Rose Farrell: fue profesora de inglés, a los 66 descubrió el humor y hoy desafía los prejuicios con su su show de stand-up

admin

“Mamá, tenés que hacer stand-up”, dijeron las cuatro hijas después de escucharla contar una anécdota ya conocida, pero que disfrutaban de volver a escuchar. “¿Estanda qué?”, contestó la mujer, sorprendida. Pasó una década y Rose Farrell se convirtió en la “Antiabuela”, una comediante que supo cómo ganar su lugar en un medio muy poblado e hipercompetitivo, que la miró con sorna al principio, pero que tuvo que rendirse ante la evidencia: el punto de vista de Rose es único y su sola presencia, parada frente al público, es disruptiva, provocadora, punk.

Con 76 años cumplidos el 8 de marzo, son muchas las vidas que vivió. Una de ella empezó con el stand-up, pero las otras, muy divertidas, son un baúl de materiales para una sitcom sobre familias inquietas. Nieta de irlandeses, su nombre en el documento es Rosalina, la adaptación que el Registro Civil encontró al nombre que quería su familia. “En la escuela y todos lados me decían Rosaura, Rosenda, Rosalía, así que me puse Rose y listo”, dice.

Hija única, creció en Bella Vista, partido de San Miguel, en una casa grande a la que todo el barrio llamaba “la casa de los ingleses”: “Por más que insistíamos en que éramos irlandeses, no había caso. Es como ser armenio y que te digan turco”. Profesora de inglés, igual que su madre, Rose habló esa lengua antes que el español. En una época en que muy pocos manejaban idiomas, esa fluidez le permitió conseguir empleo como secretaria ejecutiva en grandes empresas: “Se ganaba muy bien. Pero la desventaja es que te echaban por ser mujer. Ya tenía dos hijas y me dijeron: ‘En cualquier momento viene la tercera’ y con esa excusa me despidieron… Pasé por varias empresas. Y mientras no conseguía otro trabajo, enseñaba inglés”.

El padre, Tomás Farrell -que murió cuando ella tenía 17 años-, fue gerente general de la compañía discográfica RCA Victor y uno de los creadores -junto con otro directivo de RCA, Ricardo Mejías- del Club del Clan, grupo de cantantes pop en español de los años 60 integrado por, entre otros, Palito Ortega, Violeta Rivas y Johnny Tedesco.

Rose Farrell, la

¿Te gustaba el Club del Clan?

-Claro, qué querés que te diga… Más allá de cuestiones políticas y el andar de Palito Ortega, hoy ponés “La felicidad” en un casamiento y la gente se para a bailar. Es una época muy entrañable para mí. ¿Y por qué llegué a esto? Ah, sí, trabajo desde que murió mi viejo.

Rose tuvo dos matrimonios. El primero, con el padre de sus cuatro hijas. El segundo, en sus cuarentas, cuando le tocó ensamblar familia con dos adolescentes de parte de él y cuatro de parte de ella. “No fue fácil”, dice. Juntitos, los ocho se mudaron a Inglaterra en los 90: “A mi pareja la empresa lo mandaba a Londres por cinco años. Era eso o quedarse en la calle. ¡Las discusiones que hubo entre todos! Hasta que se decidió partir con la condición de que los seis adolescentes viajaran seguido a Buenos Aires a ver a sus respectivos padre y madre”.

-¿Cómo fue esa vida en Londres?

-El inglés no es antipático, es muy tímido, teme molestar. Pero una vez uno se animó y se acercó a preguntarme. Yo iba con un changuito repleto. Me dijo que él y su mujer tenían unas dudas: por qué comprábamos tantas cosas y por qué vivíamos con nuestros hijos en la misma casa. Porque ellos no viven con sus hijos. Cuando empiezan la secundaria, van pupilos aunque vivan a cinco cuadras. Son formas. Por todos lados hay carteles ofreciendo Bed & Breakfast que dicen “mascotas, sí; niños, no”. No estoy tan en desacuerdo.

-¿Qué hacías en Londres?

