, River no toleró el 0-2 que sentenció la consecuente eliminación, ya que Rayados tampoco tuvo piedad ante Urawa Red Diamonds (4-0), y exhibió una fea imagen en su despedida: dos expulsiones y una imagen final lamentable de un Marcos Acuña que perdió la cabeza.

Desesperado, sabiendo que el 0-0 que protagonizó hasta los 72 minutos no le alcanzaba, se llenó de impotencia con la expulsión de Martínez Quarta, el primer gol que llegó poco después, y empezó a dejar el compromiso de lado para descargar su bronca con los rivales y el juez.

Gonzalo Montiel empezó a sacarse de quicio cuando empezó a verse eliminado tras el primer tanto de Inter y terminó echado.

En el primer tiempo estuvo en partido y con la clasificación aún dentro de las posibilidades, pero en el estadio Lumen Field de Seattle se fue informando a través de las pantallas de los goles de los mexicanos. A esa altura, ya ni un empate 1-1 era negocio para el equipo de Núñez por la diferencia de goles entre sí. El entrenador riverplatense se quejó luego en conferencia de prensa de esos informes al aire que habrían condicionado a sus jugadores.

En el intento por encontrar el gol que lo acercara al boleto, de a poco fue desprotegiéndose. Inter, que ya se había aproximado al área de Franco Armani en el primer capítulo, empezó a encontrar formas más fáciles de llegar a ese arco. Sobre todo a partir de los 21 minutos del complemento, cuando Lucas Martínez Quarta controló mal un pelotazo de Denzel Dumfries y debió barrer desesperado para cortar la carrera de Henrik Mkhitaryan: el armenio se iba mano a mano y, como último recurso, el zaguero fue echado correctamente.

Incluso, en la última acción de los primeros 45 minutos, el defensor ya le había pegado una patada tan fuerte como innecesaria a Lautaro Martínez que era merecedora de amonestación, pero el juez Ilgiz Tantashev lo perdonó. En la segunda, no tuvo salvación. River combinó su desesperación natural por ir a buscar el gol con la baja de un hombre que generó espacios que los italianos no desaprovecharon.

Tanto que, seis minutos después, llegó el gol de Francesco Esposito y, en el tercer minuto de adición, el marcador aumentó como se anunciaba: Alessandro Bastoni se soltó de la última línea y definió fuerte, por debajo de Armani. River estaba afuera, pero todavía había un mínimo rato por jugarse. Y ahí llegó el descontrol final.

Gonzalo Montiel había recibido la amarilla a los 22 minutos del primer tiempo por una patada sobre Francesco Acerbi, pero en el desenlace Acuña comenzó a trenzarse con Dumfries (en un mano a mano picante que se veía venir por un pasado claramente marcado), un cruce que alteró a todos. Entre ellos, al propio lateral derecho, que se acercó al árbitro uzbeko para hablarle irónicamente y palmearle varias veces el brazo derecho, por lo que se ganó la segunda tarjeta y, en efecto, la expulsión. Totalmente sacado, se retiró al grito de “¡Cag..!» y pateando lo que había en su camino.

Gallardo intenta frenar a Montiel, que encara a Bastoni, autor del segundo gol italiano; el lateral derecho fue expulsado.   Buda Mendes/Getty Images/AFP (Photo by Buda Mendes / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)

Ni que hablar lo que terminó exponiendo el “Huevo”. El cruce con el neerlandés data del 9 de diciembre de 2022, cuando su figura fue elegida por Lionel Scaloni para espejar el esquema por entonces tradicional de Países Bajos y ser el carrilero izquierdo de una defensa que necesitaba frenar los avances de Dumfries, un arma letal que tenía el conjunto que dirigía Louis van Gaal. Fueron y vinieron, se cruzaron en duelos igualados por el carácter, el holandés le cometió el penal del segundo gol argentino y es conocido el clima caliente que se vivió durante los penales y en el post, con las burlas de los argentinos tras ganar la definición.

Volviendo a Seattle, esa acción sobre el final, en la que Acuña se estiró con sus brazos para frenar el desborde del carrilero de Inter, desembocó en un enredo de piernas, intentos de patearse y, por último, una intención de cabecearse uno al otro. Acuña ya estaba alterado cuando el resultado todavía estaba 0-1: faltando siete minutos, debieron separarlo porque empezó a decirse cosas con los integrantes del banco de suplentes del nerazzurro, específicamente apuntando a Aleksandar Kolarov, el exlateral serbio que hoy es ayudante de Cristian Chivu.

Luego llegó un final previsible que, con la acumulación de situaciones ásperas, podría haber terminado peor si no frenaban a Acuña en el momento en el que lo hicieron. El juez pitó el cierre del encuentro y el argentino se acercó al neerlandés, pero éste comenzó a escaparse, sin intenciones de entrar en el juego peligroso que podía derivar en alguna tarjeta o acción que lo prive del próximo encuentro.

Acuña lo siguió, decidido a encontrarlo en el túnel para enfrentarlo, pero -de a poco- empezó a perder la cercanía a raíz de la aparición de quienes lo frenaron: Armani fue el primero, junto a Nicoló Barella y, por último, el entrenador rumano. Luego se sumó más gente de ambos equipos y la última imagen terminó por ser lamentable: los empujones para frenarlo hicieron que el campeón del mundo termine en el piso, ya resignado.

River se fue del Mundial de Clubes de la peor manera. No sólo no pudo estar a la altura de la potencia italiana, sino que tampoco lo estuvo a la hora de saber perder.

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