Rodrigo Bueno: la vorágine de los 12 shows por semana, los conflictos y la polémica por poner al aire su última entrevista

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“Vamo’ a ver si llegamos a fin de año”. Esa fue la última frase que pronunció el cantante de cuarteto Rodrigo Bueno frente a un micrófono, antes de subirse a la camioneta que lo llevó a la muerte, el 24 de junio de 2000, un mes después de haber cumplido 27 años.

Tras haber terminado un extenso recital en La Plata, salió del boliche donde había cantado, mientras la luz del equipo del camarógrafo le daba brillos a su cabellera teñida de turquesa. Fue apenas unos pocos comentarios que hizo sobre las preguntas del periodista Toto Carrizo, para el programa Más de lo mismo. Hablaba de sí mismo en tercera persona. Se “autonombraba”, se ubicaba en el centro de una tormenta de rumores y entredichos (incluidos los comentarios de su madre, Beatriz Olave, de gran exposición mediática). Se defendía asegurando que el público confiaba en él. Y, de algún modo, el éxito le daba la razón. Estaba en el momento de mayor popularidad de toda su carrera artística.

Ramiro Bueno, el hijo de Rodrigo: tiene la edad que tenía su papá cuando murió, hace 25 años, y se conecta con él a través de la música

Tenía varios compromisos ese fin de semana. Según los que estuvieron a su lado en sus últimas horas, no quiso sentirse doblegado por el cansancio. Por eso se subió a su camioneta y se puso en marcha, desde La Plata hacia Buenos Aires, la ciudad que le abrió los brazos, como no lo había hecho su Córdoba natal.

Sí, el pibe que llevaba “el acento de Córdoba capiiital” (como dice “Soy cordobés”) no llegó a ser profeta en su tierra durante sus mayores años de éxito. A pesar del acento, a pesar de ser fanático del club Belgrano, a pesar de que su padre, Eduardo “Pichín” Bueno, productor musical, le allanó el camino para que pudiera grabar discos y hacerse un lugar en el mundillo musical cordobés.

Rodrigo Bueno junto a su mamá Beatriz Olave y su papá Pichin Bueno

Sin embargo, cuando logró que Rodrigo hiciera pie en Buenos Aires, la historia cambió. El fachero que coqueteó con otros géneros musicales -hasta le han tirado cubitos de hielo cuando cantaba “El himno del cucumelo” en discotecas- logro meter al más genuino folclore cordobés en la Reina del Plata. Algo que, al menos a esa escala, nadie había logrado antes con el cuarteto. El dato de rigor es el número de funciones que realizó en el Luna Park: 13. Para ese momento, ya tenía once discos publicados y algunos temas bien instalados: “Lo mejor del amor”, “Figúrate tu”, “Cómo olvidarla”, “Soy cordobés”, entre otros.

Además de aquella breve nota de trasnoche, la tarde anterior a su muerte Rodrigo había participado en el programa La biblia y el calefón, conducido por Jorge Guinzburg. Como solía suceder en ese ciclo, el anfitrión se reunía con varios invitados para cada emisión. Aquel día habían estado Georgina Barbarrosa, Andrea Pietra y Nacho Goano, además de Rodrigo. Llegado el día de la emisión, el 30 de junio de 2000, Guinzburg comenzó su programa diciendo que había dudado mucho si debía o no emitir el programa, conocida la noticia de la muerte de Rodrigo, menos de una semana atrás, en un accidente vial en la autopista Buenos Aires–La Plata. Decidió que debía hacerlo.

Magui Olave: del recuerdo de su primo Rodrigo y lo que siempre hacía cuando volvía de gira a su propio camino en la música

“Después de revisar las imágenes del programa sentí que era lo que había que rescatar. Por lo menos lo que yo quisiera rescatar. (…) El Rodrigo que van a ver esta noche es alguien que dio alegría y que ese día compartió con nosotros un momento muy pero muy feliz”. Por supuesto que, por el humor que le imprimía Guinzburg a sus programas, sumado a que no era una charla cara a cara con un invitado sino una especie de partida de truco llena de muecas entre jugadores, no hubo lugar para las reflexiones profundas, pero sí para esa alegría que estaba tan lejos del triste final de “El Potro” unas horas después.

Dos meses antes, Rodrigo había hecho sus trece funciones en el Luna Park como broche de la gira de presentación de su álbum A 2000. Había comenzado con las presentaciones en vivo de ese disco el año anterior (con ese álbum vendió más de 750.000 copias). Por ese tiempo le había dedicado una canción a Maradona, “La mano de Dios”, que el mismo le cantó cuando lo visitó en Cuba (donde el astro del fútbol hacía una rehabilitación). Además, subió al escenario como un gran campeón que sube al ring (de ahí su imagen icónica de los shows del Luna Park). Por fin un éxito que se vivía como un verdadero título mundial, quizás sin la posibilidad de ponerle un freno a la vorágine de una carrera que, con dos docenas de shows por semana que venía ofreciendo, terminó abruptamente con el accidente de la autopista.