-Daba clases de español en el colegio internacional de Londres. Mi hija menor terminó la secundaria ahí y la tuve de alumna, fue divertidísimo.

-¿Fuiste a conocer Irlanda?

-Sí, fui. Y entendí porque el irlandés es tan, tan alcohólico. Llueve todo el tiempo. Por eso es tan verde. Y bellísimo. Son gente tristona y divertida a la vez.

-¿Extrañabas Buenos Aires?

-Sí, el quilombo, las protestas, el ruido, las quejas, los abrazos, chocarte con una persona y que los dos digan “perdón” a la vez. Nos volvimos. Otra larga discusión, pero los ocho volvimos.

Sin embargo, faltaba mucho. Otro nuevo viaje esperaba en el futuro. Como el hogar empezó a deshabitarse de hijos y quedó en silencio, el marido propuso un cambio: mudarse a Villa la Angostura.

Además de comediante, Rose Farrell es profesora de inglés; tiene cuatro hijas y un nieto, que la va a ver a sus espectáculos y

“No conocía y, cuando fui, quedé impactada, como todo el mundo cuando va de vacaciones. Hasta que viví cinco años. El agua de la canilla se congela con 12 grados bajo cero. Todo es feroz, mucho frío en invierno, mucho calor en verano, en primavera morís de alergias. La gente es amorosa y las salidas son ir a comer a la casa de cada uno. Ni bien llegamos, nos sumamos a la causa contra la apertura de un casino. Y lo logramos porque se metió el hermanastro de Máxima (reina consorte de los Países Bajos), que tiene dos restaurantes. ¿A quién le conviene que el turista vaya al casino, pierda plata y se vaya antes? El sur está lleno de causas por las que luchar”, reconoce.

-Entonces, el matrimonio…

-Soy una persona muy organizada. Todo me dura 20 años. Vine a Buenos Aires, él se quedó allá, intentamos a la distancia pero, finalmente, se terminó. Hay cosas muy difíciles de compatibilizar, aunque te quieras. Estoy hace 13 años en este departamento donde vivo sola. Y hago stand-up. Y él quería anonimato.

El mundo del stand-up

El círculo amoroso que rodea a Rose está formado por sus hijas y un único nieto de siete años, “el rey” Benjamín. Y aunque se declare poco sociable, tiene un grupo de “amigos del alma” que le dio el stand-up: “No voy a las juntadas de ellos -son distintas edades-, pero podemos hablar de lo que sea y eso está muy bueno. Es notable que quizás pasa un mes sin vernos, hasta que volvemos a encontrarnos y sale una conversación de esas que no tendrías con la familia. Es muy lindo”.

-¿Cómo te metiste en ese mundo?

-Hice un curso. La idea fue de mis hijas. Un día me pidieron que cuente algo que ellas ya sabían, pero quería escucharlo por mí. Estaban muy atentas. Me pareció raro. Al terminar, me dijeron por qué no hacía stand-up. Yo ni sabía que era.

Rose Farrell en su show de stand-up, en el club La Silla Eléctrica

-¿Con quiénes hiciste el curso?

-Me anoté en el taller de Lucas Rodríguez y Rober Galati. Cuando terminó, les pregunté cómo seguir, cómo teníamos que gestionarnos. Uno de ellos me dijo: “Pueden juntarse unos cuentos e ir a un lugar y otro, y preguntar… Pero a vos, Rose, yo no te veo. No es que lo hagas mal, ¿pero a quién le vas a gustar? A mi mamá, a mis tías, mi abuela ya no está, ese es tu público. (Pausa) No estaría pasando”.

-La peor de las ondas. ¿Cuál de los dos te dijo eso?

-No importa. Los dos son muy buenos. Y hoy es muchísimo menos arrogante de lo que era. Y fue sincero, porque no hay otra persona de mi edad. Lo gracioso es que nunca me imaginé que, a más vieja, más me invitan. A lo mejor me invitan antes de que quede. En serio, me doy cuenta de que no me ofendí como me ofendería ahora.

-¿Cómo surge el apodo “la Antiabuela”?

