Boca encontró un pequeño alivio en el final del clásico ante Racing, pero sigue atrapado en una crisis que no se detiene. Mientras en la Bombonera se desarrollaba un simulacro de incendio, el cabezazo de Milton Giménez puso el 1 a 1 y evitó que las llamas arrasaran con todo. El empate sumó otro encuentro sin victorias a una racha que ahora se estiró a 12 cotejos. En medio de ese panorama, Miguel Russo afronta otro desafío: en ocho partidos de su ciclo nunca repitió un once inicial y tampoco usó la misma formación en más de un compromiso. Y ahora deberá decidir, para el duelo del domingo ante Independiente Rivadavia en Mendoza, si mantiene la apuesta ultraofensiva que usó frente a Racing o si vuelve a un esquema más lógico, sabiendo que cualquier decisión a esta altura puede poner en riesgo su cargo.
El partido con la Academia dejó claro que Boca sigue sin encontrar un funcionamiento estable. En el primer tiempo se mostró partido y desequilibrado, con mucha gente en ataque y poco respaldo en el mediocampo. La historia cambió en el segundo tiempo, cuando Russo mandó a la cancha a Alarcón por Velasco y la formación se acomodó mejor. Aun así, le costó generar juego y recién en el tramo final encontró la igualdad.
El gol de Giménez generó un momento de desahogo general. Juan Román Riquelme, que suele casi no mostrar emociones, con el mate y el termo en la mano, esta vez se inclinó sobre el acrílico de su palco, sonriente, arengó a la gente y golpeó con las dos manos el vidrio. Ese gesto también reflejó la tensión que se vivía: si Racing se llevaba la victoria, el ciclo de Russo podía terminar esa noche. Incluso circularon rumores de que el DT iba a presentar la renuncia, aunque este lunes dirigió la práctica y, en principio, estará el domingo en el banco. Al no hablar tras el partido, debido a que estaba “afónico”; no dio explicaciones públicas sobre el rendimiento y la elección de los jugadores.
En lo que va de su ciclo, cada partido tuvo una formación distinta, lo que refleja los problemas del entrenador para consolidar una base titular. La defensa es el ejemplo más claro: ocho combinaciones diferentes. Barinaga y Advíncula se alternaron por la derecha; en la zaga pasaron Costa, Figal, Di Lollo, Pellegrino y Battaglia; y por la izquierda jugaron Blanco y Fabra. El único mediocampo que se repitió fue contra Argentinos Juniors y Unión, con Alarcón y Battaglia como doble cinco, y por delante Braida, Palacios y Velasco. Sin embargo, en el segundo partido Braida y Velasco intercambiaron sus posiciones.
La delantera y el arco fueron lo más estable: Marchesín jugó siempre, mientras que Merentiel fue el único nueve titular en cuatro partidos. En dos de esos estuvo acompañado por Cavani, y en otro, por Cavani y Velasco como extremo. Las constantes modificaciones no se explican solo por lesiones o suspensiones: también hubo bajas por flojo rendimiento. El dato que confirma esta inestabilidad es que Boca no compite en torneos internacionales y ya quedó eliminado de la Copa Argentina, por lo que no tiene la necesidad de rotar.
Ante Benfica, en el debut por el Mundial de Clubes, jugaron Advíncula, Figal, Costa, Herrera, Zenón y Palacios, entre otros. Ninguno estuvo frente a Racing. Solo se repitieron Marchesin, Blanco, Battaglia -en otra función-, Velasco y Merentiel. Para enfrentar a Bayern Munich entraron Di Lollo y Belmonte por los expulsados Figal y Herrera. Costa se lesionó antes del partido contra Auckland y fue reemplazado por Pellegrino. Para ese encuentro, Russo cambió el esquema a un 4-1-3-2, obligado por la necesidad de golear.
En el inicio del Clausura reapareció Figal y debutaron Alarcón y Braida como titulares, pero el central volvió a lesionarse y fue reemplazado por Di Lollo. En la Copa Argentina, contra Atlético Tucumán, aparecieron Barinaga, Cavani y Fabra, y tras la eliminación, ante Huracán volvieron Advíncula y Blanco, con Delgado sumándose al mediocampo. Frente a Racing, sin margen, Russo usó un esquema similar al de Auckland, con Barinaga de lateral y Aguirre como volante. Con tantos cambios, imposible afianzar un equipo.
La situación de Boca en las tablas refleja la crisis de identidad del equipo. Penúltimo en su zona, con tres empates y una derrota, eliminado de la Copa Argentina y fuera de la zona de clasificación a la Libertadores en la tabla anual. No juega ese torneo desde 2023, cuando llegó a la final, y hoy solo le queda la vía de la tabla general -en este momento está cuarto, dos puntos afuera- o ser campeón del Clausura para clasificarse a la próxima edición.
Boca tiene por delante tres partidos clave para intentar despegar: Independiente Rivadavia, Banfield -de local- y Aldosivi en Mar del Plata. Aunque ningún encuentro se gana antes de jugarlo, los rivales más difíciles parecen haber quedado atrás, al menos hasta la octava fecha, cuando el equipo de Russo visite a Rosario Central. Russo quedó conforme con el cambio de actitud en el último partido, pero hubo rendimientos que no lo convencieron del todo, por lo que no se descarta que vuelva a meter mano en el equipo. Incluso, podría recuperar a Ayrton Costa, ya repuesto de un desgarro que le llevó más de un mes y medio de recuperación, aunque Pellegrino viene siendo, junto a Paredes, de lo poco rescatable.
Tras el domingo libre, el plantel volvió a entrenarse este lunes por la tarde en Ezeiza, con la vista puesta en el partido del domingo. Boca vive un momento complicado, con un equipo que cambia constantemente y un técnico que todavía no dio en la tecla. Aunque Russo cuenta con el apoyo de Riquelme, sostenerlo se vuelve cada vez más difícil cuando ni el juego ni los resultados aparecen. El empate ante Racing fue solo un respiro. Ahora, la duda es si el técnico mantendrá el equipo ultraofensivo en busca de la primera victoria o si se cuidará un poco más, consciente de que lo que pase en Mendoza puede definir su futuro en el club.