La plaga de los 0-0 en la tercera fecha también atrapó a River, que venía de convertir siete goles en dos partidos. Se quedó seco, necesitó 100 minutos para tener la situación más clara, pero el cabezazo de Galoppo encontró la rapidez de reflejos del paraguayo Gill para levantar los brazos y bloquear la definición. Era la primera vez en todo el clásico que San Lorenzo necesitó que lo salvara su arquero. Antes se había bastado con la solidez colectiva y su grueso entramado defensivo, que River no consiguió perforar.
La gélida noche en el Monumental pudo archivar el quirúrgico centro de Juanfer Quintero -en su tercer ciclo en River- como una asistencia de gol si el cabezazo de Galoppo no se topaba con Gil. Pero pesó más lo intrincado que estuvo River en ataque durante todo el partido.
En el primer tiempo, cuando River venía con un impulso para ponerse en ventaja, dos circunstancias lo frenaron, lo hicieron repensar el partido. Enzo Pérez había convertido un golazo desde fuera con un zurdazo que parecía prestado de Quintero, que veía todo desde el banco de suplentes en su tercer regreso al club. El VAR retrocedió hasta dos jugadas previas al misil del capitán para encontrar un off-side de Montiel, en una jugada en la que la zurda de Lencina había clarificado todo.
Seis minutos después, Maxi Salas cayó al piso; solo se volvió a parar para ser reemplazado por Borja por una lesión en la rodilla izquierda. River se quedaba sin el refuerzo que había dinamizado el ataque en las dos primeras fechas. Iban apenas 18 minutos y el ex Racing no había tenido mucho margen de maniobra entre los zagueros centrales de San Lorenzo. Frente a Platense e Instituto se había constituido en indispensable y ahora se estará pendiente de su recuperación.
El plan renovación de River le hizo lugar al debutante Matías Galarza, al que le alcanzaron cinco minutos como carta de presentación en cuanto a despliegue intenso y garra para trabar por la pelota. Ocupó el puesto de interior por la izquierda, en lugar del juvenil Juan Meza. Fue una presentación promisoria del ex Talleres, de donde también llegó Juan Portillo, que aun no debutó por una tendinitis.
Así como River se movió mucho en el mercado de pases, San Lorenzo se tuvo que quedar inmóvil por su crisis económica y las obligaciones de una dirigencia que no sabe qué problema atender primero entre lo institucional, financiero y futbolístico. El Ciclón es el único club de los 30 que no sumó ningún refuerzo. Son los que se quedaron tras las ventas de dos titulares (Irala y Braida). La única novedad era ver cómo se las iba a arreglar Damián Ayude, el técnico que dejó la reserva para poner el hombro en la primera. Hasta ahora está demostrando conocimiento del material que dispone para darle orden y consistencia. No es poco para alguien que debe administrar escasez.
A River le costó darle sentido y continuidad a su búsqueda en el primer tiempo. Se apoyó en Enzo Pérez (la figura), tuvo voluntad en Castaño, sacrificio en Galarza, algunos toques clarividentes de Lencina y poco de Colidio. Dominio sin profundidad, con dificultades para trenzar el juego hasta el área rival y con cierta tendencia al pelotazo cuando no encontraba los caminos.
San Lorenzo no se metió atrás, sino que se movió como un bloque que achicó espacios varios metros por delante de su área. La cuota de mezquindad quedaba en todo lo que demoraba Gill para reanudar el juego en cada saque. En ofensiva generaba poco, salvo en una pelota que le quedó en el área Vombergar y fue neutralizada por el oportuno cruce de Paulo Díaz. Eso y el trabajo de dos jugadas preparadas con la pelota detenida. Del lado de River, una definición de Borja cerca del área chica que fue interceptada por un defensor y dos cabezazos de Montiel (uno atajado por Gill y otro por arriba del travesaño). El balance del primer tiempo no era satisfactorio para River.
El compacto de River 0 – San Lorenzo 0
De regreso para el segundo tiempo, cuando los hinchas vieron a los mismos once, desde las tribunas bajó el pedido: “Olé, olé, olé, Juanfer, Juanfer”. San Lorenzo siguió aplicado a lo suyo: concentración y pierna firme. Y tratar de aprovechar alguna pelota detenida, como el cabezazo en el área chica de Hernández que se fue arriba tras un córner de Cerutti.
En River se hacían necesarios los cambios y para la última media hora ingresaron Quintero y “Pity” Martínez. El colombiano se ubicó como un wing derecho para explotar su perfil zurdo hacia adentro. Sus primeros intentos fueron para asistir las proyecciones de Montiel. El desarrollo seguía siendo espeso, desprolijo por momentos, siempre más luchado que jugado. River no le encontraba la vuelta y San Lorenzo no pasaba por mayores sobresaltos, con eso se conformaba. Se hacía fuerte en su resistencia.
La impaciencia de los hinchas derivaba en fastidio cuando Borja no tomaba buenas decisiones. Pero el problema principal de River radicaba en la generación de juego, andaba corto de ideas y chocaba mucho contra un San Lorenzo que, a medida que le quedaban menos energías, se replegaba en su campo. Pity Martínez recibió un buen pase del ingresado Galoppo, pero su pierna menos hábil, la derecha, solo le dio para definir muy por encima del travesaño. Ni River, que venía dulce con el gol, le sacó la amargura a esta tercera fecha.