-Se dio porque empecé a recomendar cosas tremendas. No me gustan las frases de autoayuda, las frases hechas. Por ejemplo, una vez me la agarré con eso de que “el rencor es el veneno del alma”. ¿Quién no siente rencor? ¿O si te hacen algo malo vas a seguir como si nada? Es el alimento del alma porque te lleva a eso tan maravilloso que es la venganza. Y a la gente le encantó cuando lo dije, porque siente lo mismo.

-La edad es un tema que atraviesa todos tus shows.

-Y sí, todo el tiempo. Porque cualquier cosa que diga va a estar teñida por eso. Todos los días aparecen cosas de las que hablar.

-¿Tu nieto te vio?

-Sí, la primera vez tenía cinco. En un momento, dije: ¡¿Qué me importa si me quedan tres semanas de vida?! Y se escuchó una vocecita: “Mamá, ¿qué dijo la abuela?”. Ahora, con siete, me dice: “Ya sé que decís pavadas, ya sé..”.

-¿Y tus hijas?

-Ellas están contentas de que no las mencione. Por supuesto nunca lo hice, no me parece. Porque para hablar de los hijos tenés que decir cosas lindas, no vas a estar criticándolos.

-Antes del stand-up, ¿habías estudiado teatro?

-Sí, siempre me gustó. Mi primer profesor fue Norman Brisky, que es como querer ser alcohólico y arrancar con vodka. Hice algunas obras pero me cansé de las indicaciones, las reglas. A esta altura me merezco algo más individual. Pero el stand-up es deporte extremo. No hay compañeros que te salven si te olvidas o te equivocás.

Empezó a los 66 a hacer stand-up y cuenta que pasó mucho tiempo hasta que ciertos comediantes

-¿Cuándo sentiste que empezabas a tener más peso en el medio?

-Cuando ciertos comediantes -que pueden contarse con los dedos de una mano- dejaron de bardearme por la edad. Obviamente, yo les contestaba. Pero en un momento, cuando comencé a tener más invitaciones con otras personas, empezaron a mirarme de otra manera. Pero pasa en todos lados. Los ritos de iniciación.

-Pero hay que dar vuelta el edadismo.

-Una seguidora nueva me escribió pidiéndome eso. ¡Pero es lo que hago con solo aparecer! La suerte que tengo de poder hacer esto, bancarme estos horarios, poder hacer reír con lo que yo creía que podía hacer reír, me da una gran satisfacción. Es una forma de espantar la muerte. Aunque la muerte va a venir cuando quiera, ya se sabe.

-¿Las mujeres comediantes, cómo te recibieron?

-Las mujeres comediantes me recibieron bien. Dalia Gutmann me invitó a su espectáculo. Quiero aclarar que con la mayoría de todos y todas me llevo muy bien, me cuidan. En La silla, donde trabajamos a veces, me costaba subir al escenario. Entonces pusieron un escalón intermedio “para Rose”. Ahora lo usa todo el mundo y les vino bien a todos, pero tuve que pedirlo yo. Lo mismo pasa con la música fuerte. Nadie dice nada hasta que lo digo yo. Entonces, aunque a muchos también les moleste, se dice: “Pide Rose si se puede bajar la música”. Con los taburetes, lo mismo. Privilegios de la edad.

-¿Siempre decís la edad?

-Estoy orgullosa de haber vivido hasta acá y hacer lo que hago. Tengo 76 y a los 75 empecé a decirla, por qué no. ¡Como si la gente me viera y pensara que tengo 35!

Deja un comentario

Next Post

Beatriz Neila: "El Mundial femenino de motociclismo es ahora mi plan A y el Derecho el plan B"

La piloto madrileña Beatriz Neila, de 23 años y cuatro veces campeona de Europa de motociclismo femenino, actualmente es segunda en el FIM Women’s Circuit Racing World Championship (WorldWCR) y aspira a hacerse con este campeonato femenino en su segunda edición, ya que prioriza ahora las motos pese a seguir […]
Beatriz Neila: «El Mundial femenino de motociclismo es ahora mi plan A y el Derecho el plan B»

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!