Rodrigo Bueno de niño

La crónica de la despedida del popular cuartetero, escrita por Willy G. Bouillon, hablaba de miles de personas que se acercaron para despedirlo y de un inmenso operativo de seguridad. “En una ceremonia de la que participaron su exesposa, su actual pareja, miembros de su grupo musical y amigos, a los que se sumaron el intendente de Lanús, Manuel Quindimil, y el pastor evangelista Héctor Giménez, los restos del cantante bailantero Rodrigo Bueno fueron depositados ayer en el cementerio privado Parque Las Praderas, en el partido bonaerense de Esteban Echeverría (…). Se trató de una decisión que por la madrugada adoptó su madre, Beatriz Bueno, luego de contemplar la posibilidad de su inhumación en el cementerio municipal de Lanús, ciudad en cuya municipalidad fue velado durante 18 horas, con la concurrencia de más de 100.000 personas. Custodiado por medio centenar de patrulleros provinciales y un helicóptero, el cortejo fúnebre de Rodrigo, al que no se sumaron la madre ni el pequeño hijo del cantante, arribó al cementerio privado cerca de las 9. (…) En la zona se montó un operativo policial con 200 agentes pertenecientes a seccionales de Glew, Avellaneda, Quilmes, La Matanza, La Plata y hasta de ciudades tan alejadas como Mar del Plata y Junín».

Las últimas 24 horas de “El Potro” fueron intensas. Para la medianoche del 23 de junio se encontraba en City Bell donde había llegado para dar un show. Pero entre aquella actuación y el programa de Guinzburg fue a cenar al bodegón El Corralón que Guillermo Miguel había abierto años antes en la calle Anchorena.

Durante una charla reciente con LA NACIÓN, Carolina Miguel, la hija del fundador del restaurante, dio todos los detalles de aquella cena. “Hay varias fotos de esa noche -contó a la periodista Carolina Cerimedo-. Salió de un programa de tele y se vino a cenar, con su hijo y los músicos. El local estaba lleno y mi papá le dijo que no viniera, pero él respondió que comía rápido, que se iba al show que tenía que dar en La Plata, era el único que estaba haciendo porque estaba cansado de hacer tantos. Era temprano. Pepe Parada lo invitó a su mesa y ahí le presentó a Fernando Olmedo (hijo del capocómico Alberto Olmedo). Cuando Rodrigo lo conoció le dijo: ‘Vos te venís conmigo a La Plata’. Al principio Fernando se negó: ‘te voy a ver otro día’, decía. Finalmente se fueron para La Plata. De acá se fue perfecto. Solo tomó agua. Se salvaron todos menos ellos dos”.

Rodrigo y su hijo Ramiro en el restaurante El Corralón

Luego del show en Escándalo Bailable, conocido como “El gigante de City Bell”, el cantante y su staff emprendieron la vuelta hacia Buenos Aires. José Luis Gozalo, su manager, propuso a Rodrigo que le cediera el volante a uno de sus músicos, pero se negó. Subió a una camioneta Ford Explorer roja junto a su exesposa, Patricia Pacheco y a su hijo Ramiro Bueno. También viajaron Fernando Olmedo, Jorge Moreno y Alberto Pereyra.

Durante el viaje, por la autopista Buenos Aires-La Plata, lo encerró otra camioneta que era conducida por el empresario Alfredo Pesquera. El cantante se enojó y lo persiguió. En una mala maniobra su vehículo impactó contra el guardarrail y el cantante, que no llevaba el cinturón de seguridad colocado, salió despedido. Su cuerpo golpeó contra el asfalto. Murió instantáneamente. En cambio, Olmedo, con politraumatismos, llegó con vida al hospital Evita Pueblo, de Berazategui, donde falleció horas más tarde. El resto de los ocupantes salieron ilesos.

Rodrigo Bueno en el LUna Park: estampa de campeón

Al salir del sepelio, el pastor Giménez dijo que había asistido a la despedida porque era muy amigo de Rodrigo. Lo definió como “un gran muchacho, que iba a apadrinar un centro para jóvenes drogadictos”, y expresó dudas respecto de lo ocurrido en el accidente. “No sé, hay algo… Manejaba con prudencia cuando viajaba con su hijo. Espero que se lo recuerde bien y que no se aproveche su muerte para hacer un gran comercio, como sucedió con Gilda”. No era un dato menor. En menos de cuatro años, la música tropical (porque la música de Rodrigo sonaba en el circuito porteño y bonaerense de la música tropical) había perdido a dos de sus grandes referentes. Gilda murió a los 34 años, el 7 de septiembre de 1996, también en un accidente vial).

El 24 de mayo pasado Rodrigo habría cumplido 52 años y su hijo lo recordaba en su cuenta de Instagram.

“Feliz cumpleaños locotrón!!!. Serían 52 años para vos, pero a pesar de tu ausencia hoy es un gran día para escuchar tus canciones y disfrutarte con mucho amor. Un abrazo al cielo, viejito querido. Y un abrazo especial a mi familia para su gente querida y para aquellos que lo siguen amando y recordando al día de hoy. Algo que es un gran combustible en el día a día para mi, sus fanáticos. Gracias a todos por sus lindos mensajes”.

El barrio Rodrigo Bueno

En los último 25 años, la vida de Rodrigo dio letra para una novela. O varias. Porque hubo conflictos familiares incluso por su herencia. El amor popular estuvo en un andarivel paralelo. Hoy lo idolatran hasta aquellos que nacieron después de la muerte del astro. Hoy hay generaciones cordobesas que lo toman como referente y en la costanera porteña, junto a la ex Ciudad Deportiva de Boca, hay un barrio que lleva su nombre.

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