En el Monumental los silbidos empiezan a ser más frecuentes que los gritos de gol. River sigue sufriendo los partidos, se le atragantan, no les encuentra la vuelta, se le tornan inmanejables. Se complica mucho y seguido. Aquella derrota por penales ante Talleres por la Supercopa Internacional fue el origen de una reprobación popular para muchos jugadores. Un rechazo que se mantuvo en los partidos siguientes, ante la evidencia de que el equipo no levantaba vuelo. Y que volvió a ser el corolario para despedir a un equipo que rescató un angustioso empate, con un gol de Miguel Borja a los 42 minutos del segundo tiempo, celebrado con más bronca y desahogo que con entusiasmo.
Entró Marcelo Gallardo al campo tras el final del partido para darle una palmada de aliento a sus jugadores, que oían los silbidos que bajaban de las tribunas. El desánimo era más fuerte que las ganas de cantar por el superclásico que se viene en dos semanas.
Un equipo diseñado para atacar y ambicioso, pero al que no le sale el gol. Ahí siguió River en el primer tiempo, con su dilema conocido, algo que ya trasciende lo circunstancial para transformarse en coyuntural. Gallardo creyó, con el optimismo que expuso en la conferencia de prensa posterior al empate con Barcelona, que la formación que no había podido marcarle un gol al limitado rival ecuatoriano se merecía otra oportunidad, un voto de confianza. El único cambio fue obligado, por la tendinitis rotuliana en la rodilla izquierda de Meza. Ingresó Simón, uno de los que arrastra el descontento de los hinchas en forma de silbidos cuando se anuncia la formación.
Talleres, ya sin el “Cacique” Medina y con el interinato de Guiñazú, salió a presionar varios metros delante de su área, no se metió atrás. Ahogó a un River al que le cuesta la construcción limpia en espacios reducidos, aunque nunca deja de intentar. Había movilidad para quitarle referencias a la marca cordobesa. A los dos minutos, un remate de Colidio salió desviado. Talleres volcaba a “Bebelo” Reynoso y a Bustos por el sector de Acuña, donde River deja más huecos si Paulo Díaz no llega al cierre detrás del lateral campeón del mundo. Por esa zona llegó el centro para el cabezazo desviado de un Girotti demasiado libre.
Lo más destacado de River 1 – Talleres 1
Como viene ocurriendo, Mastantuono era el vector de la mayoría de los avances. Con 17 años, al juvenil hay que elogiarle que nunca se esconde, siempre se ofrece, por momentos parece que quisiera ponerse el equipo al hombro, misión de la que debería estar exento. Pero asume responsabilidades y es lógico que en su incipiente carrera no acierte con todas las decisiones. Muchas veces traslada de más la pelota y se expone al choque ante rivales que achican espacios. Pero de su zurda también sale alguna genialidad que es difícil de imaginar en otro compañero, como un enganche para desairar a un remate y quedar libre para un remate que… se fue muy desviado. Todo es aprendizaje.
River siguió cargando con su dificultad para crear peligro. El colombiano Castaño se soltaba en tres cuartos de campo rival, más alborotador que concreto, por ahora sin ser lo determinante que podía esperarse de acuerdo a la millonaria cifra de su pase. Se muestra activo, pero le falta más sustento futbolístico.
Y ahí siguió River yendo a buscar, con un cabezazo de Colidio que controló Herrera, que en cada reposición desde el arco se tomaba todo el tiempo que hacía falta para bajarle revoluciones al partido. Cuando River consiguió romper la presión adelantada de Talleres, el ex Tigre desperdició una oportunidad de oro; Driussi, con un toque sutil al espacio libre, puso en carrera frontal a Colidio, que definió al cuerpo de Herrera. River no veía el gol en el barullo ni en campo despejado.
Si el primer tiempo de River no había despejado muchas incógnitas, el segundo le trajo más preocupaciones. Y muy pronto. Depietri había ingresado por el amonestado Bustos. De una pérdida de Castaño cerca del área rival, Talleres descargó un contraataque con pasmosa facilidad, con dos toques y una corrida de 45 metros del ingresado Depietri, mucho más certero que Colidio en un mano a mano con el arquero. Para colmo, en la corrida de persecución de Depietri se desgarró Paulo Díaz.
🗣 «NOS VAMOS MUY ENOJADOS»
Franco Mastantuono analizó el empate de River y destacó a Miguel Borja por su gol ante Talleres.
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— ESPN Argentina (@ESPNArgentina) April 14, 2025
Gallardo decidió tomar más riesgos: Borja entró por un Enzo Pérez que no irradia el liderazgo y la influencia de su ciclo anterior. Entre Simón y Castaño se repartieron el eje central. La ansiedad también se hacía notar, con tres off-sides de Borja en sus primeros 10 minutos. Ya desde el primer tiempo River había empezado a ver a un rival extra en el árbitro Arasa, que no hizo nada para darle continuidad al juego. Cortó todo lo que pudo y nunca se preocupó porque se reanudara rápidamente.
El “movete, River movete…” sonó imperativo. Mastantuono seguía encarando con la fe de un poseído y con energías cada vez más justas. Herrera le tapó un remate y un derechazo dio en el travesaño. Parecía un maleficio. Habían entrado Nacho Fernández y Subiabre en otra vuelta de tuerca ofensiva. De la zurda de Nacho salió la asistencia para la proyección de Montiel y el centro que cabeceó Borja para el 1-1. Un gol de centro-delantero, eso que tanto le falta a River. Lo que alguna vez fue habitual ahora es esporádico en un equipo empantanado.